RUMBO A LA SELVA
Nuestra estadía en la granja de Pifo se terminó de sopetón, y como no podíamos salir por nuestros propios medios, ellos nos llevaron en auto cuando salían para votar (ya que justo era un domingo de elecciones de alcaldía).
La idea era quedarnos en la ruta para hacer dedo, pero cuando quienes manejaban vieron un bus, en su afán por ayudarnos, detuvieron el auto, bajaron, negociaron el precio y habiendo conseguido un precio barato, allá nos fuimos.
El bus nos dejó en un pueblo-ciudad (más grande que un pueblo, casi una ciudad, pero con aires más de pueblo que de ciudad) llamado «Joya de los Sacha». Si vamos a usar las palabras correctas, podríamos decir que es un cantón, ni pueblo ni ciudad… cantón.
Y si también te preguntás quienes son los Sachas, que dieron nombre a este cantón, te cuento que no, no son una tribu originaria ni nada de eso; La Joya de los Sacha nació gracias a las explotaciones petroleras de la zona, allá por el 1972 y «Sacha 7» fue el nombre del primer pozo petrolero. El pueblo adquirió el título de cantón recién en 1988. Lo que sí tiene relación con tribus originarias, es que Sacha significa «selva virgen» en idioma nativo.
¿Dónde estábamos?
Ah sí, llegamos a Joya de los Sacha, pero todavía estábamos lejos de nuestro objetivo.
¿Y cuál era ese famoso objetivo?
Si bien pensábamos ir a la ciudad de Coca, antes queríamos pasar por Pompeya, un pueblo en dónde, nos habían dicho, daba lugar una feria indígena. Para ello, tomamos un bus local que nos dejaría justo en Pompeya.
Y a pesar del calor que hacía en ese bus a reventar de gente, el paisaje selvático encantaba el viaje.
En esta feria, aborígenes de la comunidad Quechua y Waorani, vendían y realizaban trueques de productos varios que ellos mismos producían… o de animales que criaban.
En teoría, si llegabas hasta allá el día de la feria, y antes de las 17 hs, podías hablar con un nativo Waorani y negociar para pasar el día con su tribu, en medio de la selva Amazonica. No todos lo hacían, pero era posible llegar a un acuerdo con algunos.
Nosotros estábamos convencidísimos (no sé de dónde sacamos tanta convicción) de que la feria era los días domingo, asi que esa fue la fecha en la que llegamos a Pompeya, a través de un bus local que tomamos en Joya de los Sachas.
Cuando bajamos del bus, apuradísimos porque estábamos a contrarreloj (ya eran como las 16:45 hs), vemos el esqueleto de lo que parecía ser una feria, pero solo era eso, su esqueleto. Tampoco podía ser que estuviésemos llegando tarde, porque no había ni rastros de que los vendedores se hubieran ido hace poco.
Como el bus destinaba allí, y todavía no se había ido cuando nos dimos cuenta que la feria estaba vacía, le preguntamos al chofer por qué estaba así, a lo que nos responde que la feria se realiza los días sábados.
No habíamos llegado un rato tarde, sino un día entero.
El bus se fue, y allá nos quedamos, a orillas del rio Napo, mirando la soledad que nos rodeaba… no había casas a la vista, ni seres humanos a quien preguntar nada.
En eso, vemos un movimiento a orillas del Rio, y divisamos una muchacha que parecía esperar impacientemente algo. Nos acercamos a hablarle, y nos dijo que estaba esperando que viniera la canoa para cruzar al otro lado del rio, pero que había llegado tarde y no sabía si vendría.
Se nos prendieron los radares.
Le preguntamos el costo de la canoa, y nos dijo que costaba apenas 50 centavos para cruzar al otro lado, así que decidimos esperar con ella, y cruzar, sin saber qué había al lado opuesto del Río.
La canoa apareció, y allá nos fuimos.
Mención especial para el momento que casi me caigo de la lancha directo al agua, porque había que subir desde la punta de la canoa hasta una escalera que subía verticalmente en la orilla… y esto, con una mochila de 18 kilos en la espalda, no es moco de pavo.
POMPEYA
Este pueblito que aparecía frente a nuestros ojos era el conocido como Pompeya.
Las casitas que veíamos estaban hechas en paja, madera y hojas, y todo alrededor se veía humilde y natural.
Nosotros llegamos en una fecha especial: al ser día de elecciones, mucha gente estaba reunida en lo que parecía ser el punto de encuentro del pueblo, algunos tomando, otros jugando Ecuavolley (el formato de volleybol típico de Ecuador).
Ni cortos ni perezosos, ya que habíamos ido a parar allí, preguntamos a la gente local si podríamos hablar con alguna persona perteneciente a la tribu de los Waorani, para discutir la posibilidad de visitar su comunidad. Nos dijeron que para eso teníamos que hablar con Yutso, y siguiendo las indicaciones, llegamos frente a un señor con un buzo que parecía una mezcla de cultura hindú con un arcoíris.
Nos explicó que el pertenecía a la comunidad Quechua, pero que podía ponernos en contacto con personas de la comunidad Waorani.
También nos contó que allí vivían personas pertenecientes a ambas comunidades, pero que las tribus «menos civilizadas» vivían en lo profundo de la jungla, a unos 140 kilómetros, selva adentro.
Nos hubiera encantado conocer a estas tribus, pero claro, necesitábamos quien nos guie y las condiciones monetarias serían excesivas.
Luego de esperar un rato, Yutso apareció con dos personas de rasgos típicamente Waorani, según lo que habíamos visto en internet.
En compañía de ellos tres, nos adentramos un poco por caminos entre la selva hasta llegar a una especie de parador solitario, donde había cabañas hechas de paja, y algunos techitos que brindaban una necesaria sombra.
Resulta que estábamos en la reserva Pashpanchu, un lugar en medio de la selva, muy bien cuidado y en el cual no se pueden realizar actividades como siembra ni nada que altere demasiado la naturaleza del lugar.
Bajo uno de estos techitos, rodeados de naturaleza y bichitos que venían a chusmear a estos gigantes habladores, empezamos a conversar sobre la cultura Waorani.
Quien había investigado más al respecto era Wa, y por tanto, era él quien mostraba más interés y hacía más preguntas. La idea era corroborar los pocos datos encontrados en internet y separar la verdad del mito.
Pudimos grabar toda la conversación en formato audio; duró bastante tiempo, y aunque la vamos a dejar aquí debajo para quien quiera escucharla, también me gustaría ofrecer un resumen escrito sobre la cultura Waorani, basándome en lo que ellos nos contaron, tanto en el audio como fuera de el, y en algunos otros aspectos externos que recogimos. Este apartado está escrito entre los dos, Wa y yo.
CULTURA WAORANI, CONTADA POR SUS INTEGRANTES
Waorani es el nombre por el cual se conoce a los integrantes de las comunidades indígenas de la selva Ecuatoriana.
A día de hoy se diferencian entre los que están aculturizados y los que no (antiguamente llamados «contactados» y «no contactados»).
Si bien una gran parte de ellos están aculturizados, siguen manteniendo costumbres típicas, y hablando su idioma originario, el Huao Terero.
En el pueblo de Pompeya, conviven comunidades Waorani y Quechua; este acercamiento fue posible gracias a los misioneros Capuchinos que llegaron para evangelizar a los Quechua. Antes de esto, los Waorani, quienes habían llegado primero al territorio, tuvieron muchos enfrentamientos con la tribu Quechua, llegando a matarse entre ellos.
A día de hoy, no sólo conviven en comunidad, sino que además, a pesar de que es una violación a la cláusula establecida en su «acuerdo de paz», hay 3 cruces entre Waorani y Quechua, y las familias involucradas lo han aceptado de buena manera.
*Actividad económica:
Antigüamente, los Waorani no utilizaban la compra-venta, sino que comerciaban a través del trueque familiar.
Hoy en día, los más aculturizados realizan ya actividades basadas en compra-venta y trabajan en ciudad como guías, maestros, etc.
Incluso venden tours de acercamiento a las tribus para los turistas, y venden sus productos a precios considerablemente elevados (en dólares).
*Inserción en el mundo contemporáneo:
A día de hoy existen aquellos que «salieron al mundo exterior» para superarse (citado textualmente de sus palabras) y son los que hoy vemos vestidos con ropa de marca y utilizando smarthphones. Aquellos Waorani «contactados» se mantienen también a base de ayudas del Estado, quien les provee de lanchas a motor Yamaha y subversiones económicas.
Pero también están aquellos que prefieren vivir como desde hace decenas de años atrás, para conservar sus costumbres.
De hecho, antes se identificaban entre ellos por las perforaciones en las orejas, pero con la llegada de los misioneros y la aculturización, esa costumbre fue siendo dejada de lado, asi como la endogamia.
*Relación con las petroleras:
Recientemente transcendieron noticias entorno a el “conflicto” entre Waoranis y las petroleras, noticias como esta.
Cuando a veces vemos este tipo de noticias en los medios, tenemos que tener en cuenta varios factores:
de las 810.000 hectáreas reconocidas que tienen los Waorani, separadas en 3 provincias, algunas de las comunidades que allí viven están de acuerdo con las petroleras, y otras no.
Las tribus contactadas (hay Waoranis en este grupo) y las no contactadas (también hay Ex -Waoranis (Tagaeris), entre otros) manejan el asunto petrolero de forma diferente, de hecho muchos de los sangrientos y mortales enfrentamientos entre los Waorani y los Taromenane, en parte se basa en acusaciones cruzadas con respecto al territorio.
Los Taromenane culpan a los Waorani de “venderse” ante las petroleras y las multinacionales, algo que si uno observa las ayudas estatales y otras que reciben y su forma de vida, le empiezan a cerrar algunos cabos (¿que hacen Waoranis, Kichwa y otras tribus con lanchas motorizadas Yamaha, trabajando en petroleras o actividades turísticas?). De hecho, en estos enfrentamientos, no corre la ley como en el resto del estado, sino sus propias leyes, ellos pueden matarse literalmente (similar a lo que ocurre a veces en partes de la sierra boliviana, peruana y hasta ecuatoriana).
Ésto, sumado a la formación de los Tagaeris (Waoranis que se recluyeron en la selva para evitar la culturización), da a pensar que efectivamente los Waoranis se dividieron en (por llamarlos de alguna forma) “vendidos/culturizados” y “arraigados/arcaicos”.
Y el simple hecho de ver como algunas petroleras extraen petróleo sin problemas como Repsol y se hacen juicios a otras como Chevron (la noticia que sale en los medios), uno tranquilamente puede pensar que los juicios son solamente conflictos de intereses entre 2 petroleras por controlar el territorio.
*Contacto con misioneros:
A diferencia de los Quechua que fueron contactados por los Capuchino, los Waorani fueron interceptados primero por los ILB (Instituto Lingüístico Brasilero).
Fue muy difícil lograr un acercamiento con estas tribus, y esto se debió a que la primera vez que llegaron misioneros, murieron más de 300 Huaroni a manos de una epidemia de una enfermedad traída por estos misioneros, así que más adelante, en 1954 cuando llegaron 5 misioneros americanos, fueron asesinados por la tribu. Al día siguiente su familia fue a rescatarlos, pero también fueron asesinados.
En 1958 llegan más misioneros americanos y discuten cada cual por sus respectivas muertes, hasta que la situación termina en conflicto y los americanos matan a algunos Waorani, entre ellos los padres de Dayuma, una mujer Waorani que fue muy importante en la comunidad, ya que ella escapó, junto con sus hermanas, de la matanza de los americanos y fue acogida por una misionera que luego, a través de ella, Dayuma logró la reconciliación de su tribu con los misioneros, al subir a sus aviones y hablarle a su gente a través de un altoparlante, convenciéndoles que venían en son de paz.
Gracias a esto fue posible el acercamiento de los misioneros, a las tribus Waorani.
A partir de aquí, la mayoría de las características que mencione de los Waorani son referidas principalmente a aquellos que mantienen sus costumbres de hace cientos de años atrás, mayormente los que no están aculturizados.
*Religión:
Ellos hacían llamarse hijos del sol, pero con el tiempo esta denominación perdió fuerza frente a la que usan actualmente, hijos del jaguar.
Muchos Waorani mantienen arraigada su religión original, siendo el más famoso un hombre de Bameno que cuenta con 115 años, y se le conoce como Kamperi.
Kamperi tiene uñas muy largas, y se baña únicamente con agua de lluvia, la cual junta en hojas de lengua de sapo y filtra conpolvo de gamuza, extraída de la naturaleza.
Según nos contaron, es capaz de predecir el futuro, hecho que nuestro entrevistado vivió en carne propia.
Actualmente los Waorani son en su gran mayoria cristianos católicos debido a las misiones capuchinas.
*Alimentación:
El alimento favorito de los Waorani es el tucán, y como premio consuelo, el mono.
A diferencia de los Quechua, que acostumbran brindar el alimento a sus invitados, si un Waorani te invita a su casa y hay comida, tenés que servirte sin preguntar; ellos consideran que desde el momento que te permiten entrar a su hogar, todo lo que hay allí te pertenece también y no necesitás pedir permiso para consumir nada. Si esperás a que te inviten, probablemente te vayas sin comer.
*Festividades:
Las festividades más grandes de los Waorani, son aquellas en donde se realiza la famosa chicha asada, una preparación hecha de yuca y cuya elaboración es muy compleja y ritualistica: aquel que la hace debe permanecer 7 días sin comer, sin mantener relaciones sexuales, apenas bebiendo unas pocas gotas de agua, para mantenerse lo más puro posible.
A estas fiestas asisten todos los cazadores de las comunidades, y ofrendan una lanza para la persona que organizó la fiesta, la cual se prepara con la ayuda de todas las familias de la comunidad, quienes deben cortar leña, talar varias hectáreas para realizar la fiesta, sembrar y cosechar yuca, etc.
Llegan a asistir hasta 30.000 personas a este tipo de festividades.
*Matrimonio:
Los Waorani solian cruzarse entre primos y hermanos, es decir, mis hijos podrían casarse con los hijos de mi hermano, y sería perfectamente normal.
No existe el amor previo, de hecho, en la mayoría de los casos aquellos que se casan no se conocen. Cuando un Waorani quiere pedir «la mano» de la hija de una pareja, todo se desarrolla más como un acuerdo, una negociación; primero debe hablar con los padres de la futura esposa, y realizar cantos donde imitan animales y cuentan historias, cantos que pueden durar toda la noche. Al amanecer, el matrimonio ya está decidido.
*Cantos:
La verdadera forma de saber los pensamientos y costumbres Waorani es oírlos cantar. Según ellos, quienes someten a entrevista a los Waorani no van a tener la versión certera de los hechos, sino una versión distorsionada por los acontecimientos del momento.
En cambio, en los cantos, que suelen realizarse durante las fiestas, los Waorani cuentan su vida desde lo más profundo de su corazón; solo así, sabremos su verdadera historia.
*Endogamia y las deformaciones de 6 dedos:
Habíamos leído que era común entre las tribus Waorani que nacieran personas con 6 dedos en manos y pies. Al intentar comprobarlo, las personas con quienes hablamos nos dijeron que es cierto que cada tanto nace un Waorani con esta característica (a quien suelen apodar «24», cariñosamente) pero no saben explicar a qué se debe este extraño fenómeno. Consideran que probablemente se deba al cruce entre parientes (antes de la llegada de los capuchinos eran obligatorio que para casarse, tuviesen al menos algún vinculo familiar cercano).
Lo extraño de esto, es que, a diferencia de una deformación, estos dedos son completamente útiles, es decir, pueden moverlos y tienen fuerza en ellos como cualquiera de los demás, lo que nos hace pensar que no es una simple malformación, sino que parece una especie de «evolución» o algo por el estilo.
Con la llegada de los misioneros, poco a poco los Waorani fueron dejando los matrimonios endogámicos. A día de hoy, los «contactados» forman familia por amor, a diferencia de sus antepasados.
Esto podría tener asidero con los enfrentamientos a los Taromenane, ya que entre los pactos Waorani (contactados) con las entidades internacionales, figura la extracción de muestras de sangre y ADN por una empresa privada, según denuncias que se escucharon por parte de los mismos Waorani.
*Enfrentamiento con los Taromenane:
Antes, los Waorani pertenecían todos a la misma comunidad, pero en 1974, un Waorani mató a Alejandro Labaka, provocándose la separación entre los Waorani y los Tagaeri (conocidos también como Taromenane, que era el nombre del jefe de un clan Tagaeri).
Básicamente, los Tagaeri fueron aquellos que respondieron violentamente hacía los misioneros y las petroleras y eligieron separarse del resto de la tribu, formando una tribu aparte que vive en lo profundo de la selva. Esta tribu se considera peligrosa ya que no dudan en atacar a la primera persona que no sea de su clan, sin detenerse a preguntar si vienen en son de paz o no.
El último enfrentamiento que se produjo, fue porque los Tagaeri intentaron matar a los Waorani aculturizados.
Luego de esto, pasaron varios años hasta que los Waorani decidieron ir a visitarlos para llegar a algún tipo de acuerdo, y cuando los encontraron, aquellos que realizaron la expedición, volvieron asustados porque contaron que ahora se habían vuelto muy blancos, sumamente altos y grandes en general (monstruosos, decían) y su pulgar de los pies salía hacia afuera, marcando una huella muy peculiar.
Habiéndonos despedido de ellos con un “Huapu Ne”, lo cual significa “gracias” en idioma Huao Terero.
Yutso nos ofreció pasar la noche en uno de los cuartos del refugio.
El mismo tenía una cama de 2 plazas, y un banco, pero el indumento más importante era un dosel que cubría toda la cama, con el que podíamos cubrirnos al dormir, para que ningún animal nos picara en la noche.
Habiéndonos alertado sobre las serpientes, a quienes les gustaba meterse en cuanto espacio cilíndrico veían, Yutso se despidió y nos dejó en el refugio para que pudiésemos descansar.
Nuestra única comida del día consistió en café instantáneo que siempre tenemos en la mochila, calentado con un zoom (una especie de calentador de agua portátil) que nos ha sacado de varios apuros.
Al día siguiente y con luz solar, el refugio se veía mucho más lindo que la noche anterior, y si bien daban ganas de quedarse disfrutando de la naturaleza, tuvimos que emprender la retirada rumbo a Coca, la próxima ciudad que nos esperaba, caminando nuevamente entre la selva para llegar a la parte habitada de Pompeya.
Cuando encontramos a Yutso, quien recién se había levantado, nos invitó a que lo esperásemos, ya que el también tenía que ir a Coca así que podíamos ir juntos.
Mientras tanto, nos invitó un vaso de chicha de chonta.
La chonta es una planta muy peculiar a la vista, que nos había llamado la atención mientras caminábamos por la selva, y no nos imaginábamos que podía convertirse en chicha.
En cuanto a su sabor… hemos probado cosas mejores.
ENTREVISTA CON LOS WAORANI
EL COCA
Francisco de Orellana, más conocido como «El Coca» es la ciudad más grande en la provincia de Orellana.
A nuestra llegada, caímos en la casa de una Ecuatoriana quien nos esperaba para recibirnos durante unos días. Nuestra sorpresa fue notoria cuando nos recibe un muchacho hablándonos con «YE» y «CHE».
Resulta que la chica vivía con un argentino, y créanme si les digo que está bueno cada tanto, encontrarse con alguien en el viaje que entienda las expresiones rioplatenses que uno usa sin darse cuenta.
El chico también era viajero desde hace años, así que intercambiamos anécdotas.
Y no solo eso… un día comimos milanesas.
Creo que nuestra emoción sólo la entenderán otros Argentinos y Uruguayos, pero bueno, yo la dejo caer nomás.
Pero ojito, que también comimos algo que ya mencionamos previamente en este blog y nos hacía mucha gracia: la chica ecuatoriana nos preparó caldo de bolas.
Otra vez, esta es una gracia que quizás no todo el mundo la entienda (o quizás, sólo los malpensados), pero déjenme decirles que lo grave no fue probarlo… lo grave fue que nos gustó.
EN BUSQUEDA DEL WAORANI DE 6 DEDOS
Así con todo, teníamos una misión que cumplir en El Coca.
Uno de los Waorani con quienes habíamos hablado el día anterior, nos había contado, mientras intentábamos averiguar si era cierto que había muchos Waorani que tenían 6 dedos útiles en cada mano y cada pie, que un amigo suyo trabajaba de guía en Coca, y era conocido como «El 24» por tener precisamente esta característica tan buscada por nosotros.
Es por esto que nuestra misión principal en Coca, consistía en encontrar al Waorani de 6 dedos.
Tomando en cuenta las dimensiones de la ciudad, no parecía una tarea fácil, pero si lo veíamos por el lado de que una persona con estas características físicas tiene que llamar considerablemente la atención, tampoco creíamos que fuera tan difícil. Mucho menos si trabajaba de guía.
El primer lugar donde consultamos fue en la plaza principal de la ciudad, donde nos habían dicho se reunían los guías para realizar recorridos guiados con turistas.
Un policía nos dijo que no conocía a «24», pero nos señaló a 2 señoras que estaban sentadas en la plaza, y nos indicó que ellas eran Waorani y a lo mejor podíamos obtener más información de ellas… pero también nos advirtió que tuviésemos cuidado y cuidásemos la forma en que nos dirigíamos a ellas, que el iba a estar mirándonos desde lejos por si tenía que intervenir. Nos pareció un poco raro pero fuimos con nuestra mejor sonrisa.
La mayor de las dos apenas hablaba español (sólo sabía Huao Terero) mientras que la otra hablaba español pero era de pocas palabras.
La señora mayor nos dijo, entre señas y palabras mezcladas, que su hijo era guía y podía ayudarnos. Nosotros no queríamos que se enojaran cuando les decíamos que no buscábamos a cualquier guía, sino a aquel que tenía 6 dedos en las manos.
Era complicado, porque tampoco queríamos ofenderlos, haciéndoles sentir como que buscábamos una atracción de circo, como si esa característica fuera la más importante de su cultura.
Después de un rato de una charla que difícilmente nos estaba llegando a algún lado, el policía se acercó y preguntó si todo estaba bien. Además, intentó hablar con la señora, y explicarle lo que buscábamos, para asegurarse que no nos estarían engañando. Finalmente, nos dijo que parecía todo en orden, y se fue.
La señora nos presentó a su hijo guía, quien nos dijo que conocía al Waorani en cuestión pero que hacía días no iba a la plaza.
Nuestro primer intento había sido fallido.
Otro día, fuimos al puerto, y decidimos consultar en el Ministerio de Turismo primero, donde la chica que nos atendió no tenía ni idea que habían Waoranis con estas características, y se limitó a darnos un mapa con posibles atractivos de la ciudad.
Luego, consultamos en locales que vendían tours con tribus Waorani.
En uno de esos lugares, dimos con una muchacha, también de descendencia Waorani, que nos atendió muy amablemente, e hizo lo imposible por ayudarnos. Mientras ella esperaba una respuesta de whatsapp que podía ayudarnos en nuestra búsqueda, conversamos un rato, nos habló de las elecciones, nos preguntó cosas de Uruguay, nos mostró unos adornos que estaba fabricando, nos presentó a su mamá y su papá, y hasta nos pidió opinión del nuevo logo que estaban diseñando para el local.
Finalmente el mensaje llegó, y ella nos pasó un número telefónico para que hablásemos con un Waorani que podía ayudarnos.
Nuevamente, al día siguiente, nos comunicamos con esta persona y le dijimos cual era nuestro objetivo. Nos citó en la plaza central en la tarde.
Cuando llegamos, nos dimos cuenta que el señor sólo estaba intentando vendernos su tour a la selva.
Costó un poco hacerle entender que no estábamos interesados en pagar un tour, pero al menos nos informó algo importante: que el guía que buscábamos se había operado, quitándose los dedos «extra».
Ya habíamos escuchado esta sospecha de boca del guía hijo de la señora Waorani con quien habíamos hablado antes, pero ahora, este señor nos lo confirmaba.
Aun así, insistió en que, si le comprábamos un tour, podíamos convivir una semana con los Waorani y que en la tribu habían dos niños con ésta característica genética.
Agradecimos el ofrecimiento, pero no podíamos permitirnos ese gasto.
Y así fue como concluyó nuestra búsqueda de «24», el Waorani de 6 dedos que nunca conocimos.
Y sólo a modo de aclaración, nuestra intención nunca fue observarlo como animal de circo, sino desmitificar algo que habíamos leído en internet pero de lo cual no teníamos pruebas certeras.
Si bien varios integrantes de la comunidad Waorani nos afirman sobre la existencia de esta deformación genética, nosotros continuamos, a día de hoy, sin poder confirmar su certeza.
LA LANCHA DEL COCA HACIA ROCAFUERTE
La siguiente parada en nuestra travesía Amazónica era Rocafuerte, el último pueblo Ecuatoriano antes de entrar a Perú.
Para ello, tomamos una lancha que nos dejaría allí. Nosotros utilizamos una empresa llamada Kamu Kamu, en referencia a una fruta llamada Camu Camu, tipica en la selva Amazonica.
Su costo fue de 18,75 dólares, y el viaje duró unas 10 horas.
TIP RATA: en esta empresa, si comprás pasaje para el día sábado o lunes, el almuerzo viene incluido.
La lancha sale a las 07:30 de la mañana (podés servirte cafecito de cortesía mientras esperás, porque ya saben… siempre es mejor llegar un poco antes) y es realmente puntual.
Van nombrando uno a uno a todos los pasajeros, pidiéndoles el pasaporte (en caso de extranjeros) y dando un chaleco salvavidas a cada uno.
Luego de eso, ya podemos subir a la lancha.
Básicamente es como ir en un bus pero por el agua.
La lancha iba parando en pueblitos a la orilla del Amazonas, en donde subía más gente, y muy pocos bajaban.
Algo que me llamaba muchísimo la atención, y que luego vería se cumplía en todas y cada una de las lanchas que tomásemos, era que siempre, pero SIEMPRE había niños descalzos esperando ver las lanchas llegar.
A cada orilla que nos deteníamos, había al menos 6 niños, muchos descalzos, mirando con esa curiosidad inocente que no conoce de vergüenza, a la gente que viajaba en esa lancha que paraba en su pueblo.
Me pregunto si sería sólo curiosidad, o si esperarían algo de nosotros… Si la lancha sería el acontecimiento del día, el medio de transporte del cual puede bajar comida, golosinas, o eventualmente, adivinarse extraterrestres que vienen de tierras lejanas.
A medio camino, la lancha se detuvo en un pequeño parador, un pueblo perdido en la selva, para que almorzásemos.
Todos bajamos, hasta los más austeros, porque sí, claro que habíamos aplicado el método mochilero rata para tener la comida del día cubierta… comida que como no podía ser de otra manera dado que nos acercábamos a Perú, incluía sopa, arroz y pollo.
Comimos exageradamente rápido, y el barquero me hacía señas desde la lancha mientras gritaba «come on, come on» cuando salí corriendo última del baño, que consistía en 4 tablas de madera y un water de porcelana que más se parecía a una olla, sin cisterna, donde tenías que salir del cubículo, meter un balde chico en otro más grande lleno de agua, y con eso, hacer que tus desechos se fueran al inframundo.
Y sí, claro, como no podía ser de otra manera, me hablaban en inglés.
ROCAFUERTE
Cuando llegamos a Rocafuerte, la tarde amenazaba con convertirse en noche, pero aplicados como somos, lo primero que hicimos fue ir a migraciones.
Y acá hago un inciso para aclarar que el edificio de Migraciones no es tan sencillo de encontrar, y cuando lo encontrás no te das cuenta que estás dónde querías estar, porque no hay nada afuera del edificio que indique que ese lugar corresponde a migraciones.
Nosotros de hecho, nos metimos al edificio y nos sorprendió un patio enorme rodeado de cuartos, como si fuera una pensión. De repente, de uno de esos cuartos sale un muchacho y nos grita «ya voy a ayudarlos».
El, era el encargado de sellarnos el pasaporte.
Cuando estábamos volviendo hacia la costa para averiguar por las canoas que salían rumbo a Pantoja, la ciudad limítrofe de Perú, un señor nos intercepta para apurarnos, diciendo que el tenía una canoa pero que teníamos que salir ya si queríamos cruzar el río, porque después se haría de noche.
Después de «interceptar» unos 3 turistas más (que con nosotros completaban el cupo de turistas que había en el pueblo) y convencerlos, fuimos todos en esa canoa que se bamboleaba y amenazaba con darse vuelta al más mínimo soplo de aire.
La dudosa apariencia de los paisanos, unido a su apuro por llevarnos, el sol que comenzaba a caer, y el machete de unos 70 cms que relucía en el piso de la canoa, no ayudaban a calmar a nadie, pero, de todas formas, estábamos dispuestos a correr el riesgo.
Con los bufidos nerviosos de los otros extranjeros y a la voz de «fuck» cada vez que alguien se movía y la canoa se inclinaba hacia uno u otro lado, la tarde llegó a su fin.
Un señor oriundo de Perú, se sentó de frente a nosotros, y mientras fumaba un cigarro, nos contaba sus historias de avistamientos de anacondas, noches atrapado en la selva, y cazas de jaguares con un pequeño cuchillo… historias en donde el era, aparentemente, la viva imagen de Rambo.
Luego de dejar a este señor en su casa, que quedaba en una isla pérdida en medio del río, se nos unieron un hombre, una mujer, dos perritos y un cacho de plátanos.
Los ríos en la selva son como una avenida de ciudad, cada tantos metros hay un hueoc y allí vive alguien, con su pequeño lugar para atar el bote, podríamos decir que se pueden recorrer a remo los ríos amazónicos si ndesesperarse, cada 50 o 100 mts hay alguna casa.
Y la noche nos sorprendió, flotando en una pequeña canoa, en medio del Río Napo, afluente principal del Amazonas.
Intenté fotografiar el momento, pero estaba tan oscuro que no se pudo, así que les dejo una foto unos momentos antes que cayera la noche.
Tratando de ensordecer las voces nerviosas de los demás turistas que preguntaban cuánto faltaba para llegar, disfrutamos el momento; al final de cuentas, ¿cuántas veces en la vida vamos a estar en una situación como esa?
Para mi, un ser citadino, abordar una canoa era ya suficientemente exótico, como para además, sumarle el hecho de estar en un río tan salvaje e importante como lo es el Napo, y aun más, si sumamos el misterio que la noche siempre trae consigo.
En este punto, nos podemos olvidar del machete y el bamboleo, y dedicarnos únicamente a disfrutar de los bichitos de luz que convertían la noche en algo más mágico de lo que ya era, y de los sonidos entremezclados de cientas de especies de insectos, seguramente, desconocidas para nosotros.
Y no estaba errada… La aldea que nos recibió no nos brindó experiencias tan lindas como la canoa.
todo esto es un paseo turistico nada mas, nada que aprender, solo para sacar plata a los turistas porque no pueden ver a los verdaderos huaroanis.