¿Pero cómo? ¿Ustedes no habían visitado ya la Montaña de Siete Colores en Purmamarca, Argentina?
Bueno, sí, pero esta es otra montaña, y me atrevería a decir que es más interesante que la de Argentina… así como también más matadora.
PITUMARCA
Según averiguamos, el camino más común para llegar a la Montaña de los Siete Colores de Perú, es accediendo a través de un pequeño pueblo llamado Pitumarca, así que hasta allá nos fuimos.
Cuando llegamos nos dimos cuenta que esta fiebre de colores había convertido al pueblo, si bien manteniendo su esencia de pueblo, en un atractivo turístico. Habían muchos precios dedicados a los turistas, y pocos lugares donde poner la carpa, así que decidimos irnos un poco más allá, caminando, hasta llegar al próximo pueblo.
HUITO
Cuando llegamos a Huito, vimos que la cosa adquiría otro matiz; no había turistas a la vista, toda la gente que pasaba, sola o con sus ovejas, nos saludaba (típico de gente de pueblo chico) y en general el ambiente era más humilde. Allá nos queríamos quedar a pasar la noche, para al otro día partir con todas las fuerzas a la montaña.
Ya era prácticamente de noche cuando nos metimos en un almacén a comprar un poco de pan, queso, y algo de tomar. La señora que nos atendió con una sonrisa nos preguntó si íbamos a la montaña de siete colores, y nosotros aprovechamos a retrucar preguntando si sabía de algún lugar donde pudiésemos poner la carpa (si bien habíamos visto algunas potenciales parcelas de pastito limpio, siempre es mejor preguntar). La señora nos dijo que llamásemos al señor de la casa de en frente que tenía un buen espacio con pasto donde podíamos arreglar con el por un precio económico. Eso del precio ya nos asustó un poco, porque nuestra idea era tirar la carpa por ahi justamente para ahorrar dinero, pero bueno, ahora había que esperar al tal fulano para ver qué salía.
La señora nos acompañó afuera del almacén y se puso a grito pelado a llamar al señor.
Al rato, del terreno de en frente aparece un don de unos 50 años con un muchacho joven; les explicamos que estábamos buscando un lugar donde acampar, y el señor nos ofrece su patio de forma totalmente gratuita.
Nos muestra varios lugares donde podíamos poner la carpa, y cuando elegimos uno, nos dice que tienen un restaurante y podían ofrecernos café por 3 soles, pero luego terminó ofreciéndonos agua caliente gratis. Le dimos las gracias unas cuantas veces y nos pusimos a armar la carpa con la luz del celular, mientras ellos se volvían al restaurante/casa.
Luego de tener la casita armada, aceptamos la oferta del agua caliente, y habiendo cenado café calentito con pan y queso, nos dormimos para reponer fuerzas para el día siguiente.
Todavía no teníamos dónde dejar las mochilas, así que la idea era subir la montaña con mas de 15 kilos a cuestas… ilusos de nosotros, que no sabíamos lo que nos esperaba.
PRIMERA PARADA: LA BASE DE LA MONTAÑA
Nos despertamos a las 07:00 porque nos habían dicho los señores del restaurante, la noche anterior cuando fuimos a pedir agua caliente, que pasaba un bus a las 08:00 que nos dejaba justo donde comienza la subida a la montaña; podiamos ir caminando pero eran más de 20 kilómetros a pie, para luego recién comenzar a subir, así que no era negocio; además, el bus era local, o sea que no nos cobraría más de 5 soles cada uno (que igual, obviamente, era precio de turista).
Antes de irnos, quise preguntar a la gente del restaruante si nos podía cuidar las mochilas, porque yo me negaba en rotundo a subir con semejante armatoste a cuestas.
Por suerte, esta gente era un sol (es decir, un astro rey, no una moneda) y aceptaron sin inconvenientes, así que dejamos las mochilas grandes y solo nos llevamos la mochilita chica con las botellas de agua y lo que tenia dentro.
Cuando le preguntamos el precio del boleto a una Cholita, porque el chofer se había bajado, nadie nos quiso responder… se vé que tienen como una especie de acuerdo en donde saben que al turista le cobran más, entonces por las dudas no nos dijeron el precio.
De todas maneras, nos terminó saliendo 4 soles cada uno, y después de ver el camino, no tuvimos quejas al respecto.
Y acá viene algo importante:
Cuando les digan que pueden llegar a la Montaña de Siete colores caminando desde Pitumarca, tomen esto con pinzas, y prepárense para tomar un mini bus hasta, al menos, la base de la montaña.
Desde Pitumarca o desde Huito inclusive hay más de 20 kilómetros de camino en subida y plagado de curvas, y si a eso le suman la subida a la montaña hasta llegar al «parador», y luego desde allí la segunda subida, créanme, no lo van a poder hacer en un día.
La forma más económica es tomar un mini bus que los deje en la parte baja de la montaña, y desde allá, tomar aire, tomar mucho, muchísimo aire, y arrancar a caminar.
Desconocemos por donde pasa el mini bus en Pitumarca, pero desde Huito pueden tomarlo en una especie de pequeño puente azul que está al costado del camino principal del pueblo, que pasa sobre las 08:00 hs y probablemente les cobre 4 soles.
SEGUNDA PARADA: AL PIE DE LA MONTAÑA
El bus los va a dejar justo donde comienza la subida, frente al cartel verde que les dá la bienvenida a la Montaña de Siete Colores.
Acá es donde empezamos a subir, y donde comenzamos a morir un poco más rápido.
La subida es tremenda, pero espérense, que lo que viene despúes es peor, les adelanto.
Cuando ya habíamos recorrido más de la mitad del camino, escuchamos el sonido de un motor que se acercaba a lo lejos. Sabiendo lo difícil que es que alguien en Perú nos levante, mi cansancio era tal que quise hacer dedo de todas formas.
Para nuestra sorpresa, el auto paró, pero claro que cuando nos acercamos, los simpáticos tripulantes nos dijeron que nos podían subir hasta el parador que está arriba de la montaña, por 5 soles (en total). Más que nada por lo muerta que ya estaba yo, aceptamos.
Se trataba de una familia, padre madre e hija, que iban a pasar el día en la montaña. El era guía de turismo de la misma montaña, así que la conocía muy bien y estaba acostumbrado a subirla, y la hija era personal trainer que vivía en Lima, así que la entusiasmaba el desafío de la subida y el cambio de aires. En cuanto a la mamá, era una señora sumamente simpática pero de pocas palabras.
Resulta que no nos quedaba tanto para llegar al parador, así que en 10 minutos estábamos ya bajando todos juntos del auto.
TERCER PARADA: EL PARADOR
No no no, no se hagan ilusiones, una vez que llegan al parador todavía no están cerca de la cima, de hecho, aún falta lo peor.
MUAJAJAJAJA.
Perdón, no lo pude evitar, ¿dónde estábamos?
Una vez llegan al parador, lo primero que va a suceder es que se van a acercar algunos señores a ustedes para ofrecerles cosas varias: agua, gorritos con tapaorejas, pochos para la lluvia, subir la montaña a caballo, etc.
Nosotros en principio no aceptamos nada, pero claro que todo lo que estos señores ofrecían tenía lógica, es decir, todo podía ser necesario, así que vamos a dejar claras las cosas que necesitan llevar a la montaña, para que no los agarre de improviso o para que no tengan que pagar soles extra por cosas que podían llevar ustedes.
¿Qué llevar a la montaña de siete colores (y que si no llevan, igual se los van a ofrecer en el parador)?
AGUA: esto sí que es necesario. Los kilómetros que hay que subir son muchos, y muy cansadores, así que, si bien no conviene que carguen con demasiado peso, sí es conveniente que lleven unos 2 litros de agua para no deshidratarse en la subida. Después se van a dar cuenta que solo van a poder hacer una cosa por vez, es decir, van a tener que elegir entre respirar o tomar agua, pero ambas cosas son necesarias, si si.
- PROTECTOR SOLAR: Pónganse protector solar antes de subir, y si quieren, lleven más para retocarlo. Nosotros sólo nos pusimos al salir, y no nos quemamos, pero también es cierto que agarramos un día nublado. Escuchamos de gente que por ponerse protector una sola vez en días muy soleados, volvieron achicharrados, así que tomenlo en cuenta.
- GORRO Y TAPAOREJAS: El gorro en principio les va a servir para el sol, en caso que lo haya, y luego para el frío que les va a agarrar a medida que vayan ascendiendo. Y los tapaorejas (que a veces vienen incluidos en algunos gorros, como el del Chavo por ejemplo) les van a servir para que no les duelan los oídos cuando empiecen a sentir que el viento les sopla finito allá pasando los 4000 metros de altura.
Nota: nosotros no llevamos tapaorejas y si bien no nos dolieron los oídos, reconocemos que no hubiera sido mala idea llevarlos unos.
- ACLARACIÓN IMPORTANTE: nunca se saquen el gorro una vez que están más allá de 4000 metros. Si lo hacen, el cambio de temperatura repentino a tremenda altura les puede provocar tirones muy desagradables en lo mas profundo de su cerebro, así que mejor, no dejen que se les vuele el gorrito..
- ABRIGO: Lleven un abrigo que soporte bien el viento y que les cubra el cuello (o lleven también bufanda o pañuelo). Al principio me van a odiar por recomendarles esto porque la subida los va a dejar de lengua afuera, pero cuando estén allá arriba, y sientan la ventolera fría que les va a calar los huesos, se van a acordar de mí. Si el abrigo que llevan es además impermeable, mejor, porque de esa forma se ahorran el ponchito para la lluvia
- PONCHO PARA LA LLUVIA (opcional): nosotros no llevamos, y en el parador vendian unos por 10 soles, pero la verdad es que como no llovió tampoco fue necesario. Esto queda a puro criterio personal, si ven que va a llover, tomen precauciones (pero olvídense del paraguas… El viento arriba es cruel).
- HOJAS O CARAMELOS DE COCA, O PASTILLA PARA EL MAL DE ALTURA: nuevamente, nosotros no llevamos nada de esto, pero el señor que nos llevó hasta el parador (que luego nos acompañaría todo el trayecto) nos dió caramelos de coca, y podemos decir que puede servir para hacer un poco más llevadero el cansancio. Si ustedes son propensos al mal de altura, o no se aclimataron a la altura unos días antes, quizás lo mejor sea que lleven una pastilla para el mal de altura. Nosotros ya veníamos de estar 15 días en Bolivia a 3600 metros, y unos días mas en Puno a 3800, asi que ya estábamos algo acostumbrados a la altura; aún así, si bien el cansancio es inevitable, al menos no sufrimos dolores de cabeza, ni sangrado de nariz, ni nauseas.
- CABALLO: sí, lo mejor es que se lleven un caballo en el bolsillo, para desenfundarlo cuando sientan que el oxígeno del planeta se extinguió para nunca jamás volver. Sino, no se preocupen, se lo van a ofrecer en el parador por la modica suma de 60 soles la subida o 90 soles la subida mas la bajada también.
Ok, si bien esto último de llevar un caballo en el bolsillo era broma (¿era realmente necesario aclararlo?) sí que es cierto que cuando lleguen al parador les van a ofrecer subir y/o bajar a caballo, y esos son los precios reales que nos ofrecieron a diciembre de 2018.
Y, sinceramente, no deja de ser cierto que es MUY probable, a menos que tengan una resistencia física nivel Rocky cruza con cucaracha, que en algún punto del trayecto necesiten recorrer un tramo a caballo (o a espaldas de cualquier otro ser caritativo que los quiera cargar).
Ahora que estamos listos para la tortur… digo, para la subidita a la montañita, lo único que queda hacer es pagar la entrada.
La boletería se encuentra justo al lado del comienzo del camino que los lleva a la cima, y el costo es de 10 soles por persona (no recuerdo si era precio diferencial para extranjeros o si era asi para todos).
Les van a dar un ticket, que si bien les conviene guardarlo porque más adelante hay una casilla donde en teoría se los van a pedir, en nuestro caso esa casilla estaba vacía asi que no sabría decirles de qué tanta utilidad les serviría conservar el ticket, pero más vale prevenir que lamentar.
Ahora sí, que comience la travesía.
HASTA LA CIMA DE LOS COLORES YO NO PARO, YO NO PARO… ¿O QUIZÁS SI?
Nos causaba gracia que al lado nuestro iba caminando un señor de los que estaban en el parador, con un caballo detrás suyo agarrado con una cuerdita, a pesar de que habíamos dejado bien en claro que no queríamos alquilar un equino.
La subida la hicimos con el señor del auto, es decir, el que era guía de la misma montaña; su hija comenzó a subir trotando (sí, trotando… les dije que era personal trainer) y la señora sí iba a caballo.
Nosotros íbamos con el señor, que nos sacaba bastante ventaja, sobre todo por mi culpa que cada 20 pasos me moría y tenía que parar a respirar.
Cada vez que frenaba, el señor del caballo me miraba sonriendo y me decia «¿caballo señorita?» a lo que yo, con mi orgullo todo inflado (aún) respondía que no con una sonrisa.
Cuando esos 20 pasos se convirtieron en 15, Wa siguió caminando al ritmo del señor, y yo iba un poco más atrás, muriendo.
-¿Caballo señorita?
-No… no, gracias.
Cuando los 15 pasos se convirtieron en 10, ellos me tenían que esperar sentados a que yo pudiera volver a respirar para rato después alcanzarlos.
Y cuando los alcancé, el señor me dió caramelos de coca para que fuera chupeteando, que eso me iba a ayudar, decía.
Me metí un caramelo en la boca, me lo dejé contra un cachete, y seguí, a paso de Manuelita yéndose a Pehuajó.
-¿Caballo señorita?
-N… no…. gracias.
Cuando los 10 pasos se convirtieron en 5, y mi respiración se convirtió en un chillido y un tirón en el pecho, y el cartel que marcaba la altura indicaba unos 4200 metros, el señor del caballo preguntó por última vez:
-¿Caballo, señorita?
-… OoOo…. *hiii* (sonido de respiración con chillido)… noOo….
Y el señor del caballo se dió la vuelta, y rendido, comenzó a deshacer el camino volviendo al parador.
Ya sólo estábamos Wa, el señor del auto, y yo.
O debería decir, Wa, el señor del auto ………………………. y yo.
Wa y el señor podían todavía mantener un ritmo decente, mientras que yo no podía avanzar más de 5 pasos lentos antes de tener que detenerme y concentrarme en respirar.
Cuando el cartel marcaba unos 4400 metros de altura, aparecieron unos muchachos con caballos y una cholita me ofrecía terminar la subida a ico ico por unos 60 soles (sí, el mismo precio que costaba desde el parador).
Le dije enseguida que no, que no nos daba la plata (lo cual era cierto) y que como además no había cajero ni en Huito ni en Pitumarca, no podíamos gastarnos lo que nos quedaba (que eran menos de 60 soles).
Pero se vé que el señor me vió tan hecha bolsa (o a lo mejor lo tenía paspado tener que esperarme tanto) que negoció el precio, y consiguió que un caballo me llevara a mi hasta lo mas arriba que el caballo podía llegar, y luego volviera a buscar a Wa que iría caminando con el más atrás y lo llevara también hasta allí, todo eso por 30 soles.
Tuve que aceptar, por mi salud y para no estorbar demasiado a ellos que iban más frescos que yo y tenían que andar esperándome a cada rato, y ver mi patética cara desfigurada y mi andar de zombie cada vez que se daban vuelta.
Así que me subí a Peluchín, un lindo caballo marrón clarito y blanco del cual no pude evitar preguntar el nombre para saludarlo como corresponde mientras le acariciaba la crin, y allá arrancamos.
El lado malo es, que por mi culpa gastamos 30 soles que no pensábamos gastar. El lado bueno es que hacía años que tenía ganas de andar a caballo.
Amo esa conexión que se genera entre el animalito y uno, y si bien me daba muchísima lástima escucharlo respirar cansado en algunas partes, tampoco podia evitar ese placer de sentir el cuerpo del caballo contra mi, y tocar ese cuello musculoso mientras le hacía mimitos y le decía bajito que no se apurara, que igual íbamos a llegar.
El muchacho que iba al lado caminando, llevando la cuerda de Peluchin, también se cansaba a veces, y aunque le ofrecí parar un rato, nunca quiso. Ellos estan acostumbrados a hacer estos trayectos todos los días… bueno, ellos y los caballos.
La verdad que los admiro. Yo no podría sobrevivir ni 2 días así… o quizás sí, pero sólo movida por la alegría de estar rodeada de caballos todo el día.
En un momento, tuve que bajarme de Peluchín porque habían unos metros que era recomendable hacerlos a pie ya que era tan empinado e irregular que podíamos irnos todos a pique, así que bajé y aproveche a ver dónde andaban Wa y el señor.
Casi no podía creer cuando ví, allá a lo lejos, a Wa parado, encorvado sobre sus rodillas, y el señor al lado esperando.
Ya está, si Wa que nunca se cansa estaba así de exhausto, ya no me sentía tan miserablemente culpable.
Recorrí esos… 5 metros a pie, y de lengua afuera llegué nuevamente a donde me esperaba Peluchín y seguimos camino.
Cuando llegamos a la parte más alta que podían alcanzar los caballos, me bajé, saludé al muchacho y al peludo compañero que me había ayudado tanto, y ellos se fueron a buscar a Wa, para llevarlo un trecho hasta donde ahora estaba yo.
Cuando miré lo que faltaba subir, casi se me viene el alma al piso.
Todavía quedaba un trecho bastante empinado para llegar a la cima.
Hacia adelante, veía la silueta de una señora, y hacía atrás, una silueta que venía caminando muy rápido.
Ésta última me alcanzó antes que yo alcanzara a la señora. Resulta que era la muchacha, la hija del señor guia, que venía muy tranquila, y encapuchada, y la señora que esperaba era la mamá.
La muchacha me explicó que tenía que taparme la boca con el pañuelo, porque el aire allá arriba era muy frío, y al respirarlo, no me humedecía la garganta, generando mayor sensación de ahogo.
Intenté hacerle caso, pero sentía que el aire me entraba menos, así que solo le hice caso de a ratitos y seguí subiendo con ellas, hasta que me ganaron demasiada ventaja.
Allá a lo lejos ví llegar a Wa a caballo.
LA CIMA Y LOS FAMOSOS SIETE COLORES
Después de sudar la gota gorda, llegamos a la cima, desde donde podían verse los siete colores famosos de la montaña, esos siete colores por los que casi dejamos los pulmones.
Arriba estaba lleno de turistas, habrían unas 70 personas ahí arriba, y segun nos dijeron, ese día había poca gente… menos mal.
Tambien habían algunas cholitas vendiendo comida, señores vendiendo gorritos con 7 pompones de colores, y hasta un señor ofreciendo un sello en el pasaporte que haga oficial tu pasaje por la montaña más colorida del Perú.
Mi cara debe haber sido un poema cuando el señor nos dijo «vengan, vamos a subir a la cima de aquella montaña para que tengan la mejor vista».
Sí, señoras y señores, arriba de la cima había OTRA CIMA, y esta era bastante más empinada y sin caminito, a pura tierra nomás.
Empezamos a subir, y cuando solo faltaban unos pasos para llegar a la punta, decidí que la vista estaba preciosa para mí, e importandome todo tres pepinos, me senté, ahí mismo en medio de la subida, a escasos pasos de la cima, a comer un pancito que me había llevado en la mochila (y que además, era lo primero que comía en todo el día).
Wa siguió los pasos que le faltaban y sacó fotos desde allá arriba, mientras yo me comía mi pancito sin despegar la vista de los colores, comiendo también el paisaje con los ojos.
En ese punto, estábamos a unos hermosos 5900 metros, el punto más alto al que hemos llegado hasta ahora.
Luego de que nuestros acompañantes nos ofrecieran probar carne de alpaca que le compraron a una señora, y de que yo me muriera de amor tocando a una alpaquita bebé con menos de 14 horas de nacida, y luego muriera de shock cuando me dijeron que la alpaca que estaba comiendo era su mamá (que en teoría era una broma… espero), comenzamos el descenso.
EL DESCENSO
A ver, es cansador, sí.
Duelen las rodillas por el efecto «freno» que hay que ir haciendo, sí.
Pero nunca, nunca va a compararse con la subida.
La bajada es perfectamente realizable de forma bastante rápida, disfrutable y sin caballo.
Y quiero hacer un paréntesis para destacar que, como ya es costumbre, y para quienes no nos creen, Wa subió y bajó toda la montaña con sus amadisimos Crocs y el tan feliz.
Una vez abajo, los señores nos llevaron hasta Huito a buscar nuestras mochilas, y luego hasta Pitumarca para que esperemos allí un transporte que nos dejara en Cusco, nuestro próximo destino.
Todo el trayecto en el auto fuimos charlando sobre distintos lugares para visitar en Perú.
En un momento, la señora se me quedó dormida en un hombro, y Wa en el otro.
Cuando la señora se despierta, se empieza a reir, y dice «pobre señorita, me dormí en su hombro, pero ya nos llevamos bien, ¿verdad mamita linda?».
Me quedé con la ternura de esta famiilia entibiandome en el corazón, mientras esperábamos al costado de la calle, a que alguien nos arrimara hasta Cusco.