- PROLOGO
- EXORCISMO
- QUITO
- CENTRO HISTÓRICO
- VIRGEN DEL PANECILLO
- PARQUE LA CAROLINA
- MUSEO DEL SITIO «LA FLORIDA»
- MITAD DEL MUNDO
- VERDADERA MITAD DEL MUNDO
PROLOGO
En nuestra huida de la Costa Ecuatoriana, sucedió algo digno de mención, y comienza así: en un momento dado, alcanzamos el pueblo de Porto Viejo, y lo atravesamos caminando, para llegar al otro lado del mismo, a algún punto rutero apto para el dedo.
De a poco, las casas fueron dando lugar a zonas más verdes y deshabitadas, hasta que finalmente, nos encontramos en la ruta, con apenas algunas casitas de lata, de apariencia precaria. En vez de pensar en un posible peligro, consideramos que era gente que vivía en muy humildes condiciones, y dejando las mochilas en el piso, nos dispusimos a pedir aventón a los pocos autos que pasaban.
De repente, unos cuantos metros delante nuestro, vemos asomar una persona de entre los matorrales que nos hacía señas para que fuésemos hasta donde estaba el. Como somos precavidos que da miedo, le dije a Wa que esperara que yo iba… y allá fui, sola, corriendo, con la riñonera con los documentos y todo. Cuando llego me encuentro con que en esas parte, entre la vegetación, había una especie de «techo» muy rústico, hecho de hojas y troncos, y debajo de el, fumaban varios muchachos de entre 20 y 40 años.
El que nos hacía señas me dio la mano y me empezó a preguntar de dónde éramos, si siempre viajábamos así a dedo, etc. Luego preguntó si teníamos agua, y como justo habíamos olvidado cargar nuestras botellas, el se ofreció a darnos agua. Le hizo unas señas a otro muchacho, que se metió a una de las casitas de lata y yo fui a buscar la botella.
El chico de la casita volvió con una olla llena de agua, y luego de esto, el señor que nos había llamado, fue hasta donde estaba Wa y se ofreció a llevarnos en su moto, de a uno, hasta un lugar donde fuese más fácil hacer dedo. Como sólo podíamos hacerlo por turnos, por cuestiones de seguridad, decidimos declinar la oferta, y seguimos haciendo dedo, mientras el señor volvió con su grupete de fumones.
Enseguida aparece una moto de policía y se detiene al lado nuestro.
Creíamos que iba a tratarse del típico interrogatorio de rutina, pero no.
El diálogo fue más o menos así:
-Muchachos, ¿qué hacen acá?
-Estamos haciendo dedo, a ver si alguien nos lleva.
-Pero ¿por qué están acá? ¿Cómo llegaron?
-Caminando, desde Porto Viejo. Quedamos ahí y preferimos salir del pueblo para hacer dedo hacia las afueras.
-Pero, vinieron caminando… ¿y no les pasó nada?
-Ehhh (intercambiamos miradas de «no entiendo nada») no… nada…
-¿Saben que están parados en un punto muy peligroso? No sé como llegaron hasta acá caminando y no les pasó nada…
-No pero, acá hay algunas casitas, y esos muchachos nos dieron agua.
-Sí, ellos son los que roban.
-Ah…
-Bueno, esta no es mi jurisdicción, yo justo pasaba y no puedo quedarme con ustedes, pero voy a esperar 10 minutos a ver si los llevan, porque no quiero dejarlos solos acá. Pero mas de eso no puedo.
Tanto hizo que se quedó con nosotros, hasta que pasó un bus local y nos dijo que lo tomásemos, para que nos dejara en «El Zapallo», un pueblo más seguro.
Eso hicimos, y después de 2 horas haciendo dedo en el Zapallo, sin éxito, decidimos salir un poco más del pueblo hasta ir a parar a una especie de parada de bus, que si bien no es lomás recomendable, al menos había árboles que nos daban sombra.
Ahí estuvimos como media hora más, hasta que de pronto, se detiene un auto de policía.
Cuando la puerta se abre, escuchamos una voz ya conocida que nos dice «suban que nos vamos».
¿Te lo veías venir?
¿Adivinaste?
¿Eh? ¿Eh?
Sí, era el mismo policía de hoy, que ahora pasaba con su superior en la patrulla, y nos salvaba por segunda vez.
Con ellos llegamos hasta «Calderón», un pueblo a unos kilómetros de «El Zapallo». No es que nos adelantaran mucho, pero nos hicieron pasar a la seccional para descansar un rato, y darnos agua fresca.
Y por si se lo estaban preguntando, no, en ningún momento nos pidieron los datos ni nada, así que no era una ayuda encubierta con segundas intenciones.
Al rato estábamos haciendo dedo nuevamente, mientras los buitres esperaban que nos cansásemos para darse un festín.
Lo siento Condoritos, otro día será.
EL EXORCISMO EN EL BUS ACORDEON
Entramos a la capital de Ecuador por el Sur, a las 2 de la madrugada.
Como nosotros queríamos llegar hasta el Norte, nos tocó esperar unas 3 horas en la terminal de buses, hasta las 05:00, que era cuando salía uno hacia el lado que queríamos ir (NOTA: Quito es muuuy grande, y encima, alargado).
El bus que teníamos que tomar no era como los típicos que conocíamos, sino que era de estos larguísimos, como si fueran dos buses unidos a través de un acordeón.
Uno podía esperarse un viaje normal, ya que estábamos tomando un transporte público, en donde la mayoría de los pasajeros eran personas que se dirigían a sus trabajos, como cada día.
Pero acuérdense que las 5 de la madrugada es todavía un horario en donde pululan los personajes más extraños de la noche citadina.
Íbamos sentados, muy panchos en el bus, cuando una señora, que a la vista parecía alguien común y corriente, se nos acerca y nos pregunta si puede bendecirnos. Sin notar nada extraño, pero sospechando un poquito, le dijimos que si, sonriendo. La señora empezó conmigo, supongo que porque estaba contra el pasillo. Primero empezó a hacer movimientos hacia arriba y abajo con la cabeza y la mano, mientras decía muchas oraciones que en principio sonaban bien, y me llamaba «princesa», «gacela», y cuanta cosa linda se le ocurría. De repente, como si se transformara, me golpea en el hombro, a lo que yo levanto la vista, la miro a la cara, y con una sonrisa un tanto macabra me dice «¿qué te pasa rata podrida?». Yo no les puedo explicar el escalofrío que me corrió por la médula espinal en ese momento.
A partir de ahí, empezó a darme golpecitos en el hombro sin parar, diciendo cosas que más que bendiciones, sonaba a que me estaba exorcisando; en un momento, yo no sabía si ella esperaba que le vomitara en la cara como Linda Blair, o qué. Las palabras agradables se convirtieron en una especie de ritual extraño en donde parecía que me hechara todas las culpas por las desgracias del mundo. Nunca me quedó claro si me estaba sacando los males o atribuyéndomelos. De vez en cuando dejaba de golpearme el hombro y me miraba sonriente diciendome algo como «¿no te parece blanquita?» y después de mi mirada confusa semi sonriente (porque no entendía un soto), seguía con eso de pegarme en el hombro diciendo frases extrañas.
Después, le tocó el turno a Wa, pero no sé si por el hecho de que él estaba más lejos de ella, o porque era hombre, o quién sabe, pero su exorcismo fue más corto, mucho más corto que el mío.
Así que no, el viaje en el bus-acordeón, a pesar de ser un medio de transporte «normal», no fue nada convencional.
Y así entre asustada, sorprendida y confusa, llegamos al Norte de Quito.
QUITO
Conocida como la capital más antigua de Sudamérica, Quito representa además el centro político, económico, cultural y financiero del país. Aun así, el terreno de Ecuador está muy bien aprovechado, y su población no se concentra tanto en un sólo lugar, sino que está repartida por todo el territorio; por eso, aunque esperábamos muchísima gente en Quito, no fue para tanto. Claro que 2 millones y medio siguen siendo mucho para dos uruguayos, pero reconocemos que no es una cifra disparatada, porque hemos estado en otras ciudades con mayor concentración poblacional.
Quito cuenta con una arquitectura que, como ya vimos en otros lados del país, refleja mucho la influencia europea.
El volcán Pichincha que se vé a lo lejos, completa el panorama, contrastando con los bloques de cemento.
Y no sólo lo completa, sino que lo deja en un continua expectativa, porque, según nos dijeron, hace ya algunos años se espera la erupción del mismo (basada en estudios científicos y experiencias anteriores). Pero el volcán parece hacerse el dormido, manteniendo a los habitantes de la capital en suspenso.
CENTRO HISTÓRICO
Varios museos se irguen alrededor del centro histórico de Quito. La ventaja de la mayoría de los museos en Ecuador es su bajo o inexistente precio, así que si «les laten» estos centros culturales, no van a tener que desembolsar muchos dólares o verlos de afuera.
Y podríamos decir que el centro del centro (histórico) está representado con la Catedral Metropolitana, que ocupa toda un ala de la Plaza de Independencia.
Esta catedral pasó a convertirse en algo más que «la catedral» de Quito, cuando se le otorgó la categoría de «Catedral Primada de Ecuador», convirtiéndose entonces en el templo católico de mayor jerarquía del país.
Aun así, como sabrán, nosotros, como «turistas» no somos los más aplicados del mundo, así que no visitamos todos los lugares recomendados por cualquier guía de viaje, y en cuanto a la catedral, preferimos centrarnos más en una que encontramos en otra plaza, la Iglesia de San Francisco.
La misma está ubicada redundantemente en la Plaza San Francisco, y aunque no tiene la importancia de su prima hermana, la Catedral Metropolitana, cuenta con el privilegio de ser el conjunto arquitectónico más grande de los centros históricos de toda América, característica que le dió el nombre de «El Escorial del Mundo».
Se demoró más de 150 años en construirla, hecho que provocó que se conjunten en ella varios estilos diferentes, probablemente apreciables ante los ojos entrenados de los expertos.
Lo que sí es fácil de distinguir para cualquier mortal, son los dos tonos contrastantes en los que fue construida.
No se nos pasaron por alto otros detalles más inadvertidos para algunos, que reflejan sus alrededores. Resulta muy agradable quedarse un ratito en la plaza y observar; mucha gente diferente se concentra en este lugar, desde el turista más estereotipado, hasta la cholita más típica.
Y seguro que hay muchísimos puntos atractivos más que visitar en el centro histórico de la capital más antigua de America del Sur, pero como les dijimos… no somos los mejores «turistas de folleto» del mundo.
LA VIRGEN DEL PANECILLO
Para aquellos que nos leen religiosamente y siguen todos nuestros post (o sea, familia, amigos y algunos conocidos, jaja) se acordarán quizás de la vez aquella que subimos los 444 escalones para llegar al faro de Guayaquil. Se acordarán también que nos quejábamos, como buenos viejos, pero en tono de broma, de lo cansador de la situación.
Ja.
Jaja.
En serio.
Jajaja.
Pobres seres inocentes del pasado.
Para llegar a la virgen del Panecillo, vas a tener que armarte con una botella de agua, y desafiar nuevamente a Rocky Balboa.
A ver como se los digo…
Yo conté 730 escalones. Pero empecé a contar después que ya habíamos pasado muchos, como 100. Saquen sus propios cálculos matemáticos.
La virgen del panecillo está considerada como una de las estatuas más altas de Sudamérica (incluso más que el famoso Cristo Redentor de Brasil) y además, se lleva el título de ser la escultura de aluminio mas alta del mundo entero.
Un detalle importante a tener en cuenta, es el tema de la seguridad.
Nos contaron que los escalones que te llevan a la virgen, antes eran considerados como un camino muy peligroso, donde muchas veces se escondían ladrones para robar a los turistas.
Si bien es cierto que hay partes que no se ven muy seguras, hablando desde el punto de vista del mantenimiento del lugar (casas abandonadas y medio destruidas, zonas descampadas, y muchos recovecos oscuros, a nosotros no nos pasó nada.
Nos dijeron que, de un tiempo a ahora, el tema de la seguridad en esa zona ha mejorado bastante, y ya no se escuchan tantos robos como antes; aun así, no sé si recomendaríamos subir los escalones en la noche.
Y para aquellos que no consideren que su condición física va a acompañarlos todo el trayecto, también hay un bus que los puede llevar hasta la cima. No disponemos de información comprobada por nosotros ya que, como saben, nos hicimos los machos y subimos a patita, pero sepan que está esa otra posibilidad, y consulten al respecto, si lo consideran necesario.
Una vez arriba, además de tener una vista de 180º de la virgen, pueden también entrar al museo, el cual les cobraría unos 2 o 3 dólares a fecha de hoy, y está abierto hasta las 17 hs.
Nosotros no entramos, pero les dejamos la información por si les sirve de algo.
Justo debajo de la construcción de la virgen, descubrimos una especie de túnel, que no sabemos si serían catacumbas o qué, pero al estar cerradas no pudimos investigar mucho más.
La bajada caminando se hace mucho más llevadera, aunque las rodillas van a decirnos de todo menos que somos lindos, cuando lleguemos abajo.
LA CAROLINA
Como nosotros estábamos bastante al norte de la ciudad, lo más cercano que teníamos para visitar era el Parque La Carolina.
A ver, sinceramente, no resultó ser un lugar que nos llamara específicamente la atención, sobre todo por el hecho de que, si bien es un área verde y está muy prolija, sigue estando muy metido en la ciudad y nunca llegás a desconectar totalmente.
De todas formas, puede ser un buen lugar si estás mucho tiempo en el movimiento de la ciudad y querés un poco de naturaleza.
Pero, si querés una experiencia más «salvaje» podés intentar subir el Pichincha.
Nosotros lo que hicimos fue tratar de subir un cerro que era parte del Pichincha, y digo «tratamos» porque la experiencia nos quedó truncada cuando nos topamos con un portón que cerraba el ascenso. No sabemos si era porque al haber llovido el camino estaba en malas condiciones, o por qué pudo ser.
Pero como todo lo malo tiene algo bueno, les cuento: gracias a haber llegado hasta allá, pasamos casualmente por un barrio llamado «La Florida», y allí descubrimos algo que no esperábamos encontrar.
MUSEO DE LA FLORIDA
Nuestro camino al Pichincha nos hizo ver en el mapa un punto indicado como «Museo», a escasos pasos de donde estábamos caminando, así que decidimos ir a ver de qué se trataba.
A pesar de que los perros de la zona intentaban hacernos saber a toda costa que ellos eran los dueños del lugar, y que alguno incluso parecía demasiado tentado a llevarse un pedazo de nuestra pierna de recuerdo, nos la arreglamos para mantenerlos a raya.
Y cuando digo «nos las arreglamos» me refiero a que caminamos sin sacarles la vista de encima, y en mi caso, diciéndoles «shhh, no les vamos a hacer nada, hey, no pasa nada bonitos, uy tan lindos y tan ruidosos, shhh shhh».
Cuando llegamos al museo en cuestión, una señora nos recibe con una sonrisa y un dejo de extrañeza en la cara. Luego de preguntarnos nuestros países y nombres, nos dispara finalmente la pregunta que sus ojos escondían: «¿Cómo llegaron acá? ¿Por qué? Nadie suele venir para estos lados».
Con toda sinceridad, le explicamos nuestro casual descubrimiento de un puntito en el mapa, a lo que ella pareció un poquito decepcionada, pero comprensiva, y acto seguido nos comenzó a explicar sobre las riquezas arqueológicas que estábamos observando allí dentro (vasijas, estatuillas, armas, etc).
Nos contó que Quito lleva ese nombre en honor a los Quitu, los nativos que habitaban esa zona, muchos años atrás, y que fueron derrotados, como no, por los incas.
En un momento dado, nos cuenta que en esa zona habían descubierto tumbas correspondientes a esta civilización, y que podíamos visitarlas si queríamos.
Esperando que nos dijera la dirección del lugar arqueológico, le preguntamos a dónde debíamos dirigirnos, a lo que ella responde: «aquí al fondo, por esa puerta».
Nos quedamos pasmados.
Al fondo mismo del museo, estaban las tumbas originarias de los Quitu, donde se mostraba de qué forma enterraban a sus muertos.
Los entierros eran bastante particulares, ya que los nativos enterraban a sus compañeros en hoyos, perfectamente redondos, de diferentes profundidades, las cuales podían llegar hasta los 18 metros bajo tierra.
Estas tumbas datan del año 800 D.C.
En el nivel más bajo de la tumba, solían poner 4 cuerpos, y 6 en los niveles superiores.
Colocaban a sus difuntos en cuclillas, vestidos, adornados con joyas, y les dejaban vasijas de chicha fermentada de maíz, porque como todas las civilizaciones de la zona, creían en la vida después de la muerte, así que preferían mandar a sus amigos vestidos y con algo que pudieran tomar en el otro mundo.
El descubrimiento de la cultura Quitu llevó a otro, todavía más significativo, que fue el poder comprobar que los pueblos de la sierra comercializaban con los de la costa.
Esto se dio gracias a que los arqueólogos, descubrieron una concha Espóndilus, correspondiente a un caracol marino que habita en la costa, más específicamente sobre lo que hoy serían las provincias de Manabí y Santa Elena. De esta forma, se descubrió la relación comercial que existía entre los Quitu, ubicados en la sierra, y los Yumbos, ubicados sobre la costa.
Los Quitu utilizaban la concha Espóndilus para decorar la vestimenta de sus muertos, por eso fue posible encontrarla cuando desenterraron estas tumbas milenarias.
DATO: la ruta que recorre la costa Ecuatoriana cambió su nombre a «la ruta del Espóndilus», gracias a este particular animalito tan característico de la zona.
En conclusión: ese pequeño desvío gracias a un puntito en el mapa, fue de los mejores descubrimientos que hicimos en Quito.
Sin lugar a dudas, recomendamos a todos quienes les interese el tema, visitar el museo de La Florida… aunque los intenten correr los perros.
Ah, y por si se lo estaban preguntando, la entrada es gratuita.
MITAD DEL MUNDO
Y si estás en Quito, no te podés ir sin antes visitar la famosa mitad del mundo.
Bueno, o la «no tan famosa» mitad del mundo, y ¿por qué digo esto?
Porque te vas a encontrar con dos.
* Una, es la que fue determinada allá por el siglo XVIII, y la cosa fue así: la Academia de Ciencias de Paris, andaba en trifulca tratando de determinar si la tierra era aplanada en los extremos o en los polos. Ahí fue cuando el señor Charles Marie y toda su patota fueron a Ecuador (que en aquel entonces era parte del Imperio Español) y estuvieron dele medir y estudiar.
Al final, cayó un poco de ayuda extra: unos científicos españoles, que aunque dijeron que llegaron para ayudar, la idea principal del gobierno español al mandar a estos dos, era chusmear qué carancho hacían estos franchutes jugando al metrito en su territorio. Como cereza del postre se unió después un Ecuatoriano y entre todos determinaron que ese era el centro de la tierra y gracias a todos ellos, tenemos el sistema métrico que conocemos hoy día, ya que se basa en las mediciones hechas por ésta expedición.
En conclusión: el centro de la tierra que todos conocemos como más famoso, tiene gran valor histórico y físico, porque gracias a el se determinó el sistema métrico que usamos a día de hoy, pero como mitad del mundo en sí no es exacto, científicamente hablando. Incluso, quienes visitan este lugar, cuentan que los guías de allí, les explican que en realidad, esa mitad del mundo no es exacta, sino que la verdadera está «unos cuantos metros más allá», pero como no quieren competencia, tampoco es común verlos recomendar el museo Inti-Ñan, lugar donde se encuentra la mitad del mundo más exacta hasta ahora, y que ahorita les cuento.
* El «otro centro de la Tierra» está en un museo muy cerca del monumento mencionado anteriormente, el museo Inti Ñan. Este, fue determinado con el GPS de las fuerzas armadas, y no es difícil comprobar que es el verdadero centro de la Tierra (si bien se toman 2 segundos de margen de error porque ningún GPS es perfectamente exacto). ¿Cómo? Eso es precisamente lo que venimos a contarles acá.
MUSEO INTI ÑAN: HOGAR DE LA VERDADERA MITAD DEL MUNDO
Apenas llegar a Quito, conocimos a un dibujante cuyo abuelo había sido un arqueólogo famoso que había escrito más de 600 libros a lo largo de toda su vida, además de haber creado museos, y demás cosas.
Nos quedamos varios días en su casa, y uno de esos días, este chico nos recomienda visitar uno de esos museos, que a su parecer era el mejor. Nos quedamos con su recomendación, para usarla llegado el momento.
La cosa es que, fuimos a la mitad del mundo invitados por otras personas de Quito, quienes nos dijeron «pero no los voy a llevar al lugar más conocido… quiero invitarlos a algo diferente, no tan conocido, y además, la verdadera mitad del mundo», y nosotros encantadísimos con la invitación por ese carácter misterioso que estaba adquiriendo, aceptamos.
Resulta, que se referían al museo del abuelo del dibujante que habíamos conocido, aquel que nos había recomendado.
El museo Inti-Ñan queda ubicado casi al lado de la Mitad del Mundo más famosa, metiéndose por un caminito que parece que no lleva a ningún lado… pero sí que lleva, y ufff, ¡vaya que lleva!
Ya desde el vamos, luego de atravesar ese caminito escondido, la decoración de la «fachada» del museo es llamativa.
La entrada, según nos dijeron luego, tiene un costo de 4 dólares por persona, y créanme si les digo que están excelentemente invertidos, y que hasta resulta muy barato, en comparación con lo que vas a ver.
Con esa entrada, tenés derecho a una visita con guía, el cual después de armar un pequeño grupito, te va a llevar a recorrer todo el museo (que es a cielo abierto) explicando todo lo que ves.
No quiero «spoilear» demasiado la visita, pero a grandes rasgos, comienza con una charla sobre los shuar, la tribu de reductores de cabeza, acompañada de una muestra de animales disecados de la zona y de artilugios referidos a esta tribu (incluida una cabeza reducida de un perezoso y demás cosas).
Luego, la visita trata temas como los waorani, otra tribu étnica del Ecuador, y nos muestran una choza típica de esta civilización, con herramientas, armas y «mobiliario» de ellos. La choza, fue construida por auténticos waorani que fueron convocados al museo para la realización de la misma.
Nos mostró también una representación de una tumba indígena.
También vimos tótems, que corresponden a réplicas enviadas de diferentes países, y sí, también había una de Uruguay. Feito el pobre, pero ahí estaba.
Luego de mostrarnos varias cosas sobre las tribus originarias, la atención se centra, finalmente, en la famosa mitad del mundo, característica que da nombre al país.
Ubicados todos alrededor de un globo terráqueo puesto justo sobre la línea roja trazada en el suelo, el guía comienza a explicarnos, en una mezcla de clase de astronomía, geografía y física, por qué la mitad del mundo en Ecuador es tan importante.
Si les soy completamente sincera, la explicación fue demasiado técnica para que mi pobre cerebro la retuviera tanto tiempo, pero les cuento al menos, que lo que más me quedó marcado es que ese punto en Ecuador, es el único punto terrestre de todo el planisferio, en donde estamos a 00.00.00º. Me da fastidio no recordar la explicación ni haberla encontrado en el Oráculo Google, pero bueno… en parte, les dejo el suspenso para quienes visiten el museo. Veámosle el lado positivo.
También nos explicó que la línea roja que marca la mitad del mundo allí, en el museo, fue determinada con tecnología militar, utilizando los últimos GPS, radares, y mil cosas más.
Acto seguido, se vino la parte interactiva del museo, lo que lo diferencia de un museo «normal».
¿Alguna vez te preguntaste si, eso de que el agua gira en diferente sentido según el hemisferio de la Tierra en el que estés, es cierto o son puros mitos y ocurrencias de los Simpsons? Si levantaste la mano con una sonrisa tímida, dejame que te cuente algo.
El guía colocó una «pileta portátil» en la mitad de la línea roja, y tiró un balde de agua dentro. El agua cayó de forma derecha, como el chorro que sale de la canilla de la cocina.
Después, se movió un par de metros hacia el Sur y volvió a realizar la misma gracia; el agua se fue a través del orificio de la pileta, pero esta vez describiendo un remolino en sentido horario, como nosotros acostumbramos ver en Uruguay.
Luego, se movió un par de metros al Norte de la línea, y al realizar otra vez el numerito del agua, ésta se fue realizando remolinos en sentido anti-horario.
Esto es lo que se conoce como el efecto Coriolis.
Pero si esto no te convence de que esa es la verdadera mitad del mundo, no te preocupes, todavía hay más.
La siguiente actividad interactiva, fue un desafío, en apariencia, sencillo. Consistía simplemente en caminar sobre la línea de la mitad del mundo, con los brazos extendidos y los ojos cerrados.
Todos sabemos que al extender los brazos nuestro equilibrio aumenta, haciéndonos más fácil la tarea de caminar derecho, entonces, ¿cómo podía ser éste un desafío? ¿O nos querían hacer una prueba de alcoholemia encubierta?
Primero, caminó el, y aunque pudo hacerlo bastante bien, se notaba que le costaba mantenerse derecho. Luego, pasó la primera voluntaria de nuestro grupo… y ella sí que se bamboleaba. Le fue imposible dar 3 pasos en línea recta, se veía como si alguien invisible le estuviera tirando de la ropa hacia los costados.
Acá fue donde dije «nah, no puede ser, están exagerando todos, allá voy» y lo intenté.
Madre mía, que fuerza.
Les juro, que era IMPOSIBLE mantener el equilibrio, y la frustración me llevó a gritar un «¡¿por qué?!» ante las risas de las demás personas del grupo.
En todo momento sentía como si estuviera caminando sobre una cuerda floja, con viento alrededor, una fuerza que hacía lo imposible para tirarme fuera de la línea.
Fue una experiencia increíble, y tuve que repetirla varias veces a lo largo del rato que estuvimos en el museo (me tenía con la sangre en el ojo y me parecía a su vez, mágico).
Y, por último, lo que todos estaban esperando… el huevo.
Porque no me digan que nunca lo escucharon… eso de equilibrar el huevo, como Colón… en la mitad del mundo… ¿no?
Bueno, les cuento. Como las fuerzas gravitatorias se anulan en la mitad del mundo, se supone que es posible equilibrar un huevo sobre la cabeza de un clavo, si estás justo ahí.
Para que me entiendan mejor, imagínense dos fuerzas opuestas que hacen fuerza una de un lado de la línea y otra desde el otro lado, al llegar a la línea chocan, y automáticamente se anulan. Eso es lo que permite que, si colocas el clavo y el huevo justo en el medio de la línea, al no haber fuerzas que «tiren» hacia ningún lado, equilibrar el huevo sea una posibilidad.
Y acá aprovecho a explicar mejor por qué era tan difícil caminar sobre la línea: al ir con los brazos extendidos, tenía una fuerza que me tiraba hacia un lado y otra hacia el otro (a un lado y otro de la línea) y en el medio, donde tenía el cuerpo, se anulaban. Entonces digamos que mi cuerpo no es capaz de procesar tantas fuerzas opuestas en el mismo lugar, y por eso me tiraba hacia uno o otro lugar (como si una fuerza me zinchara el brazo hacia la derecha y la otra hacia la izquierda).
Una explicación muy rústica, pero es la forma en la que yo también puedo entenderlo.
Bueno, sigamos hablando de huevos.
El guía dijo que podía llevar un poquito de tiempo lograrlo, pero que quien pudiera hacerlo, se llevaría un diploma donde constara que equilibró un huevo en la mitad del mundo.
Luego nos enteraríamos que según dicen, 3 de cada 10 personas lo logran, así que tan fácil tampoco es.
Pero claro, el guía estaría súper acostumbrado, y casi sin mirar, apoya el huevo en el clavo, y ahí se queda, paradito, en menos de un segundo. No podía ser tan difícil ¿no?
Además, yo estaba enojada conmigo misma por haberme olvidado de llevar los pasaportes, porque eso significaba que no podíamos llevarnos el sello de la mitad del mundo que ofrece gratuitamente el museo para estampar en el documento… pero ese diploma tenía el codiciado sello, así que yo estaba determinada en equilibrar ese maldito huevo para llevarme el diploma sellado, a como dé lugar.
Pasó una chica y por mucho que intentaba no podía. En eso, pasa Wa (hay dos plataformas para hacerlo a la vez) y comienza a intentarlo. Yo podía escuchar un «tic-tac» virtual en mi cabeza y casi me caía la gota gorda, cuando finalmente, luego de 55 segundos que parecieron minutos, Wa lo logra.
Bien, teníamos uno, pero yo quería el mío.
La otra chica seguía intentándolo, y luego de un par de minutos, el guía le pide que ceda su lugar a otro… ¡así que también teníamos límite de tiempo!
Y a mí nunca me gustaron los juegos con tiempo… a excepción del Super Mario 3 y el Adventure Island, pero ¿cómo resistirse a esos juegos?
Otra chica pasó al lugar donde había estado Wa, así que me quedó pasar a donde había estado la chica que no había podido.
Ya empezamos mal, pensaba yo, capaz que el huevo de ella estaba fallado, o el clavo, o anda a saber.
Pero ¿les cuento algo?
¡Tengo el orgullo de proclamar que, 22 segundos después, mi huevo estaba parado!
Dicho así no sé si es algo digno de orgullo la verdad… suena bastante mal…
Pero me importa tres pepinos, muy feliz me fui con mi diploma que acredita que «Johana puso sus pies a los lados de la latitud 00.00.00º y equilibró un huevo en el centro magnético de la Tierra».
Y el sellito de la mitad del mundo, claro.
Y para los incrédulos, acá las pruebas contundentes.
Resumiendo, nuestro consejo es que no dejen de pasar por el Museo Inti-Ñan, ya que no sólo se van a ir con un caudal de conocimiento mayor en sus cerebritos (a menos que sean como el mío que retiene las cosas más absurdas, pero no las más importantes) sino que, además, van a pasar un rato muy divertido y van a poder decir que estuvieron en la VERDADERA mitad del mundo.
1 comentario