HOLA MÉXICO, HOLA NORTEAMÉRICA
El último tramo a dedo de Belize para México nos dejó en la frontera, donde tuvimos que pagar U$S 20 de impuesto que cobra el país cuando salís.
En lo personal, no nos gusta eso de que se cobren impuestos en las fronteras, sobre todo por sumas tan exageradas, pero no tenemos más chance que acotarnos a las leyes de cada país cuando estamos de visitantes.
Luego de la frontera, un puente oficia de limbo entre uno y otro sello del pasaporte.
Una chica nos ofrece servicio de taxi, y nosotros continuamos caminando.
Atravesamos una zona que se sentía rara… parecía el escenario de alguna pelicula post apocalíptica, donde yacía una construcción con aires de palacio, que en algun momento supo ser un gran casino.
Y no solo eso, todo a su alrededor parecía abandonado, y la vegetación comenzaba a devorar el cemento.
Luego, alguien nos contaría que esa zona estaba también rodeada de prostíbulos.
Finalmente, llegamos a una caseta donde una larga fila esperaba su turno, ya estábamos físicamente en México.
CUIDADO CON LOS TRÁMITES MIGRATORIOS DE ENTRADA A MÉXICO
La chica de migración de México nos dió el comprobante migratorio más coqueto que vimos en la vida; el papel era grueso, estaba impreso en tinta negra, verde y roja, y tenía zonas holográficas que brillaban por todos lados.
Puede parecer una tontería, pero creeme que es importante que así sea porque hasta hace poco sonaron muchos casos de gente que fue embaucada en la misma oficina de migraciones, donde los empleados cobraban sumas de dinero elevadas y daban certificados falsos, para llevarse la plata a sus bolsillos.
Tanto miramos el dichoso papelito, como dos urracas atraídas por el brillito, que terminamos percatándonos de las fechas: «permiso de estadía por 7 días«.
No no no señorita, en siete días no vamos a escuchar todos los «ándale» y «órale» que queremos escuchar, no vamos a comer suficientes tacos, no vamos a ver nada de México.
¿A usted le parece que vendríamos con semejantes mochilas para estar 7 días?
La chica rompió nuestro hermoso papelito, pero nos dió uno nuevo, igual de lindo, pero con una duración de 6 meses, y con eso nos dirigimos a la sucursal de banco del ejército (llamada muy convenientemente «Banjército») que está en frente a la oficina de migraciones, para abonar los 538 pesos mexicanos que nos permiten continuar con el trámite.
Una vez finalizado el proceso de pago, volvemos al edificio de migraciones, nos vuelven a sellar el pasaporte (sí, ahora tenemos 2 sellos de entrada) y nos piden conservar uno de los pedacitos del papel lindo y brillante, el cual debemos presentar cuando salgamos del país.
CONSIDERACIONES IMPORTANTES
- En la oficina de migraciones NADIE les debe cobrar NADA.
- No confíen en nadie que les ofrezca acelerar el trámite en la fila (ni siquiera aunque les prometan un comprobante), ni paguen ninguna suma de dinero a los empleados de migraciones, ya que los pagos se realizan UNICAMENTE en el banco, y no en la ventanilla de migraciones.
- Cuando entran a México, por defecto les van a hacer el papeleo que les permite permanecer en el país durante 7 días.
- Si quieren estar más tiempo en el país, tienen que pedirle expresamente a las personas de migraciones que les realicen el trámite correspondiente que les otorga hasta 6 meses de estadía. Si no lo piden ustedes, es muy improbable que se los ofrezcan.
- Para hacer válido el trámite de estadía por 6 meses, deben cruzar la calle y dirigirse al banco que está frente a migraciones (BANJÉRCITO), y abonar la suma de 538 pesos mexicanos a fecha de 2020.
- Si abonan en efectivo, pueden usar pesos mexicanos o dólares americanos.
- Si abonan con tarjeta, deben tomar en cuenta que no todas funcionan allí (por ejemplo, la MASTER no funciona) por eso recomendamos siempre llevar efectivo.
- En el banco les van a dar 2 comprobantes, uno para que lo conserven ustedes, y otro para el personal migratorio.
- Es importante que chequeen que el pago tiene un código que corresponde únicamente a su pago.
- Una vez tienen ese comprobante del banco, vuelven a la oficina de migraciones a completar el trámite.
- Si quieren permanecer unicamente por 7 días en el país, no deben abonar absolutamente nada, en ningún lado.
«EN MÉXICO NO SE LES OCURRA HACER AUTOSTOP»
Esa fue la frase por excelencia que fuimos escuchando de boca de todos a medida que nos acercábamos a México.
Personas de todas las nacionalidades nos advertían sobre los peligros del país del tequila; cuidado con los rateros, cuidado con los narcos, cuidado con los secuestradores, cuidado con la trata de blanca, cuidado con el mercado negro de órganos.
«Cuidado con México… cuidado con los mexicanos», básicamente.
Como ya sabíamos que las advertencias de peligro hay que tomarlas con pinzas, nada nos detuvo para hacer dedo.
Pero también es cierto que México es un país muy grande, con muchísima gente, y ya por ese solo hecho, las probabilidades de encontrar seres malignos es mayor, así que siempre mantuvimos la cautela y el sentido común, grandes amigos del viaje.
El primer auto que nos lleva carga pescado y nos deja ir en la caja de la camioneta, sentados sobre el cajón calado donde los animalitos todavía coleteaban, en un intento por sobrevivir.
Unos 30 kms después, el chofer se despidió, respondiendo a nuestro deseo de feliz año nuevo con un «ándale«, lo que nos hizo corroborarlo: sí, estamos en México.
Mientras yo no podía sacarme a Speedy González de la cabeza, un segundo auto se detuvo.
El chofer iba acompañado de su hija chiquita, y no solo nos dijo que no suele llevar gente en el auto (y mucho menos con su hija a bordo), sino que además estábamos de suerte porque el iba hasta «Playa del Carmen«, un lugar a pocos kilómetros de Cancún, nuestro destino del día.
Cuando llegamos a su ciudad, nos pidió que lo esperásemos porque nos quería regalar un chip de telefono que tenía y no usaba para que lo utilicemos; además, fue a comprar un pollo asado con porotos , arroz y Coca-Cola, para invitarnos a comer en el patio de su casa.
Una carcajada amistosa se le escapó cuando vio nuestras caras luego de probar una salsa de chile de árbol, y después nos mostró a los cachorritos que su perrita acababa de parir hacía menos de 1 mes, para finalmente dejarnos nuevamente en las calles de Ciudad del Carmen.
El tercer auto iba conducido por una chica argentina y una mexicana.
-«Hace rato que los vimos, pero no podíamos parar, así que dimos la vuelta para venir a buscarlos. Si cuando volvamos a pasar, siguen ahí los llevamos, y sino, lo tomamos como una señal del destino que no había que llevarlos» -dijo la argentina con un acento mezclado, y agregó señalando a la mexicana-. «Agradezcanle a ella que fue la que quiso llevarlos… si era por mi no los llevaba, yo me pienso que todos los que hacen dedo son asesinos seriales.»
La mexicana sonrió y nos explicó que ella aplicó a una Working holiday en Canadá, y recuerda que estando allá, una vez se quedó sin transporte en un día nevado muy frío, y tuvo que hacer dedo y nadie la llevó, es por eso que no quería que nos pasara lo mismo a nosotros.
O sea, mas amor no podía ser… no era que a ella la habían llevado alguna vez a dedo y ahora estaba «devolviendo el favor», como quien se siente en compromiso con el destino, sino todo lo contrario… no la habían llevado y no quería que otras personas pasaran por esa situación.
Anotando un montón de comidas recomendadas por las chicas, llegamos a Cancún.
México es peligroso, decía la gente.
No se suban a ningún auto… no hagan autostop.
Gracias México, por recibirnos ahuyentando miedos.
NUEVA YORK… PERO CON TACOS.
Todos escuchamos de Cancún alguna vez, aunque sólo sea para oír comentarios increíbles sobre sus playas.
Y generalmente, escuchar que alguien viaja a Cancún lo convierte automáticamente en un millonario antes los ojos de los demás, lo mismo que pasa con Hawaii, Punta Cana, o básicamente cualquier playa del Caribe.
Ahora entendemos por qué: Cancún es tierra de gringos.
Y cuando digo gringos, no lo digo despectivamente, sino de la forma más literal que se puedan imaginar.
Los carteles de las tiendas estaban en inglés, los precios estaban lejos del país de los precios mochileros que tanto nos habían hablado, y 7 de cada 10 personas que te cruzabas iban hablando en inglés.
¿Y las otras tres?
Las otras tres hablaban con acento bonaerense.
La chica argentina del auto ya nos había dicho «acá en Cancún, si quieren encontrar argentinos, vayan a cualquier restaurante… los mozos son todos argentinos«.
Y aunque no comprobamos la teoría de los mozos, sí podemos afirmar que escuchamos muchos «chabón» y «bocha».
Y es que más allá de los precios altos y la escasa población autóctona, la principal característica que nos generó rechazo hacia Cancún fue esta: Cancún no es México.
Hace poco me dijeron que en todos los países hay una ciudad así, que parece sacada totalmente de contexto, y tiendo a creer en la veracidad de estas palabras, las cuales, de ser ciertas, Cancún sería la ciudad «outsider» de México, sin lugar a dudas, y sin haber conocido otras.
Claro que se ven cosas típicamente mexicanas, pero la mayoría tienen un enfoque turístico.
Y si tuviésemos que elegir el punto de concentración de todo esto, sería obviamente, la zona hotelera.
Nunca estuvimos en Nueva York, pero sentíamos como si estuviésemos allá.
Hoteles con entradas custodiadas por dos estatuas vestidas de toga, un restaurante con gorilas en el techo, el Hombre Araña tamaño XXXL, y «La Máscara» ofreciendo fotos y entradas al Coco Bongo fueron solo algunas de las cosas que nos recordaron a una ciudad en la cual nunca estuvimos.
Tengo que reconocer que por un rato me sentí embelesada ante tanta rimbombancia, casi como si estuviera en un parque de diversiones.
Pero el brillito en los ojos me duró mas o menos hasta el décimo vendedor de tour que nos atosigó en la calle ofreciendo «very cheap prices» por algo que no pensábamos comprar.
Algunos, hasta nos ofrecían plata prestada para que le comprásemos, una cosa de locos.
Ahora, ¿qué pasa con las playas?
Las playas es el motivo principal de las personas que viajan a Cancún; las aguas verde-azuladas y el arena blanca son el anzuelo de la mayoría de los turistas que visitan el Caribe, y es fácil de entender por qué, sobre todo después que ves estas aguas en persona y comprobas que no era Photoshop.
Hasta hace poco, gran parte de estas playas eran privadas, pertenecientes a los dueños de los hoteles que bordean la costa.
Afortunadamente, eso ahora es pasado.
El flamante presidente que asumió hace bien poquito al poder, decretó que debían ser de acceso público, por lo que hace menos de 2 meses a la fecha de nuestra llegada, Cancún disfrutaba de la liberación de sus playas.
Esquivando vendedores y respondiendo negativamente a un chico que buscaba como desesperado a alguien que pudiera encenderle el cigarrillo, nos asomamos con cautela, casi con timidez, a una de las tantas playas de la zona.
Lo que vimos nos ahuyentó instantaneamente.
Si nos conocen estarán pensando que había muchisima gente.
La verdad es que no; es cierto que había más personas de las que nos gustaría, pero hay que reconocer que no era muchisima.
Pero lo que si había era una organización extrema, rayando la incomodidad y poniendo en duda esa proclamada libertad que en teoría, se disfrutaba ahora con la apertura pública de las playas.
Quizás es por esta mezcla de sangre que tenemos la mayoría de los uruguayos, en la cual no nos sentímos tan latinos pero tampoco tan europeos, pero la verdad es que ver esas sombrillas de alquiler, una al lado de otra, con la distancia contada milimétricamente, nos espantó.
Y no sólo eso, sino que además, un cartel explicaba todo lo que no podías hacer en la playa, con enunciados como «no se puede recoger caracoles ni piedritas«, entre otras cosas similares.
Entendemos que esto se aplique en zonas protegidas o en peligro, pero en Cancún… nos pareció extraño.
A lo mejor, hay quienes pueden disfrutar de las aguas caribeñas sin reparar en estas cosas, y ser felices chapoteando, pero para nosotros es más difícil.
No podemos centrarnos en «qué linda es el agua» con cosas que nos rechinan alrededor.
Es como ir a comer a un restaurante que sirven una comida riquísima pero en donde se llevan a cabo peleas de perros… muy rica la comida, pero no la vamos a disfrutar.
Algo asi nos pasa con estas situaciones y en este momento, así que tomen nuestra opinión con pinzas, ya que lo que a nosotros nos espanta hoy, puede ser lo que a otras personas les atraiga, o puede ser lo que busquemos nosotros mismos dentro de 30 años, quien sabe.
Si algo tengo que destacar, es que vimos por primera vez el alquiler de camas matrimoniales en la playa, y con esto nos plantamos ante un conflicto interno: ¿cama sí o cama no?
Por un lado me parece una excelente idea disfrutar del paisaje de playa sobre la comodidad de un colchon mullidito y la proteccion que el «bisó» brinda (porque si, estas camas tenían cortinas y techo de tela, muy a lo Luis XV) y lo que pase dentro de esas cortinas ahí se queda, pero por otro lado otra parte de mi pensaba que tremenda cama no pegaba ni con moco en ese paisaje, que uno va a la playa a llenarse las chancletas de arena (las chancletas, los pelos, y todos los pliegues que existan en el cuerpo, claro está) no a tumbarse cual princesa en una cama con más ropa que la que uno lleva encima.
No sé, no puedo decidir si censurar la idea o festejarla.
Y hablando de cosas extrañas que vimos en las playas de Cancún, uno de los hoteles que se ubicaban a orillas de la playa, tenía una piscina exterior de vidrio, justo sobre la playa.
La cosa sonaba redundante.
Una tarde fue todo lo que necesitamos para conocer la zona hotelera, y mas nunca volver.
No podriamos decir que es una zona fea, pero simplemente no es para nosotros… Al menos, no ahora.
NAVIDAD CON HABANERO, CARNE ASADA Y PESCADO A LO HÚNGARO
Esas fechas que todos esperamos para reunirnos en familia y comer como si no hubiera un mañana, pierden los límites cuando uno viaja por mucho tiempo. No sabés a qué atenerte, ni siquiera si vas a tener que atenerte a algo o si será un día normal.
Ya es la segunda vez que buscamos desesperadamente una familia para poder vivir de cerca una celebración Navideña de otra cultura, y por segunda vez, nuestros planes fallan… fallan pero mejoran.
Este año, aunque no conseguimos una familia adoptiva, mejoramos el nivel considerablemente y pasamos la cena de Navidad en compañía de un chico mexicano con todo el espíritu del país, y una muchacha húngara.
La cena se convirtió en una mezcla de carne y piña en almíbar, todo asado (para los escépticos, ésta última es riquísima), ensalada rusa, ponche de huevo europeo, chile habanero (que no comimos) y pescado empanizado como plato típico de las Navidades de Hungría.
Hicimos videollamadas con nuestra familia en la cual participamos todos y nos dijimos cosas muy lindas aunque nadie conociera a nadie.
Quizás nos siga faltando el espíritu familiar que buscamos, a lo mejor como leímos en otro blog la clave está en no buscarlo, pero no se puede negar que nos vamos acercando.
PUERTO MORELOS
A 30 kms de Cancún está Puerto Morelos, un pueblito en teoría más alejado del turismo.
Lo que nos olvidamos, es que ésta teoría aplica si la comparamos con Cancún, la tierra turística por excelencia en México.
¿Qué quiero decir con esto?
¡Que alejada del turismo mis cataplines (que no tengo)!
Puerto Morelos es una ciudad que sigue siendo super atractiva para el turismo internacional, y mayormente norteamericano.
Sin ir mas lejos, nosotros nos quedamos unos días en casa de un Australiano, y creanme si les digo que fue lo más interesante que pudimos hacer allá, porque el tipo resultó ser un veterano de la informática.
Por la casa tenía colgadas fotos con desnudos y escenas sadomasoquistas (lo cual puede ser cuestionable para algunas personas tener esas fotos como decoración del living, pero no para nosotros) dando una imagen quizás tirando a la extravagancia.
Pero lejos de esto, el señor tenía muchísimas anécdotas, ya que había estado en Africa, Norteamerica, Islandia, etc.
Y por si esto fuera poco, era un informático de la vieja escuela; había trabajado con una de las primeras 3 computadoras que llegaron a Australia.
Así es como tuvimos conversaciones que empezaban contandonos la anecdota de como se hizo amigo de una señora y su perrito durante meses, para luego enterarse que ella era Linda Hamilton (la actriz que representa a Sara O´Connor en Terminator) para derivar en contarnos la historia de como creó un e-mail casero para comunicarse con sus compañeros de oficina, antes de la invención del correo electrónico propiamente dicho.
¿Y qué onda con la ciudad?
Puerto Morelos es más chica que Cancún, y está separada en dos sectores, uno en donde se concentra el turismo, y otro donde hay muchos condominios de viviendas, de los cuales varios son habitados por extranjeros.
A esta parte se le llama «La Colonia», y es donde nosotros pasamos la mayor parte de nuestros días.
La colonia es una zona super tranquila, con tiendas de barrio y tambien algunos supermercados grandes.
No se extraña nada del centro porque hay de todo, pero en menor escala.
Wa y yo teníamos opiniones contrapuestas con los nombres de las calles: por mi parte yo amaba que tuvieran nombres de animales o de objetos, mientras que Wa prefiere nombres de personajes importantes de la historia.
No sé, a mi me encantaría decir que mi casa queda en «Garza esquina Flamingo», qué queres que te diga… o mejor, en Timon esquina Jabalí, como nos tocó ver.
No entendíamos como nadie pintó un grafiti de Timón y Pumba en esa esquina.
Pero el centro… el centro es otra historia.
El supermercado por excelencia de la zona es el «Chedraui» pero en su versión «Selecto».
Para que me entiendan, Chedraui es el nombre de uno de los supermercados con mejor relación «variedad-precio» de México (aunque en precio es superado por «Bodega Aurrera», la versión mexicana del «Maxi Pali» colombiano), pero su versión «Selecto» es aquella en donde se pueden encontrar productos mas exclusivos, y por ende, más caros.
Lo positivo es que las cosas que están en todos los Chedraui suelen mantener precios baratos.
Fue en este supermercado donde vimos por primera vez una zona para comer en donde había una cinta transportadora que, cual si estuviésemos en Japón, movia los platitos con comida alrededor de la barra, y la forma de comer era sentarse, y agarrar el platito de tu preferencia cuando pasara delante de tu cara.
Así de «Selecto» era este Chedraui.
En las cuadras circundantes a este supermercado se encontraba la plaza principal, y mas o menos mil millones de tiendas de recuerdos, restaurantes «cool» con comidas caras y exóticas, y un poquito más allá, la playa, un poco más llena que las de Cancún.
Nos sorprendió encontrar un restaurante cuyo cartel de madera rústica anunciaba «PARRILLA URUGUAYA» y respondía al nombre de «Chimichurri».
De todas formas, el patriotismo no supera nuestro espíritu rata, y no comimos allá ni una vez.
Malos representantes de la patria, buenos ahorradores.
AÑO NUEVO 3 VECES Y MEDIA
El año nuevo en México podríamos decir que fue todavía más particular que la Navidad, ya que nos tocó dar los augurios de un nuevo año a 3 horas diferentes, y enterarnos de un cuarto saludo en el cual no participamos.
Para esa fecha, mientras comíamos pollo en salsa china agridulce preparada por un australiano, el nos contaba que en su país ya había sido año nuevo hacía muchas horas.
Luego nos tocó recibir y dar saludos en 3 horarios diferentes, para coordinar con los relojes de 3 paises.
Se siente un poco extraño festejar el año nuevo 3 veces en un día.
Cuando se hicieron casi las 00:00 de México, salimos de la casa en busca de un lugar alto donde ver los fuegos artificiales, y recordamos que cerca de la «alberca» (piscina) del complejo de viviendas donde estábamos, había un edificio vacío con un balcón, así que allá fuimos.
Encontramos el balcón vacío pero los árboles tapaban cualquier pedacito de cielo que intentásemos ver.
Estábamos por irnos cuando vimos contra una pared alta una escalera de emergencia, de esas que se levantan y hay que agarrarlas y deslizarlas hacia abajo para que se «desplieguen» y uno pueda subir.
Estirándonos un poco desplegamos la escalera hacia abajo y subimos.
Desde el techo se podía ver todo el vecindario, y si habían fuegos artificiales, seguro los veríamos.
Bien dije… si habían.
Si les cuento que vimos 5, sería exagerar… «será que en México no tiran ‘cuetes'»
Nos bajamos media hora despues, un poco decepcionados, y 00:30 volvimos a la casa del australiano (que ya estaba durmiendo) con el sentimiento de que a este fin de año le faltó condimento.
La mejor parte, fue ver a una vecina veterana bailando la canción que dice «because I’m happy, clap along if you feel like happiness is the truth» a través de una ventana, y que respondiera a nuestro saludo con la mano y la sonrisa.
NUESTRO PRIMER SABBAT
Los últimos días que pasamos en Puerto Morelos fueron en una casa a medio construir, donde no teníamos puerta (y por ende ni cerradura ni llaves), ni agua en el baño, ni muebles.
Pero teníamos esta vista.
La primer noche dormimos sobre un colchon en el piso del balcón, mientras que las demás tuvimos que dormir dentro de la casa (aunque no tuviera puerta) para sentir menos la violencia del viento que anunciaba un temporal.
Cuando necesitabamos usar un baño, caminábamos casi 1 cuadra hasta una casa donde nos dejaban utilizarlo.
A veces teníamos electricidad, a veces no.
La casita estaba bastante alejada de todo, así que para llegar a una tienda teníamos que caminar alrededor de 1 km, dejando inevitablemente nuestras mochilas sin protección en una casa sin puertas.
Nunca pasó nada.
Nuestra gran aliada fue una máquina expendedora de refrescos que estaba a medio camino, en una callejuela sumamente solitaria, y a la cual nos gustaba ir en la noche para sentir el rigor de la soledad y flashear pelicula de terror.
De afuera parecía que estábamos yendo a encontrarnos con alguien para hacer negocios ilícitos, pero lo más ilícito era el azúcar que estabamos a punto de meter en el cuerpo con la Coca Cola que pensábamos sacar de esa máquina.
Además, nos recordaba mucho a un juego llamado Shenmue… pero esto ya es un exabrupto de nuestra alma friki que se hace escuchar siempre.
Fue el dueño de la casita a medio construir quien nos invitó al Sabbat, el cual se celebraría en su hogar (al que íbamos para usar el baño).
¿Saben lo que es el Sabbat? Nos preguntó.
Da la casualidad que el australiano con el que nos habíamos quedado anteriormente, nos había estado hablando de la religión judía, y nos explicó precisamente que los días sábado ellos celebran Sabbat, y durante ese día se prepara un gran banquete y dejan un espacio libre en la mesa para recibir a un invitado, como algo simbólico.
Así que esa fue nuestra respuesta.
La persona que nos preguntó eso nos dió una explicación mucho más detallada: nos contó que si bien es cierto que se da una comilona, el Sabbat se realiza para conectar con lo espiritual, y dejar de lado lo terrenal.
También nos dijo que era un día donde las personas que lo profesan se dan todos los gustos que pueden, comen su comida favorita y usan sus mejores ropas, y que celebrar ese día mantiene a los demonios alejados.
Lo estoy explicando muy a lo bestia, y seguro que alguien que sepa más del tema puede darle un cáriz mucho más significativo, pero así fue como nos lo transmitieron a nosotros, y por ende, es la versión que hasta ahora conservamos de primera mano (sin caer en la navegación web).
Así que ése sábado caímos con comida para aportar a la celebración, y mientras ayudábamos a preparar los muchos platillos que llenarían la mesa del Sabbat, el señor llama a Wa y se lo lleva al segundo piso de la casa.
A los 5 minutos, me dió curiosidad y subí las escaleras.
Me encontré a varios hombres viendo un video de youtube sobre un muchacho que leía un salmo en hebreo mientras el señor de la casa le hacía eco leyendo en voz fuerte su Torá.
Me acerqué al grupo y me quede sentada con ellos los 25 minutos que duró la lectura, sin entender nada.
El siguiente video fue de una canción de oración a la que todos respondían bailando.
Cuando todo hubo terminado, quise saber más información sobre lo que había escuchado sin entender (ya que estaba en hebreo) y en ese momento, el señor aprovechó para, sutilmente, decirme: «en realidad, esta parte del Sabbat la presencian únicamente los hombres, pero como vos estabas tan calladita no te dije nada«.
Cuando iba a empezar a sentirme culpable por haberme metido a prepo yendo contra las normas de la religión, una frase me quita toda culpa «lo que pasa es que las enseñanzas del Torá fueron transmitidas por Dios a los hombres (varones), porque son quienes tienen el conocimiento, y luego ellos son los encargados de transmitirselas a las mujeres«.
Respeto todas las religiones, pero ya no me sentía mal por ser «sapo de otro pozo» en el rezo.
Tan envalentonada estaba ahora, y me sentía con tanto derecho a preguntar lo que sea, que quise aprovechar a sacarme una duda que me carcomió durante toda mi vida y nunca había tenido la oportunidad de formular, así que le dije al señor si podía hacerle otra pregunta.
Los ojos le brillaron, y aguardó con la alegría de una persona que va a hablar de su tema de conversación favorito… pero la expresión de su rostro dejó bien en claro su desilusión cuando me escuchó: «ese gorrito… ¿no se cae, o es que se ponen algun tipo de broche para que vaya sostenido en el pelo?«.
Pido disculpas si una pregunta tan banal insulta a quienes profesan la religión, pero sepan entender que mi curiosidad infantil era real y que mis intenciones no eran malas (es como cuando uno se pregunta cómo llevan el pelo debajo de la cofia las monjitas).
Y para quienes se preguntaban lo mismo les desvelo el misterio: sí, usan brochecitos para sostenerlo.
Cuando nos sentamos a la mesa, se llevó a cabo una sesión de rezos y enseñanzas leídas del Torá, que duraron aproximadamente una hora más.
Todo este proceso nos recordó mucho a nuestra comida en el Templo Hindú, pocos días atrás en Belice.
Antes de la comida, nos dieron jugo de uva, el cual debía ser tomado en un momento en específico y un trozo de pan embadurnado en sal.
La cena llegó finalmente, fría pero consistente, y rato después terminó nuestro primer Sabbat, oficiando de broche de oro para el cierre de nuestra estadía en la zona más turística de México.
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