Y de repente el mundo pareció detenerse.
No, un momento, eso no es del todo correcto.
No fueron todos los mundos los que se detuvieron, de hecho, algunos comenzaron a correr a velocidades desorbitadas.
Los medios de comunicación explotaron. Las charlas de ascensor ya no empezaban con “parece que hoy refresca ¿eh?” sino con un “dicen que aumentaron los casos en Italia”.
No, esperen… eso tampoco es correcto… ¿quién se arriesgaría a subirse a un espacio tan reducido como un ascensor, con 4 o 5 personas respirando el mismo aire, en el año 2020? Por primera vez, aquellas personas con miedo a los ascensores tenían una excusa con la que no serían pre juzgadas… o no tanto.
Nosotros sentimos la ola de forma gradual, muy gradual… hasta cierto punto, claro.
Estando en Baja California, yo me agarré un ataque de garganta con tos y resfrío y lo único que recibí al respecto fueron un par de bromas “¿no será el bichito éste no?”, y segundos después nos compartían un mate.
Un mes luego, estando en Tijuana, me atraganté un poquito con saliva y el señor que nos estaba hospedando se alejó unos metros, me preguntó 3 veces si estaba segura que no estaba enferma, y me hizo la cruz con los dedos, como si se tratara de una posesión demoníaca.
Marzo de 2020.
Estamos en Ensenada.
Se rumorea que la frontera terrestre entre EE.UU. y Tijuana va a cerrar, y pronto, por causa del virus que dejó de ser una broma del pastor hace rato (o eso dicen en la tele).
Sigue siendo un rumor.
Los supermercados lucen carteles donde se limita la compra excesiva de algunos productos, y se ven algunas personas usando tapabocas. Cada tanto se escucha la palabra cuarentena, pero tampoco demasiado.
No pensamos un plan B, no creemos que se cierre la frontera. Probablemente sea un rumor, tiene que serlo ¿cierto?
También Marzo de 2020.
Llegamos a Tijuana.
Nos reciben en una casa regalándonos una botella de alcohol en gel, un infaltable en nuestro botiquín. Nos viene bien, no nos quedaba más y últimamente es imposible de conseguir.
Pero la intención del regalo es doble.
En mas de una oportunidad, dejan caer la idea de que a lo mejor, si se nos complica, podemos hacer cuarentena allí, en aquella casa. ¿Cuarentena?
Salimos a caminar por la playa de Tijuana, a conocer el famoso muro que resultó no ser un muro sino una reja.
Gente caminando, personas en la arena jugando voleibol. No son muchas, pero se siente cierta normalidad en el ambiente.
Una persona con tapabocas pasa al lado nuestro como para recordarnos que a veces las apariencias engañan.
Volvemos.
Estamos a punto de entrar a la casa donde nos estamos quedando, y nuestros teléfonos captan el wifi del hogar. Caen algunos mensajes por whatsapp, mientras esperamos que nos vengan a abrir el portón.
El primero es un video que no vemos en ese momento. Está seguido de un mensaje alterado.
“Esto es muy cerca de nuestra casa. Apenas lleguen a la casa, primera acción, bañarse y cambiarse TODA LA ROPA”.
No teníamos más ropa limpia para ponernos, pero teníamos que respetar lo que nos pedían.
El video mostraba un señor, enfundado en un traje no muy distinto a los que usan los astronautas, que parado frente a la puerta de una casa, apenas entreabierta, recitaba en alta voz ciertas normas de seguridad a seguir.
La señora de esa casa tenía el virus, y se le prohibía salir, entre varias cosas más.
Vivía a pocas cuadras de donde nos estábamos quedando.
La frontera terrestre cerró al día siguiente de llegar nosotros a Tijuana, por lo que no nos dio tiempo siquiera de intentarlo. Más adelante entenderíamos que esto probablemente fue lo mejor.
Ante la situación, tuvimos que aceptar una de las varias invitaciones que nos habían llegado días antes previendo los hechos mejor que nosotros, desde varios rincones no solo del país, sino del mundo.
Todos nos instaban a hacer cuarentena (aquello que creíamos podíamos evitar).
Todos nos invitaban a quedarnos en su casa “hasta que esto pase”.
Creíamos que sería cuestión de un mes, máximo dos.
25 de Julio de 2020
Hoy cumplimos 2 años de viaje.
Si nos hubieran preguntado hace unos meses atrás, hubiésemos dicho que lo estaríamos celebrando en Canadá.
A día de hoy, no hay ni posibilidad de entrar a Canadá ni esperanza de que la haya en un futuro cercano.
Hace casi 4 meses que estamos quietos. Seguimos de viaje, sí, pero quietos.
En México nunca se impuso la cuarentena, sino que siempre fue opcional.
Es un buen lugar, México, para estar parados.
Las pocas veces que nos pidieron el pasaporte desde Tijuana hasta donde estamos ahora, nos miraban asustados… tener pasaporte Europeo no es la mejor carta de presentación en estos días, aunque nunca hayamos pisado Europa.
Para nosotros, las posibilidades eran pocas.
Con la frontera cerrada no podíamos seguir rumbo al Norte, y continuar viajando a dedo por México era muy poco viable. No solo hay ahora muchas personas que evitan la cercanía con otras, sobre todo si son desconocidas y si denotan haber viajado mucho, sino que además en muchas partes de varias carreteras se hacen controles policiales donde detienen a los autos en los que vayan más de 2 pasajeros (chofer incluido) y los someten a un engorroso interrogatorio, lo que disminuía todavía más las pocas posibilidades que teníamos de que alguien nos llevara a dedo.
La opción de movernos estaba muy acotada.
Muy pocas personas están queriendo recibir viajeros en su hogar ahora, y no se les puede juzgar al respecto. Nadie quiere ingresar una posible fuente de contagio a su familia.
La carpa siempre es una opción, y rara vez nos niegan la posibilidad de armarla en una estación de servicio o un cuartel de bomberos por 1 noche… pero ¿y si esa noche se convierte en semanas? O lo que no imaginábamos en aquel momento… ¿meses?
PRIMER MES
Abril 2020
El primer mes de la cuarentena nos la pasamos adaptándonos a una quietud que nos resultaba ajena.
Aunque es cierto que no estábamos completamente quietos; llevamos a cabo tareas de remodelación en la que sería nuestra casita por los próximos meses. Revoque, pintura, ordenar, etc.
Es cierto que no creíamos tener que estar haciendo esto. En todos lados nos bombardeaban las mismas palabras, y «cuarentena» era una de las que más resaltaba (entre otras todavía más desalentadoras).
Así con todo, la cuarentena en cuestión trajo cosas que creíamos olvidadas, y dentro de su normalidad, se sentían muy ajenas a esta vida que venimos llevando los últimos años.
Hicimos el primer surtido de supermercado en mucho tiempo; compramos cosas que hacía años no comprábamos, como detergente, esponja, lava-pisos, suavizante de ropa, y un tarro grande de mayonesa.
También hicimos nuevos amigos. Ok, esto no tiene nada de anormal, afortunadamente.
Yo no saqué mis guantes rojos de la mochila, pero me urgía tener un espacio para poner cosas en el baño. No entendía bien por qué, pero tenía una imperiosa necesidad hacer nido, aunque sólo fuera por un mes (sí, claro). No quería abrir el “estuche de higiene” cada día para lavarme los dientes, como veníamos haciendo los últimos 20 meses. Me desconocí. Todo era raro.
Improvisamos un tapabocas con una media rota que seguíamos usando igual.
Quedó horrible, pero cumplía con el cometido, y nos dejaban entrar al supermercado.
Hicimos videollamadas largas. Nos vimos las caras con y sin tapabocas, nos reímos por no llorar, pero también nos reímos porque era el único camino posible.
Puse todos mis cuadernos y papeles en una caja que dejé a mano. Escribí en mi diario, pero menos de lo que me gustaría. Empecé un diario nuevo.
El primer mes estaba, dentro de su normalidad, lleno de cosas nuevas para nosotros (al menos nuevas en los últimos 20 meses de nuestra vida).
Fue cuando nos dimos cuenta de algo que costaba aceptar: ok, esto no estaba tan mal.
Dejando de lado los motivos por los que llegamos a esta situación (que de positivo no tienen nada), esto, esta pausa era cierta forma necesaria. Necesaria para nosotros. Necesaria en este momento de la vida.
SEGUNDO MES
Mayo 2020
Las dos mochilas seguían a la vista, apoyadas contra la pared, por si había que agarrarlas y salir de un día para el otro a la ruta.
Un lote de muebles llegó y nos pasamos días abriendo cajas y acomodando mobiliario.
La casita se volvió más acogedora. Peligrosamente acogedora.
Yo adquirí rutinas alimenticias, y no faltaba el plato de avena en la mañana, acompañado del infaltable café. Wa por su parte se conformaba con el café y a veces algún cereal de oferta.
Vimos cómo construían un horno de piedra frente a nuestra puerta, y cuando estuvo hecho, hicimos fainá, que aunque no quedó igual de rico como los que recordamos, volver a sentir un gusto tan familiar después de tanto tiempo fue como viajar miles de kilómetros en un bocado.
También hicimos (y comimos) nuestra primera pascualina en 2 años.
No quedó tan bien, así que volvimos a prepararla, con mayor éxito al segundo intento.
Nos dimos cuenta que los atados de acelga en Uruguay son mucho más generosos que los que hay en México, donde apenas vienen 7 hojas.
Convertí un jean roto, aquel que me regalaron en Guyana, en un enterito que dejé abandonado cuando sólo me faltaba coserle los tirantes.
Visitamos a un vecino que tiene caballos, gallinas, vacas y una perrita.
Tuvimos una invasión de gusanos en la casa, que se terminó cuando se convirtieron en moscas.
Entonces, tuvimos una invasión de moscas.
La primera tormenta azotó la zona, y se fue la electricidad. El calor nos despertó varias veces.
Plantamos un árbol de paltas, y el frente de nuestra casita se convirtió en huerto.
Hicimos otro tapabocas, esta vez de jean.
Es mucho más decente que el anterior, pero las tiras a veces se rompen y hay que hacerles un nudito.
Wa se sacó una muela, y yo estoy pensando en colgármela del cuello, justo al lado del colmillo de jabalí que tantas veces nos salvó del jaguar.
Los champiñones en México son baratos. Comí muchos champiñones en lo que va de la cuarentena.
TERCER MES
Junio 2020
Guardé mi mochila en un baúl; apenas tiene cosas que rara vez necesito estos días. Buzos de invierno, la campera, y pocas cosas más. La de Wa quedó fuera porque no entra.
La marca de sol que tenía sobre la mano, aquella que el hueco de los guantes moldearon, desapareció. No así la marca de las tiras que las sandalias, en complot con el sol, me dejan en los pies. Mis championes están debajo de la cama hace ya casi 2 meses.
Pero los championes de Wa siempre están a mano, en el baño o junto a la cama.
Wa va casi todas las semanas a jugar fútbol con gente del barrio, y algunos convictos.
También va algunos días a ayudar con las obras de construcción de una casa cercana.
A veces hacemos de niñeros lo que nos ayuda a sacar fuera ese niño interior con el que nunca desconectamos. Jugamos con autitos, miramos Tom y Jerry, y contamos con los dedos.
Este mes estuvo haciendo muchísimo calor, y por eso nos instalaron un aire acondicionado en el cuarto.
También vinieron carpinteros a colocar puertas, y muebles en la cocina y el baño.
Una iguana enorme apareció en el patio e ideamos un plan para sacarla.
Terminamos la tarde paseando una iguana por la calle, hasta conseguir un lugar donde dejarla en libertad, lo más lejos posible de un señor que al vernos nos dijo “¿esas se comen no?”.
Festejamos un cumpleaños sorpresa.
Inflamos globos que el sol hizo reventar antes de tiempo, delatando la sorpresa unos minutos antes. Comimos torta, y aprendimos a acompañarla con un vaso de leche para evitar el empalagamiento. Funciona.
Visitamos Puerto Vallarta, un balneario super turístico que tenemos muy cerca, pero no habíamos ido hasta ahora. Nos encontramos con una rambla cerrada pero una playa llena.
También hicimos trámites, y caminamos unos 10 kilómetros.
Qué bien, todavía no nos oxidamos.
CUARTO MES
Julio 2020
Hicimos mermelada de cebolla para romper paradigmas. Y también porque es muy rica.
Comenzamos muchas cosas nuevas, y nos propusimos emprender nuevos proyectos.
Nos pusimos manos a la obra con todo.
Abrimos una cuenta de Facebook a pesar que creíamos que nunca lo haríamos, escribimos muchos mails, redactamos muchas cartas, nos hicimos un perfil que no sabemos bien cómo llevar adelante en Patreon, cambiamos varias cosas importantes en la web (aunque no sean visibles).
Escribimos mucho, editamos mucho. Una lapicera BIC se agotó antes de perderse, como una señal que nos alertaba que quizás ya era demasiado.
Pasamos muchas horas sentados frente a una pantalla; nos dolió mucho la espalda, se nos enrojecieron los ojos, y varias veces nos olvidamos de comer hasta que nos sentíamos mal.
Tratamos de ver una alineación planetaria y fallamos en el intento.
Trazamos planes para los próximos meses. Especulamos posibilidades. Hablamos con gente.
Apareció una serpiente en la puerta de la casa, y cuando la quisimos sacar, la dejamos más cerca.
Hace casi 2 días que no abro la puerta.
Hoy cumplimos 2 años de viaje.
Dos años de los cuales los últimos meses se sienten como una trampa, un engaño.
Una pandemia y una cuarentena que duraría más de cuarenta días no estaban ni por asomo en las posibilidades con que pensabamos más de 2 años atrás.
“Esto ya no es viajar, esto es vivir acá” dice esa voz. Puede que sea cierto, pero estos 4 meses se sintieron como un viaje dentro de otro.
Vivimos experiencias que nunca hubiésemos vivido en nuestra casa en Uruguay, e incluso las acciones cotidianas (aquellas como acomodar la comida dentro de la heladera o ponerle suavizante a la ropa) se sienten distintas, raras, como si vinieran de un pasado muy lejano.
Quizás no estemos viajando en el espacio, pero de alguna manera viajamos en el tiempo.
Y para ser completamente sinceros, hacía tiempo que sentíamos esa necesidad que era acallada una y otra vez… aquella que se sentía como un sacrilegio hacia la vida nómada.
Aquella maldita voz que resonaba en la cabeza, justo al lado del hombro izquierdo, levantando el tono con cada paso que dábamos en la ruta, con cada vez que armábamos la mochila.
“¿Cómo que un descanso? ¿Te cansaste de viajar? ¿No era que te gustaba vivir en movimiento, y no saber dónde vas a dormir y que se yo? ¿Cómo que también es cansador? ¿Ya te rendiste?”
Callate.
El consuelo de la estúpida culpabilidad viene dado por una frase con voz de angelito arriba del hombro derecho: “pero se necesitó una pandemia mundial para que pararan un poquito”.
Costó aceptar que sí, que necesitábamos un descanso, y que no era algo puramente físico, sino también mental (claro, hubiésemos preferido que se hubiera dado en otras circunstancias más amigables, y no en formato de cuarentena pero bueno).
No sólo necesitábamos dormir en la una cama por más de 3 noches seguidas (y la misma cama además); también necesitábamos no contar la misma historia 5 veces por día.
Necesitábamos cocinar algo más que no sea guiso, fideos con tuco o tortilla; necesitábamos no sentir que 5 horas de sueño eran suficientes ni sentirnos culpables por dormirnos o levantarnos tarde.
No tener que desarmar y armar la mochila sistemáticamente; necesitábamos estar en silencio con nosotros mismos, pero juntos.
Necesitábamos un poquito de aquella rutina de la que tanto nos quejábamos tiempo atrás.
Bueno, quizás no la misma rutina, pero necesitábamos bajar un poco la pelota al piso y sentir esa comodidad, ese letargo en que nos sumerge la seguridad de saber que el día de mañana va a ser igual que el anterior (en términos generales).
Necesitábamos eso de lo que tanto escapamos.
“Traidores… hipócritas”.
Shhh. Dejame terminar.
Quizás el truco del disfrute estaba en que desde el inicio de esta pausa, sabíamos que no sería para siempre.
Puede que 2 años sea mucho tiempo, o que viajamos más rápido de lo que creíamos.
Las posibilidades son infinitas, pero la realidad no se puede ocultar: al final de cuentas, el descanso nos vino bien.
Y ojo, no nos quejamos de todas las cosas de las que nos dimos cuenta que estábamos cansados, claro que no; nos encanta conocer gente en el viaje, hablar con ellos, responder aquellas preguntas que les intrigan de esta forma de vida, y que 15 minutos antes aun no se animaban a preguntar, y enterarnos nosotros también sobre su forma de vida.
Disfrutamos ese momento en que nos calzamos la mochila en los hombros, y salimos a lo incierto. Nos encanta no saber dónde vamos a dormir esta noche.
Nos encanta levantarnos para salir a recorrer el lugar donde estemos en ese momento.
Seguro que muchas personas aman nadar, pero no podrían nadar todo el día durante muchos meses. Aún así, siguen amando nadar.
Probablemente muchos podrían ver series o películas sin despegarse de la pantalla por 1 semana, pero quizás después de 3 meses les duelan los ojos. Siguen gustándole las series.
Seguro que por mucho que nos guste el helado, tomar helado todos los días durante mas de 500 días nos haga sentir que a lo mejor queremos sentir otro gusto, otra textura, otra temperatura, aunque sólo sea por unos días. Sigue siendo el helado una comida favorita.
Ok, quizás no sean los mejores ejemplos, pero lo que intento decir es que aunque nos encante viajar, y hacerlo de la forma en que lo hacemos (con todo lo que eso conlleva), no debería sentirse una traición el hecho de sentirnos bien cuando paramos. No deberíamos sentirnos mal por disfrutar de aquello de lo que escapamos, sobre todo si sabemos que viene en pequeñas dosis.
Esa vocecita va a seguir resonando una y otra vez.
Y estoy segura que va a volver a resonar cuando me vuelva a calzar la mochila a la espalda y como un flash se me pase por la cabeza “ufff, cómo pesa”.
“¿Ah querías seguir viajando? ¿Viste que ya te habías acostumbrado a estar quieta? Ya está, se te pasó el arroz, andate a tu casa”.
Esa vocecita va a seguir resonando, porque es parte de nosotros. Porque la necesitamos para superarnos, para cuestionarnos a nosotros mismos, para romper nuestros propios paradigmas, para mantener nuestro ego abajo, para partirnos al medio una y otra vez, destruir nuestras convicciones y obligarnos a generar nuevas o evaluar otras.
Necesitamos cuestionarnos para avanzar.
A 25 de Julio de 2020, y con una situación venidera todavía incierta, nosotros planeamos futuros.
Aunque no descartamos ninguna posibilidad, seguimos planeando futuros en ruta, ideamos planes que nos permitan seguir moviéndonos.
Hace ya algunas semanas que esa sensación de paz que nos dio la reciente rutina que esta cuarentena vino a imponer, comienza a transformarse en hormigas en el traste.
Y aunque todo puede ser muy cuestionable, nosotros planeamos; estamos planeando.
A 25 de Julio de 2020, y cumpliendo 2 años fuera de casa, el viaje no se detuvo. Nosotros no nos detuvimos.
Sólo estamos en pausa.
Hola!
Cómo están chicos?
Los sigo desde no hace mucho, después de ver unas historias de Análisis (anabanana en instagram) y esta bueno como cuentan sus anécdotas de viaje porque le meten de todo un poco, humor,realidad,puntos de vistas personales,etc.
Lo que no he encontrado muchos tips o recomendaciones, como se organizan sus destinos,etc, etc, etc, de casualidad tienen pensando hacer alguno de como manejan su presupuesto dia a día o cómo han hecho para lograr un objetivo monetario durante este viaje y por que dicieron comenzar a viajar porque tampoco lo encontré (aunque aún no he terminado de leer todo cuando viajaron a Usuahia) sobre eso.
Saludos.
¡Hola!
Muchísimas gracias por tu comentario, y esperamos que estés muy bien.
Antes de pasar a responderte, te hacemos llegar otro agradecimiento por seguirnos, y por gustarte lo que hacemos y de la forma en que lo hacemos.
Es cierto lo que decís, no tenemos muchos post estilo «tips» en el blog, al menos no todavía.
El motivo es que mientras estamos viajando, nos centramos en las anécdotas y vivencia que el viaje va marcando, y no tanto en la parte más «técnica» del viaje (por decirle de alguna forma). Somos conscientes que los artículos de consejos son muy bien recibidos, y que además, son un eslabón importante sobre todo para aquellas personas que quieren hacer un viaje largo, por eso, sí, tenemos planeado hacerlos (más adelante).
La cuestión es que mientras estamos en viaje, tratamos de centrarnos en las vivencias del viaje mismo (una suerte de bitácora, o crónica), y tenemos planeado dedicarnos a escribir mas artículos de recomendaciones en aquellos intérvalos de tiempo en donde volvamos a nuestro país (antes de seguir viajando), para de esta forma seguir generando contenido aunque estemos quietos.
Pero sí, la respuesta corta sería sí, sí planeamos hacer este tipo de artículos más adelante. Por supuesto, desde una perspectiva personal y experiencias propias, pero con ánimos de ayudar a quienes puedan necesitarlo.
En cuanto al motivo de por qué decidimos comenzar a viajar, ya que estoy te cuento; el viaje que hicimos a Ushuaia fue una prueba, y fue el que nos hizo tomar la gran decisión que nos venía repiqueteando desde hacía algún tiempo. Fue lo que nos hizo dar cuenta que realmente era posible. Así que fue un eslabón importante para determinar donde estamos ahora.
Una vez más, muchas gracias por escribirnos, y hacernos llegar tus consultas, ya que nos ayuda mucho para saber qué puede serle útil a nuestros lectores para tomarlo en cuenta.
Y sobre todo, gracias por estar ahí :).
¡Un abrazo!