No sé ustedes, pero yo desde chiquita veía islas paradisíacas como las de San Blas y pensaba que para llegar ahí había que ser ingeniero de la Nasa más o menos, o alguien con el caudal adquisitivo de los Rockefeller, y por ende, seguiría siendo un sueño por muchos años más, quizás por siempre.
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Y ojo que no soy una persona de playa (a diferencia de Wa), pero una cosa es la playa y otra es el paraíso.
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Por eso cuando lo vimos ahí, primero chiquitito y haciéndose cada vez más grande, tuvimos que rascarnos los ojos para asegurarnos que no estábamos dormidos y todo eso era un sueño.
No era.
Y así fue como terminamos viviendo dentro de un protector de pantalla de computadora durante 3 días.
San Blas es un archipiélago formado por 365 islas, de las cuales muchas de ellas están cerradas al público, otras son privadas (compradas por gente de altos recursos económicos), y otras son de fácil acceso para quien quiera experimentar un poco el paraíso en vida.
Como les explicaba antes, se tiene el concepto erróneo de que visitar uno de estos lugares paradisíacos es sinónimo de dejar en el proceso kilos de billetes y quizás vender algún pulmón.
Hoy te queremos contar que, si bien es una zona muy controlada donde algo de dinero vas a tener que dejar, tampoco significa que sea uno de esos lugares donde sus visitantes sean prácticamente millonarios.
¿La prueba?
Que nosotros pudimos ir.
¿CÓMO Y CUANDO LLEGAR A SAN BLAS?
Organizar este post se nos estaba haciendo difícil porque por un lado queríamos contar nuestra experiencia, las cosas que nos pasaron en el camino y estando allá, dando nuestra perspectiva al respecto, y por otro lado, queríamos hacer una especie de guía de lectura rápida para quienes quieren visitar San Blas de forma económica y nos les interesa tanto saber nuestras vivencias o perspectiva, así que decidimos separarlo en dos secciones, una más estilo «diario» y otra más «guía», para que cada cual lea lo que quiere.
GUÍA PARA SAN BLAS: ¿CÓMO VIAJAR AL PARAÍSO DE FORMA ECONÓMICA?
¿CUÁNDO VIAJAR A SAN BLAS?
Decir cuándo sería la mejor época para visitar las islas es algo muy relativo porque depende de qué busque cada uno.
El clima de Panamá se divide básicamente en dos estaciones: la época de lluvias que dura 9 meses entre marzo y noviembre, y la época seca que dura 3 meses, de diciembre a Marzo (sobre todo en la vertiente del Pacífico).
En la época «seca» se puede escapar de las lluvias y ver cielos más estrellados a la noche, pero también suele ser la temporada del año en donde más personas visitan San Blas, por lo que esa imagen de la playa solitaria va a ser casi una utopía.
En la época de lluvias, el sol va a seguir pegando fuerte durante el día haciendo posible los chapuzones, con mucha precaución de proteger la piel, pero sobre las 18 hs los cielos comienzan a nublarse, caen algunas lluvias esporádicas haciéndose más duraderas en la madrugada, y la nubosidad impide ver el cielo estrellado.
Un consejo que podría ser aplicable a cualquier época del año, pero intensificado si vas en «época baja», es que visites San Blas de lunes a viernes, ya que los fines de semana se llenan de forma notoria. Y digo que esta regla se aplica más en época baja porque en temporada alta va a estar lleno de gente en cualquier momento y la diferencia puede no ser tan notoria.
PREPARATIVOS PREVIOS
Uno de los puntos claves para economizar en San Blas, es llevar tu propio alimento, sobre todo tu propia agua, y de esa forma no depender del restaurante de la isla donde los precios son, obviamente, más elevados.
Nuestro consejo es preparar un surtido que sea suficiente para alimentarse durante tu estadía en San Blas, y que se base principalmente en alimentos no perecederos como fideos, arroz, enlatados. El pan envasado y las galletas son buenas opciones también.
Lo que es sumamente importante es llevar bastante agua, porque el agua del mar que rodea las islas es salada, por lo tanto, no se puede consumir, y la envasada que venden en la isla está a precio de turistas.
Lo más recomendable es llevar bidones de 4 o 5 litros.
Nosotros llevamos 8 litros y nos duraron los 4 días y 3 noches que estuvimos allá de forma justa.
Los precios de la comida, en caso que te la lleves vos, varían mucho dependiendo de qué compres y en dónde.
Nosotros gastamos U$S 15 entre los dos, y todavía nos sobró comida como para haber estado dos días más (no así el agua, que los 8 litros nos dieron justito para 3 noches).
Consejo: el supermercado «Bueno y Justo» es el más barato de Panamá. En el «99» también se puede conseguir alguna oferta si se busca bien.
Una técnica que puede funcionar, una vez estás en la isla, es estar atento a los horarios en los que las personas se van, y pedirles para comprarles el agua que les haya sobrado; generalmente van a preferir regalártela antes que vendértela.
Las fogatas están permitidas, al menos en la isla que estuvimos nosotros, y suelen haber trozos de troncos desperdigados por ahí, así que conviene llevar un kit de ollas de camping y algo que ayude a prender el fuego, para tener una cocina de bajo costo con la que cocinar nuestros alimentos.
El hecho de poder cocinar te permite también comprar más variedad de alimentos, aunque tenés que elegir sabiamente… acordate que durante el día hace mucho calor y no vas a tener dónde refrigerar la comida que lleves.
Una vez allá, para cocinar, se puede utilizar el agua salada de la isla, sobre todo en comidas donde no se consume directamente el agua, como hervir fideos o panchos (salchichas).
Para los casos de sopas, es mejor utilizar el agua dulce que hayas llevado, y en las mínimas cantidades posibles para no desperdiciar innecesariamente.
Está bueno mencionar también que la isla está llena de palmeras de las cuales caen infinidad de cocos. El mejor horario para juntarlos es en la mañana, porque los vientos nocturnos hacen caer más cocos a la arena.
En la isla donde nosotros estuvimos había una especie de «mazas» de cemento con las cuales podíamos partir la dura cáscara y atiborrarnos de coco todas las veces que quisiésemos, y resultaba un buen snack para llenar esos huecos a media tarde o en la noche.
Aun así, no sabemos si estas «mazas» están en todas las islas, por lo que quizás no sería mala idea cargar un pequeño martillo o algo que nos ayude a abrir los cocos. Eso, o pedir a la gente de la isla si pueden ayudarte (nosotros no necesitamos hacerlo pero probablemente no habría problema).
Y por supuesto, no podés olvidarte del traje de baño, la toalla o el pareo, y un gorro y buen protector solar si no querés terminar con la piel como Hellboy.
TRANSPORTE – ¿CÓMO LLEGAR A PUERTO CARTÍ?
Puerto Cartí es el punto desde donde salen los botes hacia las diferentes islas de San Blas.
El mismo está administrado por los Guna-Yala, la comunidad indígena de la zona que tiene control sobre San Blas, siendo el turismo su principal fuente de ingresos.
Si estás en Ciudad de Panamá, la posibilidad de hacer autostop debe posponerse hasta llegar a un punto hacia las afueras, así que la manera más económica sería ir hasta la estación Albrook, y desde allí tomar un bus llamado «Cañitas».
Cuando nosotros fuimos, este bus salía desde el andén 49, pero desconocemos si esto es algo fijo o si cambia cada día.
El bus te va a dejar en un lugar conocido como «El Llano», que es desde donde sale la ruta que lleva a Puerto Cartí.
En ese punto hay dos estaciones de servicio, y en una de ellas hay un pequeño supermercado donde podés comprar algo que te hayas olvidado (nosotros no fuimos, pero suponemos que es un lugar caro, por eso sólo lo recomendamos en caso que te hayas olvidado algo muy importante).
Éste es el punto idóneo para hacer dedo.
Si bien al principio puede parecer que va a ser cuestión de minutos que alguien te levante en la ruta, nuestra experiencia nos mostró lo contrario: la mayoría de las camionetas que pasaban eran de transporte privado, manejadas por Guna-Yala, quienes tienen el «monopolio» del turismo alrededor de San Blas, y no están dispuestos a llevar gente gratis.
Los costos de transporte que manejan son extremadamente excesivos (U$S 20 por persona hasta Puerto Cartí) así que toca esperar a esa persona que esté dispuesta a llevar gente a dedo.
En nuestro caso, demoramos unas 3 horas, pero hemos leído de otros viajeros que demoraron menos y contaban que en todos los casos quienes los llevaron eran turistas europeos que se iban a veranear a San Blas.
Tomando esto en cuenta, quizás hacer dedo sea más fácil en épocas altas, donde más turistas se dirigen al puerto por su propia cuenta y de esta forma no depender tanto del transporte privado que brindan los Guna-Yala, si lo que queremos es ahorrar lo más posible.
Para aquellos que vayan al puerto en su auto propio (o alquilado), tienen que saber que deben dejarlo estacionado en el puerto durante el tiempo que pasen en la isla, y les van a cobrar un importe por dejarlo allí.
También tienen que tomar en cuenta que la ruta desde El Llano hasta el puerto está llena de curvas y varios pozos, por lo que se recomienda tener buenas habilidades de manejo y preferentemente, una camioneta 4×4.
IMPORTANTE: a medio camino entre la ruta y puerto Cartí, va a haber una caseta en la cual te van a pedir el pasaporte, y te van a cobrar un impuesto para entrar a la zona de San Blas.
El costo es de U$S 20 por persona si sos extranjero.
BOTES E ISLAS
Una vez llegás a Puerto Cartí, lo primero que tenés que hacer es pasar por una caseta atendida por mujeres de la comunidad Guna-Yala, y pagar otro impuesto, esta vez portuario, de U$S 2 por persona.
Si llegaste en tu vehículo privado, es a ellas también a quien tenés que pagarles el costo del estacionamiento del auto en el puerto, durante tu estadía en la isla (el estacionamiento es techado).
El costo por día, si llevás tu propio vehículo, es de U$S 3.
Después tenés que empezar a mirar la cartelera que está en la misma caseta, que es donde figuran fotos de las islas con los respectivos costos de los botes.
Los horarios no figuran allí, pero suelen tener dos salidas y dos retornos por día: en la mañana, sobre las 07:00, y en la tarde, alrededor de las 14:00 hs.
El precio va a depender de qué tan lejos esté la isla que elijas.
La más económica y cercana es «La aguja», con un costo de U$S 25 por persona, ida y vuelta; luego los precios van en aumento.
Nosotros visitamos la isla de Perro Chico, que costaba U$S 35 por persona, no siendo ni la más económica ni la más cara, pero elegimos esta porque tenía la opción de acampar en la isla, cosa que no todas tienen, y de esta forma no dejar tanto dinero en alojamiento.
Además, tenía algunos atractivos en sus alrededores que queríamos ver.
Una vez decidas a cuál isla ir, pagás el pasaje en la misma caseta. Nuestro caso fue un poco diferente (más adelante lo explicamos), pero lo normal es coordinar y pagar aquí mismo.
Algo importante a tener en cuenta en la elección de la isla, es que si quieren acampar, siempre consulten antes qué islas les permiten hacerlo, porque si pagan poco dinero por llegar a una isla donde después no les permiten acampar y tengan que pagar hospedaje, lo que en un principio fue barato va a terminar siendo caro.
Otra opción de transporte es hablar con las personas que están en el puerto, y quizás alguna puede llevarlos por fuera de los precios de este lugar.
En este caso, no le pagarían la tarifa de transporte a las guna-yala de la caseta.
También podemos aconsejarles que hablen con la gente del puerto en caso que lleguen y el último bote haya salido. A nosotros nos pasó que llegamos sobre las 15 hs, y ya no salían más botes hacia las islas, así que hablando con las personas del puerto conseguimos que un bote de carga de mercadería nos cruzara a la isla.
Tomando esto en cuenta, tengan presente que los botes salen a las islas bien temprano en la mañana (sobre las 7:00) y luego a primeras horas de la tarde. Como ven, no es imposible conseguir que algún bote los lleve fuera de horario, pero tampoco podemos asegurar que siempre tengan la suerte de que alguien necesite transportar mercadería y los pueda ayudar.
Ah, no creo que sea algo muy importante pero por las dudas… al subir y bajar del bote, seguro tenés que meter los pies en el agua hasta los tobillos, así que mejor ándate en chancletas.
PERRO CHICO
-Instalaciones
Nosotros elegimos la isla de Perro Chico porque, sin ser la más cara, tenía algunos atractivos que queríamos ver, y además nos permitían acampar.
Pero si no querés acampar, en esta isla hay cabañas básicas para quedarse (tienen únicamente cama, alguna silla y poco más).
También hay un parador (restaurante) donde se puede comprar desayuno, almuerzo, cena, bebidas y algunos snacks. También es el lugar para rentar artilugios que puedan serte de utilidad.
Se puede rentar equipamiento de snorkel (lentes y tubo para respirar), hamacas paraguayas, toldos, etc.
Aunque éstas cosas se cobran, nos contaron que lo que sí ofrecen gratuitamente son salvavidas.
Los baños son utilizados tanto por quienes acampan como por quienes alquilan cabaña, y son bastante cómodos.
Hay baños de mujeres con cubículos donde sólo hay inodoros y baño de hombres con inodoro y mijitorios, y además hay dos baños mixtos, y en cada uno hay una ducha y un inodoro.
Afuera de los baños hay más duchas pero a cielo abierto.
En todos los baños suele haber papel higiénico, piletas y espejos.
En la noche la isla se ilumina con algunos bombillos por aquí y por allá, porque hay un generador que está todo el día encendido.
Nosotros no tuvimos que cargar los celulares nunca, pero suponemos que se puede pedir a la gente del restaurante para cargar los aparatos electrónicos… aun así, desconocemos si este servicio se cobra o no.
En la parte más popular de la isla, la más cercana al muelle, hay mesitas con bancos, y algunos techitos hechos de hojas de palmas (como los de las cabañas) para pasar la tarde. Algunas personas acampaban bajo estos techos.
Y es en ésta zona también donde hay una red de voleibol que siempre está colocada.
ATRACTIVOS
Los motivos por los que elegimos la isla de Perro Chico, además de la posibilidad de acampar, fue por los atractivos que tiene a su alrededor. Algunos son exclusivos de esta isla y otros, suponemos, son iguales en cualquier otra de San Blas.
-Barco hundido:
Éste es el principal motivo que lleva a la gente a la isla porque es algo exclusivo de ella. Muy cerca de la orilla, hay un barco colombiano que fue hundido hace muchos años atrás. Una parte del mástil sale fuera del agua, por lo que verlo es muy sencillo, no se necesita bucear.
Aun así, es necesario saber nadar para verlo bien porque ya estando al lado el agua es más profunda y no se toca fondo.
-Corales:
Aunque la isla es más conocida por el barco, y suponemos que los corales pueden verse desde cualquier isla, fueron nuestra atracción favorita.
No es necesario caminar mucho para empezar a encontrarlos en el agua, y si bien es cierto que se deben apreciar mejor con equipo de snorkel, nosotros no utilizamos y al ser el agua tan cristalina podíamos verlos a simple vista.
Tampoco hay que irse a aguas profundas para eso, el agua nos llegaba a las rodillas y ya estaban los corales a la vista.
-Noche estrellada:
Ésto también es algo común a cualquier isla, y sinceramente, es algo que nos desilusionó un poquito. Nos habían dicho que las estrellas se veían muy bien en las islas por la carencia de contaminación lumínica, pero desconocemos si esto cambió en los últimos tiempos o qué, pero cuando nosotros estuvimos allá, las luces permanecían prendidas todas las noches. Además, en épocas de lluvias el cielo suele permanecer nublado en la noche, así que es muy difícil poder ver las estrellas.
Suponemos esta característica mejora en la época seca.
-Fauna marina:
Suponemos que esto es algo que puede apreciarse también en cualquiera de las islas, pero no podemos dejar de mencionarlo. No sólo te vas a encontrar corales en el agua, sino también pececitos de colores que van a curiosear alrededor de tus pies apenas te metas, y alguna que otra estrella de mar. Si te tocan los pies, no tengas miedo.
Hay quienes han visto mantarrayas, pero nosotros no encontramos ninguna; de todas formas, si vos llegás a encontrar una, acordate que ellas si pueden llegar a ser peligrosas, sobre todo si te tocan con la cola que son como cuchillos, y hemos oído historias de personas que son perseguidas por ellas, así que tampoco arriesgues tu integridad física por una buena foto instagramera.
PRECIOS
Si bien es cierto que el costo del alquiler de cabaña no es caro, tomando en cuenta que incluye 3 comidas diarias, lo cierto es que también se puede abaratar todavía más los costos si elegís acampar y llevás tu propia carpa.
Como suele suceder, la forma más económica no es sinónimo de máxima comodidad o tiempos exactos, pero eso no quita que vayas a disfrutar de la isla.
Nosotros vivimos 4 días y 3 noches en Perro Chico de San Blas, por U$S 65 en total cada uno (transporte + impuestos + comida + estadía).
Vamos a listar los precios de las cosas sobre las cuales tenemos la información precisa, para que se hagan una idea de los costos que pueden tener para llegar a San Blas. Algunos pueden ahorrarse (por ejemplo, el transporte privado si haces dedo).
Los mismos son por persona, y únicamente listamos los precios para extranjeros.
Desde Ciudad de Panamá hasta Puerto Cartí
-Bus «Cañitas»: U$S 2
-Tarifa de la terminal: U$S 0,1
-Transporte privado desde «El Llano» hasta Puerto Cartí: U$S 40
-Impuesto por ingresar a San Blas: U$S 20
-Impuesto Portuario: U$S 2
-Costos para isla PERRO CHICO
-Lancha ida y vuelta: U$S 35
-Costo para acampar por día (si vos llevás la carpa): U$S 10
-Cabaña por día: U$S 40 (3 comidas incluidas)
-Equipo de snorkel: U$S 5 + 15 en garantía que se devuelven cuando la persona devuelve el equipo.
-Alquiler de hamaca por día: U$S 6
-Lata de 330 ml de Coca Cola: U$S 2
-Botella de 500 ml de agua: U$S 2
LA VUELTA
Para volver a cruzar en la lancha hasta el mundo de los viles mortales, tenés que coordinar cuando llegás con la persona que te recibió en la isla (en el restaurante, que es el lugar que oficia de administración también).
Si tu idea es irte a dedo, te conviene irte en el bote que sale temprano en la mañana (sobre las 07:00), pero si llegaste en auto, o preferís irte en transporte privado, podés irte en el bote de la tarde (15:00 hs).
Si querés tomar un transporte privado, generalmente, aunque no hayas coordinado previamente para que te vayan a buscar, en la parte del puerto suelen haber camionetas que llevan a los turistas, así que es difícil que te quedes sin locomoción. El consejo que te damos es que te quedes averiguando en el puerto, y no a las afueras del mismo, porque cuando pasan por la ruta ya suelen ir llenos.
Los costos de los transportes privados son los mismos que a la ida, es decir, unos U$S 40 por persona. Se puede llegar a negociar por U$S 15, pero no más que eso.
Si lo que querés es hacer dedo, la cosa puede volver a complicarse, pero esto depende de muchos factores, como te explicamos antes.
Una vez llegues de nuevo al cruce de rutas, donde están las gasolineras, podés esperar el mismo bus de U$S 2,5 (Cañitas) que te deja en Albrook, y que pasa bastante seguido.
NUESTRA EXPERIENCIA EN SAN BLAS
Nos estábamos quedando en Ciudad de Panamá, la cual se encuentra a 116 kms de Puerto Cartí, el lugar desde donde salen las lanchas que te dejan en las islas que se pueden visitar de San Blas.
Como estábamos en casa de una persona local, dejamos una de las mochilas y casi todos los petates y llevamos únicamente una, con todo lo necesario para sobrevivir algunos días en la isla.
El día anterior fuimos a los supermercados que mencionamos más arriba para hacer un pequeño surtido que rindiera los 4 días que pensábamos estar allá.
Nuestro surtido constó de galletas dulces y saladas, pan envasado, pasta de coccion rápida (Maru-Chan y Cho Min), panchos (salchichas) a U$S 1 el paquete de 11 unidades, mostaza, una lata de sardinas con salsa de tomate, una botella de jugo, dulce de leche (para endulzar la experiencia), y sobre todo agua, mucha agua.
Como ven, no hicimos el surtido más austero del mundo ya que compramos cosas con el único fin de darle un gusto al paladar, pero así con todo gastamos 18 dólares, presupuesto que debería alcanzar para alimentarnos durante 4 días y 3 noches.
Spoiler: no solo alcanzó, sinó que además sobró.
En cuanto al líquido, llevamos 6 litros de agua (de los cuales 2 fueron de la canilla nomás) y 2 de jugo.
Esa cantidad fue suficiente para los 4 días, tomando en cuenta que cocinábamos con agua salada del mar.
Spoiler 2: esto sí dio justito.
Empacamos un cambio de ropa, toalla, pareo, gorros, protector solar, el bolsito del baño, papel higiénico, la ollita con los cubiertos, el abrelatas y el encendedor, y más o menos por ahí andaba la cosa.
Ahora sólo restaba esperar al día siguiente.
LA USURA INDÍGENA ATACA DE NUEVO
Salimos alrededor de las 6:30 de la mañana.
Fuimos a la terminal de Albrook, desde donde pedimos a una señora que nos prestase su tarjeta para poder pasar por los andenes y le pagamos el costo (tuvimos que hacerlo dos veces y una de ellas no nos aceptó el dinero).
Luego tomamos el bus que decía «Cañitas», donde tuvimos un trayecto de una hora y poco hasta el cruce de caminos de El Llano y nos pusimos a hacer dedo para cubrir los últimos 40 kms que nos separaban del Puerto Cartí.
Y es acá donde se empezó a complicar la cosa.
Sabemos de viajeros a los que les resultó super sencillo, pero nosotros no podemos decir lo mismo… a lo mejor viajamos en épocas distintas, no sé, pero en nuestro caso fue una tarea no solo algo demorada, sino además un poco desagradable.
Estos otros viajeros de quienes habíamos leído buenas experiencias con el autostop hacia Puerto Cartí, habían sido casos todos de la misma índole; los habían llevado rápido, pero en siempre eran conductores extranjeros que iban a San Blas de vacaciones.
En la época que nosotros estábamos yendo era temporada baja, así que quizás eso influyó un poco.
La mayoría de los autos que pasaban eran de transporte privado, es decir, camionetas que se dedicaban al transporte de personas hacia el puerto, siendo éste su trabajo diario, y por ende, no llevaban gente a dedo.
Los poquísimos autos de familia que pasaban ya estaban llenos, así que no podían llevarnos.
Prácticamente todos los conductores de estos transportes privados pertenecían a la comunidad de los Guna Yala, que son quienes controlan el turismo en las islas de San Blas.
Sabemos que acá vamos a pecar de «contras», o a tocar temas que pueden resultar controversiales o sonar desagradables, pero el propósito de este blog es dar nuestra visión objetiva, es decir, desde nuestra experiencia, así que no podemos ser hipócritas en nuestros criterios.
Lo que si vale aclarar es que siempre hablamos a nivel general, sabiendo que siempre hay excepciones a todo (de hecho, nosotros mismo vivimos en carne propia esas excepciones).
Dicho esto, les explico por qué decimos que la experiencia haciendo dedo en territorio Guna-Yala fue desagradable.
Entendemos que las camionetas que se dedicaban al transporte de personal, no quieran llevar gente a dedo porque a final de cuentas, su trabajo es precisamente ese transporte, entonces, tiene lógica que no quisieran llevar a nadie gratis, y es perfectamente entendible.
Lo que nos parecía sumamente desagradable, era el hecho de que, al vernos hacer dedo, la mayoría de estas camionetas frenaban, y sin siquiera decirnos «hola», nos gritaban «¿tienen plata para pagar?» o en su defecto «¡40 dólares! ¡40 dólares!».
Solamente hubo dos autos que se detuvieron y sus conductores nos dieron los buenos días.
Éstas fueron las conversaciones que surgieron en esos casos:
*Señor 1*
-Buen día. ¿Hasta dónde van?
-¡Hola! Estamos yendo hasta Puerto Cartí.
-Bueno, yo no llego hasta allá, pero los puedo dejar a medio camino por U$S 10 cada uno.
-Ah no, muchas gracias, pero estamos tratando de llegar a dedo.
-¡¿A dedo en Panamá?!
-Jeje, sí sí, es que venimos viajando a dedo toda Sudamérica…
-¿Y cómo atravesaron el Océano a dedo desde Europa? -éste comentario ya venía con bronca en la voz, como si le estuviésemos mintiendo.
-No venimos de Europa… somos de Uruguay.
-¿Ah desde Uruguay? ¡Meh!
Y se fue.
*Señor 2*
-¡Hola! ¿Van a Puerto Cartí? -dijo de forma súper simpática y sonriendo.
-Sí, estamos tratando de llegar a San Blas.
-Ah bien, yo voy para allí también.
-Perfecto -ya estábamos con la sonrisa ampliada hasta que…
-..les va a costaaar….
Y acá hago un inciso para explicar que el tipo estiró la «A» porque se nos quedó mirando de arriba a abajo por un par de segundos mientras pensaba, basándose en nuestra apariencia, cuánto nos iba a poder cobrar.
Fue por esto que no lo dejamos pensar más, y cuando iba como por la tercer «A» le dijimos:
-Ah no, gracias, pero estamos tratando de llegar a dedo.
-¿¡A dedo!? -acá se encolerizó el tipo- ¡Nadie los va a llevar gratis! ¡Aquí todo se paga!
Y así sin más, arrancó la camioneta como quien lleva el demonio.
La cuestión es que no siguió de largo hacia Puerto Cartí, sino que dobló en la estación de servicio al lado nuestro donde estábamos haciendo dedo.
Cargó combustible en la 4×4, y cuando salió de la estación, ahora sí, encaminado hacia Puerto Cartí, pasó a unos 4 o 5 metros de donde nosotros estábamos, apenas aminoró la velocidad, bajó todo el vidrio de su puerta, sacó la cabeza para afuera, y mirándonos con fuego en los ojos nos volvió a gritar «¡Nadie los va a llevar gratis! ¡Nadie!», y se alejó con la velocidad de Meteoro.
Quiero aclarar que la cosa no hubiera sido taaan desagradable, si el tipo, luego de cargar combustible, hubiera venido a nuestro lado y nos hubiera dicho la misma frase de «nadie los va a llevar gratis» pero con un tono normal en la voz, y ánimos de convencernos para que paguemos el precio y nos llevase con él.
Nos hubiera molestado la insistencia, es cierto, pero hubiera sido mucho mejor que esa rabia demoníaca que lo llevó a gritarnos a metros de distancia que nadie nos iba a llevar, únicamente con ánimos de descargar bronca, casi como dejando caer una maldición sobre nuestras cabezas.
Pero cuidado, que nuestras malas experiencias haciendo dedo en territorio Guna no terminan ahí.
Cuando apenas llevábamos unos 15 minutos haciendo dedo, se acerca un muchacho guna con un niño, y se ponen justo al lado nuestro a esperar algo… en ese momento no sabíamos qué esperaban.
Al rato se van, pero vuelven a aparecer unos 10 minutos después y se colocan unos metros por detrás nuestro a hacer señas a los autos.
El tiempo pasa, algunos autos paraban al lado nuestro para gritarnos el precio, pero de repente, una camioneta pasa de largo y frena donde estaba el señor con el niño, y se los llevó.
Ok, claro que esto no nos parecería nada malo si tomamos en cuenta que el señor estaba con un niño, por lo que nos parece perfecto que se le dé prioridad aunque estuvieran «segundos en la fila», pero pronto descubriríamos que la comunidad guna, al igual que otras comunidades indígenas que hemos visto, suelen ayudar únicamente a sus semejantes, y esto era probablemente, una primer muestra de ello.
Cuando ya llevábamos alrededor de 2 horas de espera, una señora guna se baja del bus de Cañitas con una bolsa de arroz, y se pone justo frente nuestro, digamos a un metro de donde estábamos nosotros, pero delante.
Nosotros le dijimos «buen dia» sonriendo, con una inclinación de cabeza y moviendo la mano (saludo universal), pero ella no respondió ni sonrió.
Un auto pasó, y ella le hizo señas con la mano, mientras nosotros hacíamos dedo, un metro detrás de ella.
Lo mismo con todos los demás autos que pasaron.
¿Qué significa esto? Que si bien ella estaba haciendo dedo, se colocó delante nuestro, cuando lo correcto hubiese sido ir detrás, por un tema de orden de llegada. Sabemos que es una regla implícita internacional obvia para los mochileros que viajamos así, y que quizás los guna desconozcan, pero aunque sea por un tema de sentido común, nos parecería lógico que la señora se hubiera colocado luego de nosotros.
Ante todos estos hechos que presenciamos ese día, lamentablemente no podemos otra cosa sino reafirmar lo que ya hemos visto en otras comunidades indígenas Sudamericanas, que aunque nos duela aceptarlo (porque de alguna manera somos todos hermanos de tierra) los hechos están ahí: los integrantes de las comunidades indígenas no sólo suelen ser los más usureros, sino que además suelen ayudarse únicamente entre ellos.
Sí, sabemos que esto puede sonar duro, pero realmente hemos visto mucho este tipo de situaciones a lo largo del viaje alrededor de Sudamérica, y aunque podemos entender que estas comunidades pudieron haber pasado por momentos difíciles en el pasado, aunque en el presente tengan patrimonios que les permitan tener camionetas 4×4 o lanchas con motores Yamaha dadas por el estado y saquen Iphones de sus bolsillos, sus tours van a seguir siendo los más caros, los transportes manejados por ellos van a costar 10 veces más que el bus local por una distancia 4 veces menor, y las ayudas completamente desinteresadas van a dirigirse exclusivamente a los miembros de su comunidad.
Pero, no se me asusten, que también sabemos apreciar cuando hay excepciones a la regla, que afortunadamente, aunque sean pocas, siempre las hay.
Una camioneta se detuvo delante de la señora guna que le hacía señas, mientras nosotros detrás alargábamos el pulgar a la ruta.
El chofer abrió la puerta del acompañante y la señora subió sin decir nada, y sin siquiera mirarnos cerró la puerta.
En ningún momento le dijo nada al chofer, ni siquiera algo como «ellos están esperando desde antes que yo»… lo sabemos porque recuerden que estábamos a 1 metro de distancia de ella, y la ventana de su puerta estaba abierta.
Antes de que la camioneta volviera a arrancar, nos acercamos más y le preguntamos al muchacho que conducía si podía llevarnos también.
Dijo que sí.
El también pertenecía a la comunidad de los Guna-Yala, y nos contó que trabajaba como transporte privado y en ese momento estaba yendo a buscar unos turistas al puerto. Nos explicó que también tiene una agencia de tours, y le prometimos mencionarlo en nuestros post y redes.
El chico era sumamente simpático, y nos explicó que era difícil que alguno de los guna de los transportes nos llevase a dedo (cosa que ya habíamos corroborado).
Entre amenas charlas y risas, este muchacho indígena se ganó un pedacito de nuestro corazón.
Su agencia de tours se llama «Guna Yala Tours», y aunque nosotros no utilizamos sus servicios, tuvimos el placer de conocerlo y comprobar que es una persona tan simpática que seguro que cualquier tour con el debe ser cuando menos divertido.
No tenemos más que palabras de agradecimiento hacia aquel muchacho guna que vino a nuestro rescate para romper la maldición que se cernía sobre nuestras cabezas, aquella que decía «¡nadie los va a llevar gratis! ¡Nadie!».
YA NO HAY BOTES QUE VAYAN A LAS ISLAS…
Eso fue lo que nos dijo la señora Guna de la casilla del Puerto Cartí apenas llegamos, y habiendo pagado ya la tarifa portuaria.
Aparentemente, el último bote ya había salido, y la única opción que teníamos era esperar a que llegase algún otro, si llegaba, y preguntarle si podría llevarnos hasta la isla Perro Chico, que fue la que elegimos nosotros.
Así que esperamos. Lo peor que podía pasar era que tuviésemos que acampar en el Puerto, que tampoco era algo preocupante.
Un chico de la comunidad nos invitó a esperar en unos bancos de madera bajo un techo, y de repente apareció un señor que se presentó como «Evaisto» (o algo similar que ahora no recordamos) y se sentó al lado nuestro.
Al oírnos hablar preguntó si éramos argentinos, y cuando le dijimos que veníamos de Uruguay, se sorprendió y dijo que hace poco lo visitaron unos amigos de Uruguay.
De repente desplegó un conocimiento mayor del esperado sobre nuestro país, algo que nos tomó completamente por sorpresa: nos habló del mate, de Suárez, de Mujica, y remató con la cereza del postre diciendo «a mi me gusta mucho Benedetti… y Galeano también… de hecho, él se quedó en mi casa unos días».
O sea que, en teoría, estábamos hablando con un integrante de la comunidad de los Guna-Yala de Panamá, que no sólo conocía sino que había hospedado en su casa a Eduardo Galeano, el escritor más reconocido de Uruguay.
Pellizcame que no me lo creo.
El señor desplegaba una cultura innegable sobre diversos temas, inclusive los menos esperados, y no pude contener la risa cuando ante la respuesta de Wa sobre la pregunta de cuál era su nombre: el señor le soltó «¡Washington! ¡Cómo el perro de Condorito!».
Esa era una feliz variable al clásico «Washington… como Washington DC».
El señor Eveisto resultó ser el administrador de la isla, y cuando se enteró que nos habíamos quedado, probablemente, sin bote hasta mañana, movió sus contactos vía celular, hasta que con triunfo en la voz nos dijo que un bote nos recogería en unos minutos.
Aparentemente, tenían que llevar mercadería a una isla y podían dejarnos en Perro Chico de pasada; el costo sería el mismo que en la caseta del puerto.
Como ven, siempre hay excepciones a todas las reglas.
El bote liviano en el cual éramos los únicos tripulantes, además de los 2 conductores, hizo una pequeña parada en una isla que pertenecía a la comunidad Guna, donde vivían 1000 integrantes de la comunidad.
Según el señor Evaisto nos había comentado, ellos tienen su propias leyes que son distintas a las del resto del país, y el Estado de Panamá no puede hacer nada al respecto.
En esa isla conocimos a otro señor y sus dos hijos, quienes comenzaron a sacar agua de otro bote un poco más grande y techado, y nos invitó a pasarnos.
Conversamos un rato con el, y nos contó que ese día era especial para ellos porque era la fiesta de la Chicha; mientras, su hijo jugaba con mis pulseras, y la niñita me tocaba la espalda para señalar con tímida preocupación la punta de mi camisa que se hundía en el agua.
Todos ellos eran un amor de personas.
Finalmente, con los 2 conductores del bote y ahora varios kilos de mercadería en forma de combustible, partímos para isla Perro Chico, donde nos esperaba el paraíso.
4 DÍAS Y 3 NOCHES VIVIENDO EN UN PROTECTOR DE PANTALLA DE COMPUTADORA
Imaginate una piscina gigante en la que no ves los bordes, con el agua así de clarita, en tonos verdeagua.
Ahora sumale algunas islas de arena fina y muy blanca.
Plantale palmeras llenas de cocos.
Y por último, metele pecesitos de colores y corales al agua.
Eso es San Blas.
En otras palabras, el fondo de pantalla de tu computadora, pero fuera del mundo virtual.
Apenas llegamos, luego de pagar el viaje en bote y coordinar en qué día y horario debía pasar a buscarnos el bote para llevarnos de vuelta a la costa, empezamos a buscar un lugarcito para armar la carpa.
Había algunos techitos, pero ya estaban tomados por algunas carpas que parecían llevar algunos días allí, carpas que se irían al día siguiente, convirtiéndonos en casi los únicos que acampaban en la isla.
La isla tenía dos partes: la más popular, donde estaba la red de voleibol, el restaurante, el muelle, y la mejor vista de la playa, y después estaba la salida trasera, donde estaba el generador que proveía de energía a la isla y no dejaba de hacer ruido en todo el día, pero era también la zona más vacía.
Allí, debajo de unas palmeras, plantamos campamento.
Nuestro vecino, el inquilino de la cabaña que estaba cerca de nuestra carpa, leía un libro al lado de la orilla, con una tranquilidad sublime en el rostro, y cada tanto nos miraba con curiosidad. Yo le apodé «el vecino filósofo» porque me daba ese aire.
Una vez tuvimos armado el campamento, se vinieron las primeras incursiones en la isla, cada cual a su manera.
El cielo estaba bastante nublado, y siendo ya las 16:30 hs nada prometía que fuésemos a tener mucho más tiempo de luz solar, así que yo preferí no ponerme el traje de baño ese día (porque además, tampoco hacía taaanto calor a mi gusto), pero Wa no aguantó.
Mientras yo sacaba fotos de cuanta imagen idílica que sólo había visto a través de pantallas de vidrio me cruzaba, Wa chapoteaba entre corales y me gritaba desde más adentro «¡acá está el que tiene forma de cerebro!».
Sobre las 18 hs comenzamos a buscar ramas para armar un soporte del cual colgar la olla, y justo debajo, apilábamos piedras y trozos de troncos de alguna vieja fogata para armar la nuestra.
Ese primer día aprendimos por qué es recomendable, en época de lluvias, comer más temprano.
La lluvia nos sorprendió a mitad del proceso, y fue toda una odisea terminar de cocinar unos míseros fideos -semi- cocidos con agua salada de la playa, y calentar un poco de sardinas con salsa de tomate.
Lamentablemente, estas lluvias nocturnas fueron el motivo por el cual no pudimos ver las estrellas mientras estuvimos en San Blas, pero esto se compensaba con escuchar las gotitas de lluvia golpeando contra la carpa a modo de arrullo.
Igual les voy a contar una cosa que no la esperábamos: el generador de electricidad permanece todo el día encendido, por lo que si acampan cerca no hay escapatoria al sonido constante del mismo, pero como todo lo que se adquiere a fuerza de costumbre, a partir del segundo día, el sonido está ahí, pero los oídos se hacen los tontos y no lo escuchan.
Esto trae como consecuencia que siempre haya luces encendidas en la isla, lo cual por un lado se agradece, pero por otro, le quita belleza a la noche.
Nosotros hubiésemos preferido que la isla quedase completamente a oscuras, incluso aunque no se pudiesen ver las estrellas debido a las nubes.
A partir del segundo día, comenzamos a juntar los cocos que caían en la mañana, víctimas de los vientos que traían consigo las lluvias, y los rompíamos con un fierro que tenía un trozo de cemento en la punta.
Esto había sido alguna vez una pesa para hacer ejercicio, ya que cerca de nuestra carpa habían algunas pesas esparcidas en el suelo, que oficiaban como un mini gimnasio salvaje… que nadie usaba nunca claro porque ¡¿quién se va a una isla paradisíaca a hacer pesas?!
El segundo día fue donde descubrimos en detalle la variedad de corales que había, nos revolcamos con las olas en la orilla, Wa se cortó las manos y las patas con algunos de los corales, y yo jugué a ser sirena por un rato.
Ese día caía jueves, y fue el día en que la isla estuvo más deshabitada. Las demás carpas desaparecieron y sólo quedó una que siempre estaba vacía completamente (así que a lo mejor era de alguien que alquilaba cabaña, pero ponía esa carpa para tirarse un rato, no sé).
También fue el día en donde llegaron muchas algas a la orilla (se ven en la foto que está mas arriba donde hay gente bañándose).
Y donde Wa se metió bajo el agua a ver el barco hundido que oficia de principal atracción de la isla.
¿El veredicto? No era la gran cosa.
Lamentablemente, por no tener ningún tipo de GoPro, ni artilugios que nos permitan hundir los celulares con tranquilidad de Buda, no pudimos sacar fotos por debajo del agua.
Al tercer día ya nos la pasábamos en traje de baño, y seguíamos siendo casi los únicos acampando en la isla, ya que descubrimos que con la nueva oleada de turistas de esa mañana había llegado una carpita más.
Aun así, el resto de los turistas alquilaban cabaña, la cual no era cara considerando que incluía las 3 comidas. Pero acampar y llevar tu comida era más barato.
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En algún momento nos dimos cuenta que nos habíamos convertido en los Neandertales de la isla.
Éramos los únicos que hacían fogata en toda la isla, la cual necesitábamos para cocinar nuestros alimentos (que más de una vez se caían y se llenaban de arena), en una olla toda negra de hollín colgando de un rudimentario soporte casero hecho con ramas.
Recorríamos la isla recolectando los cocos caídos en la noche, los cuales rompíamos y comíamos coco fresco todo el día y tomábamos su líquido para ahorrar agua dulce.
En la tarde le tirábamos trocitos de coco o de galletas a los pajaritos, que nos rodeaban enseguida.
Teníamos la espalda roja quemada por el sol, los pies lastimados por los corales, las manos con manchas de carbón y los pelos mojados y duros por el agua salada pero ya ni siquiera nos peinábamos.
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Las personas pasaban con sus gorros grandes y lentes oscuros, y nos miraban romper los cocos con susto mientras tomaban una Coca Cola.
Para ellos seríamos salvajes.
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Quizás lo éramos.
Gritamos «Wilsooon» cuando una ola se llevó uno de nuestros cocos.
Nuestro entretenimiento era alimentar a los pájaros de la isla, que además de ser muchos, tenían actitud de paloma de plaza, así que solían acercarse bastante… a veces más de lo debido a nuestra comida.
Los atardeceres que vimos en San Blas, sobre todo nuestro último día allí, fueron de los mejores que vimos en la vida, sin lugar a dudas.
El azul mutó a rosado, para terminar en un anaranjado fuerte, y una pareja a los pies de una palmera completó el cuadro, digno de una postal de San Valentín.
La mañana siguiente era sábado, y nos tocó volver a convertirnos en seres -medianamente- civilizados, así que nos pusimos un poco prolijos, y esperamos a que el bote nos transportara a tierra firme.
La ropa nos ardía en la piel, pero otra cosa que también ardía era ese sol interior que las aguas del Caribe habían dejado dentro nuestro, traducido más vulgarmente como «felicidad».
Y seguiría ardiendo por mucho tiempo más, probablemente, por el resto de nuestras vidas.
Jejeje si, yo de nuevo.
Que maravilloso lugar, sin dudas una de las cosas que más te compra del Caribe en las islas o en el continente son esas aguas, son mágicas.
Con mi esposo conocimos hace 6 años en nuestra luna de miel las aguas de Cuba y alucinamos sin ton ni son y te lo dice alguien que huye todo el tiempo del sol, el calor y abraza infinitamente el invierno, pero en serio esas aguas te hechizan desde el primer momento en que llegas.
Épico video, me reí por un buen rato con ustedes como les decía anteriormente.
PD: hoy estoy comentona y YA me voy al post sobre Costa Rica que recién vi que esta fresquito,jeje 😊
No sabía que Panamá quedaba en Norteamérica 🤔
Hola, si, existen muchas formas de llamar y dividir al continente americano.
Una de ellas es dividirlo como Norteamerica y Sudamerica (sin dividir Norteamerica y Centroamerica), nosotros decidimos usar esa terminología. También existe por otro lado la denominación de Norteamérica, solo con Mexico Canada y USA. No existe una forma correcta o formal, por lo tanto siempre queda a gusto de cada uno.