Comenzamos la aventura rumbo a Ushuaia!
Ésta aventura empezó como todos los días, atrasando el despertador… 5 minutos mas, 5 más… hasta que se decidió “Ok, tomamos el ómnibus que pasa una hora después”.
A las 07:45 nos estábamos levantando, cumpliendo la típica rutina matutina, Hasta ahora, nadie que nos viera diría que era el principio de la aventura. El mismo sol de cada día, el mismo desayuno y la misma corrida para no llegar tarde a la parada del ómnibus.
Finalmente, 8:39 partíamos hacia la parada, y tomamos el transporte metropolitano unos 15 minutos después.
A las 9:20 estábamos bajando en Playa Pascual, sobre la ruta.
Encontramos un lugar, suficientemente cerca de una curva como para aprovechar la disminución de velocidad, y con banquina para que los autos puedan parar.
Dos minutos más tarde, estábamos extendiendo el pulgar en el aire, sintiendo algo entre un poco de vergüenza y un poco de emoción.
La frase que salió inevitablemente de la boca de Wa fue “ya anduvimos varias veces disfrazados en zonas publicas, actuamos, tantas cosas! Esto no es nada”.
Y tenía razón…
Habíamos leído por varios lados que hacer dedo en Uruguay era un poco complicado, ya que el uruguayo tiende a desconfiar, así que nos preparamos para lo peor.
No usamos cartel, queríamos intentarlo así primero, solo usando el pulgar, a ver que tan lejos podíamos llegar.
Más tarde nos daríamos cuenta que podríamos llegar lejos, bastante lejos.
La bobada de siempre y la emoción hacían que nos riéramos a cada rato, lo cual nos jugaba a favor, ya que la sonrisa es el mejor método al hacer dedo.
Una sonrisa puede llevarte tan lejos como quieras que te lleve.
Habían pasado unos 35 minutos, cuando mirando hacia atrás, nos dimos cuenta que un camión enorme con 2 zorras (vacías) había parado, unos metros por delante de nosotros.
Agarramos las mochilas y corrimos cual gacelas a su encuentro.
Fue todo tan rápido, que lo primero que atinamos a hacer fue intentar abrir la puerta del acompañante. Como no cedía, nos pusimos delante de la cabina, para llamar la atención del conductor, quien luego de intercambiar unas indicaciones, se baja a abrirnos una de las jaulas enormes que cargaba sobre una de las zorras del camión, para que dejemos las mochilas allí.
Unos minutos luego, estábamos viajando en la cabina del camión, junto a Javier, un simpático y carismático conductor.
El diálogo obligatorio comenzó a desarrollarse:
-A dónde van chiquilines?
-Hasta Ushuaia… vos sos el primero que nos lleva, es la primera vez que hacemos dedo.
-Ah si?!- dijo Javier con entusiasmo.
-Si, recién empezamos, hará media hora mas o menos,
La charla comenzó de esta manera y terminó derivando a cuanto tema mas se nos cruzó por la cabeza. Pasamos desde experiencias con otros mochileros que hacían dedo, pasando por viajes pasados y terminando hasta en temas sobre las injusticias del mundo.
Comentamos que hoy podía resultar particularmente difícil encontrar alguien que nos lleve porque al ser domingo, casi todos los autos van llenos, porque se van a pasear con la familia, y camiones que estén trabajando (que son los que nos brindan mayores posibilidades) hay pocos. Ya al otro día, lunes, si bien era feriado, la cosa cambiaba.
Así que no podíamos considerar que nos estuviera yendo mal… el primer auto que nos levanta EN LA VIDA y es solamente a los 35 minutos de espera… he esperado mas tiempo un ómnibus en el centro.
En eso, paramos en una estación de servicio para ir al baño, y cuando estábamos por arrancar, Javier se da cuenta que el camión estaba perdiendo nafta… perdiendo se queda corto, estaba diluviando nafta.
Acá fue cuando, con ayuda de Wa, levantaron la cabina del camión y se pusieron a revisar el desperfecto.
-Ah ustedes querían hacer dedo?! Se van a curtir!
-Mejor mejor, justamente por eso lo hacemos, para tener experiencias- le dice Wa,
A los 5 minutos, el problema estaba solucionado… o eso creíamos.
Habiendo arrancado, y apenas unos metros más allá de la estación, Javier pudo observar por el espejo retrovisor el chorrete de nafta que su camión iba pintando.
Frenazo, descenso de la cabina, levantar la cabina, revisar nuevamente, buscar alambre, atar caños y vuelta a rodar.
Sobre el mediodía, llegamos a un lugar donde, según explicación de Javier, los camiones son pesados en una gran plataforma que oficia de balanza, para que los frigoríficos tengan control de ellos.
Unos pocos metros mas adelante, nos dice «chiquilines, se les va terminando el boleto.»
Tras algunas indicaciones sobre donde ir a esperar el siguiente aventón, lo cual requería caminar alrededor de 1 km y algo hasta el próximo pueblo.
El conductor se apiada y nos dice «saben qué? Yo los llevo, vamos hasta Rosario… total, yo después pego la vuelta y ya está.»
No sabíamos como agradecerle.
Durante ese kilómetro compartido, aprovechó para darnos consejos sobre los vehículos a los que nos subamos:
- En lo posible, no se suban a los camiones paraguayos… no son todos malos, pero he oído historias a amigos míos que son medio… peligrosos.
Apunte mental.
- Tampoco tomen nada que les den, a menos que vean que lo abren delante de ustedes. «Un compañero una vez levantó a 2 minas, le ofrecieron mate y sin que el se diera cuenta, le pusieron unas pastillas para dormir. 24 hs durmió!!! Cuando se despertó no tenía nada adentro del camión.»
Apunte mental 2.
Tras dejarnos en la estación de servicio de Rosario, nos sacamos una selfie con él y a pedido suyo nos apuntamos su celular para contarle qué tal Ushuaia y avisarle cuando estemos volviendo, por si el andaba en la vuelta,
La verdad, no creo que pudiésemos tener mejor primera experiencia en Autostop.
Rosario
Lo primero que hicimos fue ir al baño de la estación… Wa sencillamente para hacer sus necesidades, y yo para limpiar el excremento vacuno del cual se había empapado la manga derecha de mi campera.
La idea era atravesar el pueblito hasta alcanzar la Ruta 2, donde según consejos de Javier, íbamos a ver un puentencito, y justo antes debíamos hacer dedo, que era donde teníamos mas chances.
Rosario era un pueblo hermoso, súper tranquilo, un híbrido entre lo salvaje y la urbanización, como la mayor parte de los pueblitos del interior.
Antes, paramos a la orilla de un arroyo, rodeado de arbustos, con un puentecito y arboles, a comer unas barritas de cereales.
La paz se respiraba en el aire.
Fue en ese momento que lo primero que se cruzó por la mente, lo dije en voz alta:
-Recién es el primer día y ya sé que no quiero volver a la oficina.
Es que, estar bajo ese árbol, a la orilla del arroyo, sabiendo que no tendría que madrugar para encerrarme en una oficina 8 horas, ni mañana, ni pasado, ni dentro de 2 semanas … daban ganas de que sea así siempre. Aunque puedan haber momentos difíciles… seguro que un solo momento como éste, dejaba chiquito a las complicaciones que el viaje pudiera traer.
Media hora mas tarde, seguimos buscando el famoso puentecito, el cual se dejó encontrar fácilmente, apenas a unos metros de distancia.
Plantamos las mochilas en el piso, verificamos que hubiera espacio para que un auto estacionara luego de nosotros, pero antes del puente, y nuevamente, extendimos el pulgar.
Cada cual tiene su estilo.
Yo estiro el brazo a no más dar, como cuando uno quiere prender la luz sin salir de la cama porque le da miedo la oscuridad, y levanto el pulgar, dejando toda la extremidad estática, flotando en el aire.
Wa en cambio, estira el brazo, pero flexiona y comienza a mover el antebrazo, señalando con el pulgar hacia donde nos dirigimos.
Esta espera si que fue extensa, estuvimos 1 hora y 25 minutos esperando, hasta que nos levanta un muchacho en una camioneta.
Nos dice que uno de los dos va a tener que ir atrás, lo cual fue gracioso, porque unos minutos atrás estábamos diciendo que estaría buenísimo poder viajar en la parte de atrás de una de esas camionetas abiertas, pero que como estaba penado por ley, iba a ser medio complicado.
Y aparece este muchacho pidiéndonos que uno vaya atrás… genial.
Nos llevó unos 20 kilómetros, dejándonos frente a una casita de policía donde no había mas nada que eso, y un cartel de “Cuidado, pasan vacas”.
Quince minutos mas tarde, nos levanta un señor en una camioneta de estas que las ves y ya te empieza a lloriquear el bolsillo.
Hablando con el señor, nos cuenta que el es divorciado, y ni loco se va de mochilero… el quiere ir en un crucero, con todas las comodidades y una mujer que lo acompañe, y que no tenga borregos de los cuales hacerse cargo.
Borregos.
Esa es la palabra que nos quedó para ese señor. Nos empezó a contar historias de mujeres con las que intentó una relación pero todas tenían borregos, y el ya crió sus propios hijos, así que no quería criar borregos ajenos.
Quedamos en la estación de servicio de Cardona, a las 15:35, otro viaje corto.
Nos ubicamos en la ruta nuevamente, y a hacer dedo de nuevo.
A los 25 minutos, nos levanta un camionero que transporta madera a Botnia, así que nos puede llevar hasta Fray Bentos, cosa que nos viene bárbaro, porque la idea es cruzar a Argentina a través del puente que une Fray Bentos con Gualeguaychú.
El muchacho era muy callado, e iba enchufado con los auriculares. No había mucho de que hablarle, parecía que el ya estaba acostumbrado a levantar gente y ni preguntaba nada.
Fue un tramo un poco extraño, al principio incómodo porque nos sentíamos en la obligación de hablarle pero el no parecía necesitarlo, y eso era algo nuevo para nosotros.
Al final, no insistimos más en sacar temas y decidimos disfrutar del paisaje, y quedarnos dormidos… la verdad es que intentábamos no dormirnos pero con el solcito suave del atardecer en la cara y el arrullo del camión, era difícil…
Finalmente, entre luchas contra nuestros párpados, llegamos a la Aduana de Fray Bentos.
Acá es donde nos esperaba el primer reto inesperado del camino.
Fray Bentos – Aduana
Pasamos el control rápidamente, la muchacha que nos atiende nos pregunta
-Están en auto chicos?
-No, caminando.
-Bien, y hasta donde van?- dice ella sin levantar la vista de los papeles.
-Hasta Ushuaia
La chica levanta de súbito la mirada y nos mira con unos ojos enormes, y a continuación seguido de una sonrisa y un gesto de sorpresa dice:
-Ushuaia… un poquito lejos eh!?
Pasado el trámite, nos dirijimos al puente para cruzar, cuando nos detiene una muchacha que estaba en una casetita con un cartel enorme de “PARE”.
-Chicos, los espera alguien o van caminando?- pregunta estirándose sobre la ventanilla.
-No, vamos caminando.
-Ah lo que pasa es que no se puede cruzar el puente caminando, si no están en auto pueden hacer dedo acá adentro.
-Bueno, hacemos eso si, gracias- decimos completamente sorprendidos.
¿Cómo que no se puede pasar caminando? Si hasta hay una veredita al costado del puente!!!
La cosa es que no se puede, así que nos pusimos a hacer dedo ahí mismo, en Aduana.
Acá estuvo complicado también… eran las 19:00 hs cuando empezamos, pero no nos llevó muchos minutos para darnos cuenta que iba a ser casi una misión imposible.
Toda la gente que pasaba en los autos nos miraba como bichitos de circo… esto es común cuando hacés dedo, pero acá se maximizaba el efecto… algunas personas hasta nos veían a unos metros y cerraban la ventanilla, como si les fuéramos a atacar o que se yo…
Las señoras solían vernos con una expresión entre sorpresa, preocupación y un poco de decepción, como pensando “la juventud está perdida”.
A eso de las 19:55 hs, cuando ya hacía rato estábamos mirando con cariño un pequeño predio de pasto que había en la Aduana, ideal para pinchar una carpa, para un auto bordo, y un rostro femenino nos pregunta hasta donde vamos.
Le contamos brevemente la historia de nuestro cruce frustrado, y ella se compadece, nos hace entrar a su auto.
Nuevamente se cumple la regla de “si decís que algo va a ser difícil, ese algo se cumple”. Unos minutos antes estábamos comentando que la culpa la tienen las señoras, porque en la mayoría de los casos, los autos iban manejados por parejas, y nosotros nos la jugábamos que en la mayoría de los casos. Las señoras son las más miedosas que le dicen al marido “ni se te ocurra subir a esta gente, andá a saber que tienen encima, si están drogados, si son chorros…”. Es un prejuicio en realidad, pero nosotros convencidos que esta era la realidad.
Y ahora nos sube al auto una mujer… y sola. Tremenda piña del destino como para decirnos “dejen de prejuzgar!”.
Pierina era la simpatía personificada, empezó la charla enseguida. Nos cuenta que a ella hace poco le empezó a caer la ficha que la vida es una sola y hay que hacer lo que a uno le gusta, sin importar los esquemas sociales.
Nos contaba que la tenía paspada la gente que le preguntaba “y para cuando los hijos?” , como si fuera una obligación tener hijos, tener una casa, casarse, etc…
Ella tiene 28 años y es profesora de italiano, y ya podía reflejarse su espíritu libre cuando te dabas cuenta que sobre su cabello rojizo tenia mechas azules. Quieras o no, esto suele implicar un poco mas de liberalidad ante los estándares de la sociedad.
Charlamos todo el camino hacia Gualeguaychú. Nos contó que sus padres son muy pro-sistema y no ven bien todas las ideas que está desarrollando ella, esa ambición de querer irse de viaje, esa tendencia a levantar gente que hace dedo, etc.
Sin tener ganas de dejar de charlar, tuvimos que despedirnos de ella en la terminal de ómnibus de Gualguaychú, donde nos dejó para que buscáramos un lugar donde dormir.
Y acá comenzó la primer experiencia de acampada en la ciudad.
Gualeguaychú
La terminal no nos parecía un lugar seguro… según habiamos leido en los blogs de viaje que seguimos, si alguna vez les robaban a los mochileros, siempre sucedía en terminales.
Por eso decidimos buscar una estación de servicio donde nos dejaran pinchar la carpa para dormir allí.
La primer estación que vimos, consultamos. Nos dijeron que esperásemos al muchacho del turno de la noche que llegaba 21:30 para que el nos confirmara si podíamos o no.
A las 22:00 hs estábamos armando la carpa al costado del minimercado de la pista.
Acá fue donde nos dimos cuenta de algo: en las estaciones de servicio no hay tierra.
Nuestra carpa se constituye de dos partes: la carpa misma que es de un blanco medio transparente y un techo transparente totalmente porque es de mosquitero, y un cubretecho azul, el cual no se transparenta, pero necesita ser clavado en el piso, si o si.
No grata fue nuestra sorpresa cuando nos dimos cuenta que el piso donde estabamos clavando, si bien parecía todo tierra porque crecía algo de pasto, estaba sucedida por una gruesa capa de piedra. Eran unos 6 cms de tierra, y de ahí para abajo, todo piedra. Imposible clavar bien las estacas.
Tuvimos que hundirlas esos 6 cms en la escasa tierra, y rezar para que no se volara.
Encima, como habiamos visto que habia mucho movimiento en el lugar, de los cuales algunos eran muchachos que no parecían estar muy lúcidos, yo decidi que lo mejor era dormir sin poner el sobre de dormir ni sacarme los zapatos ni la ropa. Lo que quería era salir corriendo fácil, de ser necesario.
La incomodidad de las piedras clavándose en nuestras espaldas se vió acrecentada cuando a las 01:00 se empieza a escuchar a todo trapo un “que los cumplas feeeeliz!” seguido de aplausos, griterío, y acto seguido, una larga sesión de karaoke como hasta las 04:00 de la madrugada.
Justo en la casa que estaba pegada a la estación, es decir, la casa que lindaba con el muro donde habíamos casi pegado nuestra carpa, estaban de cumpleaños.
Justo.
A las 05:40, con las espaldas molidas por las piedras y habiendo dormido escasos minutos intermitentes, decidimos levantar todo e irnos a hacer dedo nuevamente.
Admiro pero al mismo tiempo me molesta, porque millenial quizas, anti-social, todo junto se te pone a contar toda su vida con toda la confianza del mundo como si te conociera desde el primer segundo de vida fuera de la panza de tu madre y al mismo tiempo siempre me da a pensar que parecen personas con las que no tienen con quien charlar y expresar todo lo que tienen adentro como quien no quiere la cosa con la primer persona extraña que se cruzan por necesidad o simplemente porque les gusta.
Bichos raros si seremos los humanos, eh xD
Sí, hay de todo.
La cosa es no hacer mal -deliveradamente- a nadie… mientras eso se cumpla, tanto las personas que nos quieran conversar como si no, son bienvenidas igualmente.
Y si escuchándolas o conversándoles les hacemos un bien, mejor aún. Siempre está bueno si hay intercambio.
Si, los humanos somos variopintos y a veces «raros».
Gracias por comentar 🙂
Supongo, para mi es subjetivo por mi forma de ser y no sirvo para ponerme de charla con extraños ni asi que se me pongan a charlar.
Pero ta, como dije es subjetivo y eso sabe cada uno si le gusta y le sirve el intercambio a traves de una charla.