Sí, Cartagena de Indias podía sentirse nerviosa en nuestra presencia.
Podría personificarla como una dama sacada de alguna novela romántica, asistiendo a una fiesta en donde conocería al pretendiente que tantas cosas buenas había oído de ella, y ahora se sentía en posición de tener que cumplir, y con creces, estas expectativas.
O, sin irnos tan atrás, a esa persona que sube fotos preciosas en Instagram o videos en Youtube pero llegado el momento de conocer a sus seguidores en persona, no quiere decepcionarlos.
Así debía sentirse Cartagena de Indias (Cartagena para los amigos) cuando nosotros pisamos sus calles empedradas, con nuestros ojos críticos de siempre.
Durante nuestro trayecto por la costa Colombiana, mucha gente nos habló mucho, y muy bien de ésta ciudad minada de historia y colores.
Claro que, como siempre pasa, mucha gente nos habló pestes de la gente de la costa en general, situación que ocurre en prácticamente todos los países que visitamos, estigmatizándolos con la pereza característica de los pueblos costeros (que, de ser cierta, se entiende una vez que llegás a la zona y te das cuenta que el calor excesivo, efectivamente, te quita energía).
Ahora bien, ¿qué esperábamos nosotros de Cartagena, en base a lo que nos habían dicho?
Esperábamos un lugar atestado de turistas, lleno de color, muros y casas chorreteando historia, música en las calles, balcones con flores, callecitas adorables dignas de perderse en ellas, y vendedores con técnicas engañosas para los turistas.
En general, y considerando sus claro-oscuros, todo el mundo nos decía que sí o sí teníamos que visitar Cartagena.
¿Encontramos ese Santo Grial turístico del que tanto nos hablaban? ¿Valió tanto la pena Cartagena o es digna de un síndrome propio, como el de París?
Quédense que les vamos a contar todo lo que vimos e hicimos en esta ciudad tan vanagloriada, sin pelos en la lengua, basándonos en nuestra experiencia.
CARTAGENA DE INDIAS
- ¿Es realmente tan cara?
- Transporte en Cartagena
- Clima
- Centro histórico
- Parques
- La Torre del Reloj
- Getsemani
- Las Bóvedas
- El Castillo de San Felipe
- Las botas viejas
- La India Catalina
- La fortaleza cuyo cielo de Agosto se colorea de cometas
- Malecón
- Teatro Heredia
- Ex plaza de toros
- Las playas
- Parque Espíritu del Manglar
- ¿Y por qué Cartagena es amarilla?
- Las aldabas de Cartagena
- El lado B de Cartagena
La ciudad recibe el nombre como tantas otras ciudades de América, es decir, prestado de una ciudad Española, con la única diferencia que se le agrega «de Indias» para hacer hincapié en que se encuentra en ese rico territorio descubierto por el señor Colón, años atrás.
La ciudad de las playas en el día y la bohemia en la noche, tiene fama de ser cara y atestada de turistas, lo que, según dicen, da lugar a la viveza de los vendedores que van a utilizar todo tipo de triquiñuelas para sacar unos dólares extra de los miles de extranjeros que la visitan cada día.
Y hacemos énfasis en que esto es lo que nos pintaron de afuera, porque la realidad para nosotros fue bastante más favorable, ya que no tuvimos ninguna experiencia de éste tipo con ninguno de los vendedores con que nos cruzamos.
Desconocemos si fue «suerte» (porque ya aprendimos en todos los países en los que estuvimos que nuestra apariencia de “gringos” es inevitable) o simplemente es algo que está desapareciendo, pero lo cierto es que no tuvimos que atravesar ninguna de las situaciones incómodas de las que nos habían advertido, léase aquellas como «en la playa te van a ofrecer masajes de prueba y luego van a intentar cobrarte esa prueba en 20 o 30 dólares», o «te van a convidar con una ostra y luego te la van a cobrar».
Así que el lado de los «trucos de venta» con tufito inmoral, no fue algo de lo que podemos dar fe, lo cual es un punto a favor para Cartagena.
¿Es realmente tan cara?
Y siguiendo con puntos a favor, si bien es cierto que Cartagena puede ser bastante costosa, factor reflejado sobre todo en la comparación de los precios de los menú en el centro histórico y los menú que se pueden conseguir en Bogotá, Medellín, u otras ciudades de Colombia, lo cierto es que se pueden conseguir precios baratos, si se sabe buscar… y sino, tampoco se sufre tanto porque a final de cuentas, sigue siendo Colombia, la meca de los precios bajos en América del Sur.
Por poner un ejemplo, un menú que en Bogotá cuesta 7.000 pesos colombianos (U$S 2), en pleno centro histórico puede costar unos 13.000 (U$S 4,3), que si bien sigue siendo un precio inflado, puede considerarse barato. Claro que se encuentran precios más altos, pero sin buscar demasiado, ese es un precio fácil de encontrar en Cartagena en un restaurante promedio.
Ahora, si sos de los viajeros que andan con presupuesto apretado (como quienes escriben) ya sea por obligación o preferencia, y sabés dónde buscar, podés encontrar precios casi iguales a los de Bogotá y Medellín en plena Cartagena.
Nosotros no comimos en ningún restaurante en la ciudad, pero compramos productos al mismo precio que en cualquier otra parte de Colombia, por ejemplo, un gustito merecido luego de caminar por horas en la ciudad, como lo fue una Pepsi fría de litro y medio, la conseguimos por 3500 pesos colombianos (U$S 1).
En cuanto a los precios de supermercados, tampoco había grandes diferencias; el «Olímpica» es un súper que resulta un poquito más barato que el «Ara», si bien ambos son recomendables a la hora de comprar económico. Ni que hablar de los «D1» que son por excelencia, el supermercado barato de Colombia.
Y todos se pueden encontrar en Cartagena.
Incluso, dimos con una tienda de ropa usada en pleno centro de la ciudad, en donde conseguimos cosas que nos hacían falta por un precio de risa: 2 remeras por 4000 pesos colombianos (U$S 1,10 dólares).
Ok, sé que las tiendas de ropa usada no son para todo el mundo, pero nosotros nos declaramos enamorados totales de éstas tiendas, ya que se consiguen cosas, no sólo buenas y a buen precio, sino que muchas veces, diferentes a las ropas que ves en todos los demás comercios.
Y si lo que buscamos es una zona barata por excelencia, en pleno centro histórico de Cartagena, no podemos dejar de mencionar al barrio Getsemaní, del cual hablaremos más adelante.
En cuanto al costo del transporte metropolitano, dejame que ahora te cuento en detalle sobre el tema.
Transporte en Cartagena
En Cartagena vas a encontrar varios medios de transporte: moto-taxi, taxi, bus, transcaribe.
Y desde ya, tenemos que declarar que éste sí, es un aspecto que encontramos negativo en la ciudad: el transporte público es bastante caótico.
Las moto-taxi son más económicas que los taxis, pero siguen siendo los medios de transporte en donde los turistas debemos tener más cuidado porque al no seguir tarifas fijas, estamos más expuestos a posibles estafas. Nos han contado de extranjeros a quienes los taxis les cobraron hasta 4 veces más caro el precio que a un local.
No hemos tenido ninguna experiencia al respecto, ya que siempre nos movimos en transporte público, pero aconsejamos que si es necesario utilizar alguno de estos dos medios de transporte, siempre se informen previamente del precio «correcto», por si acaso.
Además, llega a ser cansino el hecho de ir caminando por cualquier calle y que cada taxi que pasa vaya aminorando la velocidad y nos grite «¿taxi?» desde la ventanilla, incluso cuando íbamos caminando por la rambla (malecón), en actitud de evidente paseo.
El transcaribe es, básicamente, un bus nuevo, prolijo y limpio, con aire acondicionado y una tarifa ligeramente superior a la tarifa oficial de los buses (¿por qué digo «tarifa oficial»? Ya llegaremos a eso).
Entre los buses y el transcaribe, definitivamente es éste último el más cómodo y seguro, y teniendo en cuenta que su tarifa es apenas superior a la de los buses, es una buena opción para moverse en la ciudad.
¿Lo malo? Que tenés que tener una tarjeta Transcaribe para cargarle saldo y poder subir al bus.
En caso que no la tengas, siempre está la opción de pedirle a alguien que pase su tarjeta y vos le das la plata del boleto.
¿Lo molesto? Que si bien hay paradas exclusivas, de estas techadas, iluminadas y protegidas, para tomar el transcaribe, la realidad es que si lo tomás en horas pico el caos va a ser incluso mayor que el que vimos en Bogotá a la hora de tomar el Transmilenio; muchísimas personas se aglomeran en las puertas desde donde se accede al bus, y cuando éstas se abren, sólo falta el Espartaco gritando «¡Esto es Esparta!»… en otras palabras: sálvese súbase quien pueda.
Y aunque no escuchamos al Espartaco, sí escuchamos a la gente gritándose entre sí todo tipo de cosas menos palabras de amor, y dándose empujones entre ellos, incluso a mujeres con bebés en el regazo, solamente por intentar subirse al bus.
Para peor, hay mucha frecuencia de algunas líneas, y muy poca de otras más frecuentadas que generalmente se dirigen a barrios considerados «más bajos», haciendo que la odisea de tomar un bus sea toda una odisea (lo cual fue precisamente nuestro caso).
Nosotros esperamos alrededor de hora y media para tomar un bus, dejando pasar unos 3 para ver si en algún momento se descongestionaba, pero al ver que esto no sucedía, terminamos subiendo en el siguiente, empujando y siendo empujados solamente para lograr subir.
Y si no querés pasar por toda esta divertida aventura (*léase con tono irónico*) la otra opción que te queda es tomar el bus… pero la verdad, tampoco podemos asegurarte comodidad si viajas en horas pico.
El bus cuesta oficialmente 2400 pesos colombianos (incluso hay carteles en el bus que informan que esa es la tarifa), pero en realidad, todo el mundo paga sólo 2000. Esa es la primera ventaja de este transporte: el precio es flexible. Claro que si solamente tenés un billete de 5000, la persona que cobra te va a devolver 2600, pero si tenés 2000 justo, podés pagar eso y listo.
Lo malo del bus es que es un tipo de transporte más «salvaje» por decirlo de alguna manera: no tiene aire acondicionado, suelen estar en condiciones algo peores que los transcaribe, y en horas pico puede ir igual o más lleno que éstos… pero el nivel de inseguridad aumenta en varios aspectos.
La mayoría de los casos de robos en transporte público se registran en los buses, y además, el peligro no es sólo a nivel de rateros, sino también físico, ya que cuando el bus va lleno, sigue subiendo gente al punto de que muchos van, literalmente, colgados de los fierros de la puerta, con todo el cuerpo hacia afuera.
Claro que, en el fondo, la culpa no es del chofer ni del cobrador del bus que dejan ir a la gente así, sino que la culpa es de la propia gente que accede a viajar de ésa manera.
Pero dejando la búsqueda sin sentido de culpables, lo cierto es que las condiciones de viaje en transporte público en éstos buses no es mejor que en los transcaribe, así que como punto positivo ante éstos, deberiamos destacar únicamente su precio, y el hecho de poder pagar en efectivo.
En resumen: el transporte metropolitano es un aspecto de Cartagena que, sinceramente, no se lleva nuestro amor.
Pero no se me amarguen, que es de los pocos puntos negativos que encontramos en esta ciudad.
Clima
Es imposible hablar de Cartagena (o de la costa colombiana en sí) sin mencionar el clima, y acá la cosa va a adquirir matices claros u oscuros según el gusto de cada lector.
El calor en Cartagena es nivel infierno.
Según nos contaron, justo este año las temperaturas estaban alcanzando niveles excesivamente elevados, llegando a una ola de calor que los cartaginenses no sentían desde el 2016.
Eso significa que el calor que vivimos por allá no era algo «normal» en la ciudad, pero aun así, según nos contaron, tampoco era demasiado más excesivo a lo que estaban acostumbrados sus habitantes.
Cartagena es un lugar en el que cuesta mucho estar «a pelo», es decir, siempre se necesita estar en presencia de un ventilador o aire acondicionado para apalear la situación (a menos que salgas a recorrer la ciudad, donde te tenés que armar de valor… y agua, mucha agua).
Es por esto que nosotros solíamos salir a nuestras recorridas de la ciudad, luego de las 15 hs.
En la zona costeña de Colombia no existen las estaciones, sino simplemente época de lluvias (de Diciembre a Abril) o época seca (de Mayo a Noviembre).
Ésta diferencia influye únicamente en la cantidad de lluvia que cae, pero no en la intensidad del calor, es decir, que si vas en épocas de lluvias, el calor va a ser el mismo que en época seca, pero apenitas disimulado esporádicamente con alguna lluvia por aquí o por allá.
Lo más común es que las casas tengan solamente agua fría para ducharse, ya que el agua caliente no sólo sería innecesaria sino además un martirio.
Pero que la temperatura no sea un impedimento para visitar esta linda ciudad, «La Fantástica» para Carlos Vives, «La Heroica» para todos.
Quedáte un ratito más que te contamos un poco sobre los lugares que visitamos.
NUESTROS PASEOS POR LA CIUDAD AMURALLADA
*Centro histórico
No podíamos empezar esta suerte de bitácora en otro lugar, porque el centro histórico de Cartagena es el que se lleva la mayor parte de los aplausos.
Aún sin tener ni la más pálida idea del pasado histórico que se esconde tras cada pared colorida, el encanto de Cartagena salta a la vista de cualquiera: desde las callecitas coloniales pintadas en colores vivos, fusionando lo tradicional con la alegría costeña, pasando por los balcones floridos y muros con enredaderas, las carrozas tiradas por caballos conducidas por hombres de galera y chaleco, las palenqueras con sus cestas de fruta en la cabeza, y terminando, para los más detallistas, con esos golpeadores de puertas de formas diversas, la ciudad exhala un aire que se disputa entre la bohemia moderna y lo tradicional.
Y es que ésta zona es exclusiva hasta para nombrar sus calles, ya que es el único lugar en Colombia donde cada cuadra tiene un nombre diferente, es decir, que podemos estar caminando por una calle, y al cruzar en la esquina, continuando en línea recta, estar caminando por una calle con nombre distinto.
Si bien puede sonar enredado al principio, la verdad es que en un lugar donde hay cosas para ver en cada cuadra, es una buena forma de ubicarse más fácil.
Por ejemplo, encontrar una de las casas donde vivió García Márquez no debería ser difícil si te digo que queda sobre la calle Serrezuela, ya que sabés que sólo tenés 1 cuadra para buscar, y además, hay un mural con la cara del escritor y una cita, justo al lado de la puerta.
O si te digo que sus restos se encuentran en la Universidad de Cartagena, ubicada en una calle que, nuevamente, sólo ocupa 1 cuadra y que te va a ser muy fácil de recordar por llamarse «Calle de la Universidad».
Ahora, si bien el centro histórico podría disfrutarse por sí sólo, simplemente caminando y perdiéndose entre callecitas coloniales, lo cierto es que si uno está allí hay lugares dentro del centro mismo o en sus alrededores que vale mucho la pena visitar, y aunque no hemos visto todo lo que ésta zona tiene para ofrecernos, nos sentimos satisfechos con lo visitado… además, siempre hay que dejar algo pendiente para tener una excusa para volver.
*Parques
Dentro del Centro Histórico hay muchas plazas y parques, cada uno con su encanto.
Por ejemplo, tenemos la Plaza Santo Domingo, con la escultura de la Señora Gertrudis, haciendo presente la presencia de Botero una vez más en nuestro viaje.
La infaltable Plaza Bolívar, rodeada de naturaleza.
El Parque Centenario, con sus columnas que muestran figuras representativas de la mitología clásica, y famoso por los avistamientos de iguanas (que nosotros no encontramos) y los puestitos de artesanías con iluminación tenue.
Justo en frente de éste parque se encuentra el Muelle de los Pegasos, que si bien no es un parque en sí, hay banquitos donde se puede descansar mientras se observa la costa y la famosa Torre del Reloj.
Y hablando de eso, la Plaza San Diego, bien cerquita de la Torre del Reloj y de la Plaza Santo Domingo, es uno de los corazones de la vida nocturna en Cartagena. Arquitectónicamente, la Escuela Superior de Bellas Artes es imposible de dejar de admirar, y en cuanto a las actividades, la noche sería el momento idóneo para visitar este lugar, sobre todo si te gusta la idea de disfrutar la bohemia de Cartagena. A la noche, los bombillitos exteriores se encienden, y no sería raro ver un Michael Jackson inquietantemente parecido al original, baila Thriller, mientras los visitantes lo rodean.
La Plaza de los Coches es otra de visita obligatoria en Cartagena, no sólo por la plaza misma, sino además por lo que se pueden ver en sus alrededores. La plaza lleva este nombre porque es donde paran los carruajes tirados por caballos, muchas veces engalanados con gorritos o flores, que transportan a los turistas en un paseo que intenta emular aquellas épocas coloniales, mientras se les cuentan detalles históricos de la zona.
Pero la plaza en sí es de importancia considerable ya que a un lado se encuentra la torre del reloj, y al otro, parte de las bóvedas de la muralla.
*La Torre del Reloj
Y ya que estamos deambulando alrededor del tema, si tuviésemos que elegir uno de los íconos principales de Cartagena, esta torre rodeada de murallas sería sin lugar a dudas uno de los puntos clave.
La Torre del reloj constituía la entrada principal a la «ciudad amurallada», como se suele llamar a Cartagena de Indias.
También se la conocía con el nombre de «Boca del puente» ya que era donde se encontraba el puente levadizo, sobre el canal Atanasio, que en otros tiempos impedía a los piratas entrar en la ciudad.
Cartagena lleva el apodo de «La Heroica» gracias a los hechos que se suscitaron dentro de éstas murallas, soportando en 1811 los ataques de Pablo Morillo, enviado directamente por Fernando VII del Reino de Nueva Granada, para reconquistar el territorio que había conseguido independizarse del Imperio Español.
Los habitantes de la actual Cartagena soportaron los ataques del ejército español, cañonazos incluidos, durante 105 días, durante los cuales no se podía ingresar alimento a través de sus muros, por lo que el pueblo debía realizar expediciones en busca de agua y comida, que generalmente fracasaban.
Más de 4000 Cartaginenses murieron durante estos 105 días de resistencia, es decir casi toda la ciudad, y aunque fue tomada en Diciembre, se la recuerda aún a día de hoy como «La Heroica» por el increíble sacrificio de sus habitantes que perecieron defendiendo su tierra.
La Torre del reloj y la muralla están pintadas en un amarillo intenso, siendo este color un fiel representante de la alegría que hoy en día transmite esta ciudad… eso y algo más, pero ya llegaremos a ese punto.
Esta entrada es la que separaba (o unía, depende cómo se lo mire) el barrio que hoy conocemos como Getsemaní, ubicado al Sur, con el resto de la ciudad.
Si apuntamos al Sureste de esta Torre (o entrada) a día de hoy nos encontraríamos con la zona turística más cara de la ciudad, que es precisamente lo contrario a lo que Getsemaní representa a día de hoy.
*Getsemaní, el pequeño fortín de los mochileros.
Si bien es cierto que los precios de varias partes de La Heroica son elevados en comparación con otras partes del país (lo que no quita que igualmente sean baratos para el turista promedio) existe un barrio en donde cualquier mochilero es capaz de sobrevivir sin grandes esfuerzos.
Sí, me estoy refiriendo al barrio Getsemaní.
Getsemaní está ahí como peón que lucha contra la idea arraigada que todos llevamos de que Cartagena es caro, todo caro.
Cuando caminamos por sus calles, vimos hostales que costaban 20.000 pesos colombianos por persona por noche (U$S 6) y menú que incluían pollo y papas por 7.000 pesos (U$S 2), es decir, precios que igualaban lugares baratos por excelencia como Bogotá, Medellín, e incluso algunos pueblitos perdidos por el camino.
Y no sólo se reflejaba lo mochilero del ambiente en sus precios, sino también en su ambiente, siendo otro punto importante en la bohemia nocturna de Cartagena: pequeños sitios que oficiaban de café en el día, para convertirse en simpáticos bares en la noche, viajeros con la casa a sus espaldas, y una edad promedio que no sobrepasaba los 35 años eran claras muestras de que, sin lugar a dudas, Getsemaní es la mejor opción para aquellos viajeros que buscan estirar su dinero en la ciudad más turística de América del Sur.
*Las Bóvedas
Debajo de las murallas que rodean la Torre del Reloj, se encuentran las bóvedas.
Estos lugares que en tiempos pasados buscaban almacenar municiones, a día de hoy se convierten en vistosas tiendas con sus paredes repletas de suvenires, instrumentos autóctonos, y dulces típicos, y sus pasillos exteriores son recorridos por mujeres que se disfrazan de las clásicas palenqueras para revivir de cierta forma épocas pasadas y vender su imagen que decorará las fotos de los turistas.
Hacia un lado de la torre, sobre un ala del cordón amurallado, se encuentran las tiendas dedicadas exclusivamente a recuerdos y souvenires, conocida como el Mercado de las Bóvedas, ubicada enel Barrio San Diego, entre los fuertes de Santa Clara y Santa Catalina.
Sobre la otra ala está lo que se denomina «El Portal de los dulces», donde se exhiben carros de madera repletos de todo tipo de golosina imaginable, sobre todo los típicos de la región (muchos a base de guayaba y coco).
*El Castillo de San Felipe
Y siguiendo con el carácter bélico, es imposible visitar Cartagena sin dedicarle unos segundos a este castillo ubicado en las alturas de la colina de San Lázaro.
Este castillo se levantó por los españoles entre el siglo XVI y XVII, y su posición elevada es evidentemente estratégica para observar las posibles invasiones ya sean por tierra o por la bahía.
Actualmente es la construcción más grande en América, comenzando en 1536 por militares españoles, y terminándose ya con mano de obra esclava proveniente de África sobre 1657. Al poco tiempo de haber sido construida los franceses comenzaron a atacarla, siendo únicamente el barón francés de Pointis quien logró tomarla en 1697.
Pero el ataque más grande que resistió esta fortaleza, data de 1741 donde los ingleses atacaron con 27.000 soldados, 186 buques y 2000 cañones.
Aun así, las tropas españolas, lideradas por Blas de Lezo, rebatieron el ataque resistiendo estoicamente únicamente con 3600 hombres y 6 buques (para que no digan después que historias de luchas ganadas con desigualdades numéricas abrumadoras como los guerreros de Troya existen sólo en los mitos).
El mismo Blas de Lezo tiene su monumento, bien ganado, en frente al castillo, en donde se lo representa sin un ojo, sin una pierna y se sabe además que tenía un brazo inmovilizado, siendo estas algunas de las heridas de guerra que se llevó por pelear junto a su ejército en diversas batallas a lo largo de su vida.
Teniendo en cuenta estas carencias, no es de extrañar que se lo conociera como «El mediohombre».
Lo que pocos cuentan, es que, además del vasco Lezo, su superior Eslava fue también muy importante en la batalla de Cartagena, siendo éste quien ordenó la construcción de la fortaleza que sería erguida después para fortalecer las defensas.
*Las botas viejas
Detrás del Castillo de San Felipe se encuentra el monumento que representa exactamente lo que su nombre dice: un par de botas viejas.
Se trasladó de Getsemaní a la parte trasera del Castillo, donde hoy pueden verse hilarantes filas de turistas esperando para sacarse la foto con las botas.
Las mismas fueron construidas por el escultor Tito Lombana, en honor a una obra del poeta colombiano Luis Carlos López donde vanagloria a la ciudad de Cartagena.
Desde nuestra humilde opinión, y sin faltar el respeto al autor del poema ni menospreciar el trabajo del creador del monumento, éste sitio turístico está bastante sobrevalorado si lo comparamos con otros sitios de la ciudad, ya que teniendo construcciones con una importancia histórica considerablemente mayor y que implicó mayor sacrificio humano, las botas viejas fue la única «atracción» que vimos en Cartagena donde había que hacer una extensa fila para fotografiarla.
A lo mejor es un tema de tamaño y estamos hablando de más (por ejemplo, el castillo es grande así que no se necesita hacer fila para una foto, por más gente que haya), pero atrajo tanto nuestra atención que nos parece pertinente mencionarlo.
Y hablando del tema, si bien el poema de Luis Carlos López es emblemático para Cartagena, en 2013 se estableció que la canción «La Fantástica», escrita y compuesta por Carlos Vives, pasó a ser la canción oficial de Independencia de la ciudad.
*La India Catalina
Cerca del Castillo puede encontrarse también una estatua emblemática de la ciudad por su importancia social.
Nos referimos a la estatua de la India Catalina, hija del cacique Galeras, perteneciente a la tribu de los Calamari, los nativos que habitaban el territorio de Cartagena antes de la conquista.
Catalina (nombre con el cual se la conoció después, sin saber a ciencia cierta cuál era su verdadero nombre originario) fue raptada en 1509 por Diego de Nicuesa. Contando ella con apenas 14 años, se la llevaron a Santo Domingo donde se le enseñó la lengua española, junto con algunas costumbres europeas a las cuales Catalina debió adaptarse.
En 1533 volvió a América y cumplió la importante función de traductora entre los indios de su tierra y el español Pedro de Heredia, quien fundó Cartagena.
La finalidad era informar a los indios de la zona que los españoles venían en son de paz, cosa que el cacique Corinche confió y comunicó esto a las tribus vecinas.
Pedro de Heredia dio además joyas y espejos a los indios, para ganarse aún más su confianza.
Hay versiones que dicen que Catalina y Heredia eran esposos, siendo ésta la primera pareja que dio como origen la raza mestiza en el mundo, pero hay versiones que cuentan que luego ella comparecería ante un tribunal acusando a su esposo de cosas varias (como robar oro) y por eso fue condenada a muerte.
Asimismo, su título de pacificadora se pone en tela de juicio por algunos historiadores, ya que dicen que, al fin y al cabo, estos intentos de «paz» llevaron a la extinción de los indios Calamari a mano de los españoles.
Como dato curioso, se cuenta que la elogiada figura esbelta de Catalina que podemos ver en su escultura, poco tiene que ver con el físico real de la mujer. El escultor, para cumplir con lo que se le encomendó, utilizó a 2 modelos diferentes y muy esbeltas para la realización de la estatua, siendo que la verdadera India Catalina tenía una figura de complexión gordita, estatura baja y pómulos salientes.
*La fortaleza cuyo cielo de Agosto se colorea de cometas
Nosotros tuvimos la suerte de visitar Cartagena en Agosto, mes donde los fabricantes de barriletes (o cometas) dan rienda suelta a la imaginación y la ciudad se llena ansias por domesticar el viento.
Los playones de La Tenaza, donde el viento golpea contra las murallas que se levantan alrededor de la ciudad, son el lugar favorito de los hábiles remontadores de cometas, y resulta muy agradable visitar esta fortaleza desde las alturas y quedarse viendo las diversas formas coloridas que parecen bailar con el viento cálido de la ciudad.
Además, sobre las murallas de la fortaleza se pueden ver artistas callejeros, vendedoras de hojaldre (un snack típico de la zona), vendedores ambulantes, artesanos, y quizás hasta personas locales que pidan sacarse fotos con uno por el simple hecho de verse «gringo», como nos pasó a nosotros.
Las vistas de la ciudad desde allí son bastante privilegiadas, destacando la cúpula amarilla de la Catedral de San Pedro.
Particularmente, además de las cometas, llamó mi atención el contraste entre algunas cúpulas de la Iglesia y otras, siendo unas de apariencia mucho más nueva que otras; luego me enteraría que, efectivamente, la amarilla, fue construída años después en 1921.
Y los restos bélicos están aún desparramados sobre las murallas, en forma de amorfos cañones, apuntando como casualmente a un barco de apariencia bucanera dispuesto sobre la costa.
*Malecón
Como no podía faltar en toda ciudad costera, el malecón es un paseo disfrutable en casi todas partes del mundo, y Cartagena no es la excepción.
Caminar a un costado de la muralla resulta un paseo muy ameno, y en nuestro caso, fue hasta nostálgico en algunas partes (sobre todo en la zona antes mencionada de «La Espiga»), ya que encontramos vistas que nos recordaron muchísimo a la rambla de Uruguay, con sus canchas de fútbol y algunos pocos edificios a lo lejos.
Además, varios buses paran en varios puntos a lo largo del malecón, así que la espera no resulta tan pesada cuando se tiene una hermosa vista delante.
*Teatro Heredia
Si bien cuando nosotros pasamos frente a este imponente teatro construído sobre las ruinas de la antigua iglesia, lo encontramos cerrado, nos han contado que suele estar abierto al público, sin costo alguno, y que una vez dentro, es imprescindible levantar la cabeza y admirar el mural de las 9 musas pintado en la cara interior de la cúpula central, por el artista colombiano Enrique Grau.
Y si te pasa como nosotros que no pudimos ingresar, tampoco te sientas tan mal porque sus vistas desde fuera son también espléndidas (no sabemos si al nivel del mural, pero igualmente no decepcionan).
*Ex plaza de toros
Esta imponente construcción ubicada sobre la loma de La Serrezuela, con capacidad de contener hasta 15.600 personas, siendo el predio cerrado con mayor capacidad de aforo, terminó de construirse en 1974.
De todas formas, éste fue el tercer intento, luego de que la plaza de toros se construyera antes 2 veces más para ser siempre tirada abajo o reconstruida, siendo el tercer intento el que podemos observar a nuestros días.
Muchos problemas arquitectónicos confluyeron en esta plaza de toros, la cual tuvo que ser remodelada y rediseñada muchas veces.
Además, las pocas corridas que se realizaban en la ciudad no justificaban semejante construcción, por lo que otras actividades comenzaron a tener lugar en su interior, como luchas de boxeo, siendo éste un deporte de gran importancia en Cartagena.
Luego de varias situaciones polémicas, la plaza de toros terminó convirtiéndose en un centro comercial, hecho sobre el cual muchos Cartageneros están en completo desacuerdo por haber borrado por completo las huellas históricas de esta obra de arquitectura que nada tiene que ver con la plaza de toros original, ni en su estructura ni en las actividades que se desarrollan en su interior.
Podemos encontrarla sobre la calle La Serrazuela, en el barrio San Diego.
*Las playas
Si bien las playas más famosas de Cartagena no se encuentran dentro de la ciudad en sí, sino en las islas cercanas (siendo Barú la única a la que se puede llegar por tierra) tuvimos la oportunidad de dar un paseo por ellas, y constatar por qué no son tan elogiadas como sus hermanas de las islas.
Las playas de la ciudad de Cartagena no sólo no eran muy lindas a la vista, sino que no estaban tan limpias, y había más vendedores que gente disfrutando del entorno, haciendo bastante pesada la caminata, negando a cada vendedor de helado o artesanías que pasaba.
No fue sino hasta que llegamos a una parte más solitaria, donde pudimos disfrutar de un paisaje más atractivo a la vista, con imagenes dignas de postal.
Y por supuesto, el atardecer siempre ayuda a embellecer cualquier vista costera.
Como bonus dentro de éste apartado, cabe mencionar que disfrutamos más la caminata alrededor de uno de los lagos enormes que pueden verse en ésta ciudad, más que la playa en sí misma.
*Parque Espíritu del Manglar
Y aunque antes hubo una sección dedicada a los parques, éste se merecía un subtítulo aparte.
Este parque gratuito es un excelente paseo que mezcla naturaleza con cultura.
Como su nombre lo indica, en su interior vamos a encontrar paisajes pantanosos rodeados de manglares, sobre los que se levantan pintorescos puentes de madera.
Además, más allá de cómodos lugares para sentarse y disfrutar de los sonidos de los pájaros que atiborran los árboles del lugar, o disfrutar el paseo de las tortugas terrestres que atraviesan los caminos, también podemos encontrar más de 20 estatuas que representan importantes figuras en la cultura de Cartagena.
Los que más atraparon nuestra atención fue el monumento a un señor llamado Daniel Lemaitre Tono, que, desplegando la característica multifacética típica de los genios de tiempos pasados, no sólo fue poeta sino además escultor, pintor, músico, escritor, fotógrafo, empresario, investigador, ganadero, agricultor, y político.
Y por supuesto, no podía faltar la escultura al nobel colombiano creador del realismo mágico, Gabriel García Márquez.
El cartel a su costado cuenta un poco de información sobre su persona, y explica que este escritor fue quien convirtió a las mariposas amarillas en un símbolo de la diversidad cultural colombiana.
El broche de oro del parque es una vista de la Laguna de Chambacú con la ciudad de fondo.
ALGUNOS DETALLES REFERIDOS AL ALMA DE CARTAGENA
¿Y por qué Cartagena es amarilla?
Este dato de las mariposas amarillas fue revelador para mí, porque juntándolo con mi gusto personal por dicho color, me hizo profundizar en la fascinación del escritor por él, y entendí por qué Cartagena se viste casi por completo de un amarillo intenso.
Si bien el Gabo no nació en Cartagena, fue éste el lugar donde estudió, donde se consolidó como periodista y la ciudad en la que se basó para crear los emblemáticos escenarios de sus obras más reconocidas.
Además, pidió que, al morir, sus cenizas permanecieran en Cartagena, demostrando así el amor por la ciudad que lo vió triunfar.
De alguna manera, el amarillo incipiente que resalta a la vista en cualquier rincón de Cartagena, intenta rendirle honor al escritor que la buscó tantas veces con su pluma, la eligió para vivir y morir, y la representó en ciudades ficticias que terminaron siendo tan reales como emblemáticas.
Las aldabas de Cartagena
No hay observador que se precie como tal si no se detuvo al menos 1 minuto a apreciar las aldabas que decoran las puertas, ya de por sí pintorescas, del centro histórico de Cartagena.
Porque todos vimos aldabas con forma de manito o de aro, pero al menos nosotros nunca habíamos visto uno con forma de caballito de mar, de lagartija o incluso de cara de hombre con barba.
Buscando información, encontramos que ésta fue una costumbre que intentó mantenerse de los españoles, quienes tenían el refrán de «a tal casa tal aldaba», dando a entender que la clase social del hogar podía representarse por este artilugio.
Fue por esto que los habitantes de Cartagena mantuvieron esta costumbre, mandando a construir especialmente las aldabas que hoy vemos colgando de varias de esas macizas puertas con herrajes exteriores que parecen sacados de un cuento de hadas.
Otro detalle que decora un poco más a esta ciudad cara de mujer.
EL LADO B DE CARTAGENA
Y como no podía ser de otra manera, aunque Cartagena de Indias nos pareció una linda ciudad, no podemos terminar este post sin mencionar el lado que nadie cuenta sobre ella.
Si bien el centro histórico se lleva los aplausos, y su gente sigue siendo igual de amable y simpática que en el resto de Colombia, también hay que decir que el centro histórico no es toda Cartagena, y la ciudad tiene zonas que no sólo no resultan atractivas a la vista, sino que además pueden llegar a sentirse un poco peligrosas.
Nosotros tuvimos la oportunidad de quedarnos en barrios alejados del centro, considerados peligrosos incluso, y si bien no nos pasó nada, es cierto que había zonas por las que no era recomendable caminar solos.
Además, el ambiente costeño que ya veníamos sintiendo desde Chigorodó se mantenía en estos lugares, donde sacar el parlante de metro y medio a la vereda y poner música de vallenato o palenque todo el día era lo más normal del mundo.
Fuera del centro histórico, la ciudad se notaba un poco más desprolija que en otras ciudades más centrales, encontrándose un poco más de basura en las calles, veredas rotas, y demás cosas del estilo.
Aun así, como suele suceder, la belleza de un lugar no se determina únicamente por su apariencia sino por su gente, y las personas con quienes compartimos recuerdos en Cartagena nos dejaron ese calorcito en el corazón que nos siguen haciendo amar la gente de este país, como lo hicieron Marvin y su mamá, que fueron las primeras personas que nos recibieron en la ciudad amarilla. Marvin nos llevó a conocer muchísimas partes de Cartagena, en búsqueda de las palenqueras y viendo las cometas sobrevolar los cielos.
Luego, nos recibió también otra familia muy particular, ya que no sólo tenían una paloma como mascota que era más obediente que cualquier perro, sino que además, el padre de la casa era un ingeniero balístico belga, que había inventado varios instrumentos dentro del ramo de la ingeniería armamentística, y había llegado a Colombia, escapando de Saddam Hussein que lo buscaba para matarlo.
Actualmente, con más de 70 años, se dedicaba a fabricar placas de un material más resistente que el Kevlar, y comercializarlos entre países europeos.
Su casa estaba llena de artilugios reciclados y austeros que sólo podían salir de la mente de un inventor, como un ventilador creado con un motor de lavarropas, o una ducha confeccionada a partir de una botellita plástica.
Las placas colgadas en la pared llenas de medallas de oro con años de antigüedad, entre ellas, la que tenía el rostro del Zar Nicolás II.
Fue bueno poder compartir tiempo de calidad con toda la gente linda que conocimos en Cartagena, porque si bien pasar nuestra última noche de Colombia durmiendo en el piso de un aeropuerto no resultaba muy tentador, no nos esperábamos que, habiendo llegado con 9 horas de antelación a la hora de salida de nuestro avión rumbo a Panamá, las cosas se complicarían precisamente 2 horas antes de la hora de despegue del avión, poniendo en duda nuestra salida del país.
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