Las experiencias recogidas en Etiopía durante nuestro paso por allí, nos dejó algunas enseñanzas a fuerza de golpes.
Algo de contexto
Etiopía es ese país de África, nunca colonizado (en la definición completa del término), es decir, jamás una nación foránea (en épocas de colonización) impuso por la fuerza o consentimiento, su estilo de vida, tradiciones o forma de ver la vida y las cosas.
Eso lo convierte en un lugar «ideal» en algún sentido para el viajero que busca experiencias de vida y ver lo más auténtico del ser humano, esa conexión/entendimiento con «el otro» cuando hay poco de donde agarrarse.
Cuando las diferencias culturales entre dos personas son tan fuertes, que es necesario acudir a lo más básico y primitivo para formar esa conexión en un lugar donde nada es típico, y todos los estándares para cada aspecto de la vida son diferentes, al no haber sido nunca tan influenciados.
“Terrenalizando” al león.
Etiopía sufrió básicamente dos intentos de colonización, uno a finales de siglo 19, donde el emperador Menelik II, lo repelió en la batalla de Adua, y durante la época fascista, donde Haile Selassie hizo lo propio con las tropas de Mussolini en la batalla de Mai Ceu, donde previamente estuvieron ocupados pero sin llegar a un proceso colonizador.
El león, hace alusión al León de Judá (que busca la tierra prometida de Sion para el pueblo hebreo, en lo que hoy se conoce como Jerusalén), símbolo con el que se reconoce a Haile Selassie, nacido como Täfäri Mäkonnän, que al coronarse Ras, gana el famoso apodo “Rastafari”, el último emperador de Etiopía.
Los rastafaris lo reconocen como legítimo heredero de Salomón, en una mítica historia en la que supuestamente la reina de Saba (del norte de Etiopía) y Salomón, tuvieron un hijo, y su descendencia llegaría hasta él.
Choque civilizacional
Cuando se viaja un continente por tierra, despacio, pueblo a pueblo, país por país, cultura a cultura, los cambios muy raramente son drásticos, las cosas van fundiéndose de a poco.
En nuestro caso, saltar Sudan (fue la única vez en África que tuvimos que tomar atajo aéreo, ya que no se podía pasar por Sudan, como teníamos planeado anteriormente), hizo que la toma de contacto con Etiopía fuese como darse contra un muro cuando venís moviéndote con fluidez, ya que Sudan es el que hace de contrapeso entre el mundo subsahariano afro con el islámico árabe.
Todavía tengo en la retina ese momento en que salimos del aeropuerto.
Una vez fuera y yendo hacia la casa donde nos hospedaría un local, ver toda esa masa de gente deambulando, muchos mutilados, gente en condiciones de difícil explicación, niños, muchos niños, nunca había visto tantos.
Por un momento pensamos «¿que hicimos?», aunque también para eso fuimos, para chocar con otras realidades, se hace muy difícil entender lo que son algunos lugares hasta que no estas allí.
Perder ganando
El indiscutible logro de Etiopía en soportar la conquista de su pueblo, también fue su maldición, cuantas veces se escucha decir que, si no fuese por los europeos, los nativo-americanos no hubieran logrado tal o cual cosa. Estando en Etiopía pudimos entender ese punto de vista y llevarlo a tierra con ejemplos prácticos cada día.
Así como a algún viajero le han perdido perdón por no haber sido su pueblo conquistado, y por lo tanto no aprender modales o normas de convivencia “estándar”, también se puede ver la falta de “progreso” solo yendo al supermercado, ya que si bien nunca fueron conquistados en el sentido cultural-histórico de la palabra, si podemos decir que la globalización ha llegado, tarde, pero ha llegado.
Cuando vimos que un litro de leche costaba medio dólar y 100 gramos de manteca 10 todo tuvo sentido, mas al conversar esos precios y que nos digan “la manteca es un producto de lujo lo que pasa”, cuando todos sabemos que lo único que se necesita hacer con la leche para producir manteca es pisarla y agregarle suero. Como resultado, no se produce manteca en Etiopía, ya que culturalmente no la usan demasiado, pero no por que no les guste, ya que la importan y la venden, consumiéndola como algo para darse un gusto, todo esto mientras siguen teniendo leche nacional a buen precio.
Situaciones como ésta dentro de otras tantas, son las que te van dando la pauta de que, también se pierde cuando uno no recibe cultura extranjera, ya sea por medio del comercio o la conquista.
Etiopía tiene una situación geológica (es un altiplano básicamente) e histórico-política tan particular que, hasta previo a la globalización, estaba bien aislada del mundo.
La dificultad de empatizar con Etiopía
Hoy en día, Etiopía se encuentra dividida política y étnicamente en dos, con el agravado de una guerra civil en el norte con otro pueblo, el perteneciente al Tigray, siempre a un paso de escalar hacia Eritrea. Una corrupción política como pocas veces vimos, donde se bloquean las redes sociales y el internet por horas, según cual marcha o protesta haya y que sumado a los continuos apagones y cortes de agua tampoco ayudan a que el país levante. El poco progreso que hay (básicamente en infraestructura), se debe al intercambio de recursos con los chinos en tratados muy poco convenientes.
Si a esto sumamos la normalización y hasta el incentivo por parte de los adultos hacia el hecho de que tantos niños estén todo el día pidiendo dinero en las calles (aún a sabiendas del mal uso que dan a ese dinero), entender a una sociedad como la etíope se hace cuesta arriba para quien viene de fuera.
Si bien los logros de Haile Selassie y Menelik II son incuestionables, también hay que decir que la falta de colonización, dejó a los etíopes muy atrás del tren del progreso, donde aún así, hubiesen subido en las últimas estaciones.