Venir a Roma fue una decisión guiada por el bolsillo y algo impulsiva también. Queríamos dejar la lluvia y comenzar a viajar en nuestro próximo continente cuanto antes, por lo que optamos por seguir volando para acelerar las cosas, y los vuelos desde Italia eran más económicos (volando a Roma desde España inclusive) así que nos pareció buena idea pasar allí unos días antes de cambiar de continente.
Aunque la ciudad eterna tiene mucha historia para ofrecer, comenzamos este post con una opinión controversial (y personal): no nos gustó mucho.
Arribamos a Roma en la mañana, casi sin dormir (típico) y como el aeropuerto al que llegamos está lejos de la ciudad nos costó un rato (y algunos euros) llegar al centro. Hacer dedo en Italia, como en España, es ilegal en autopistas, por lo que no es tan sencillo moverse de esta forma.
Apenas pisamos la ciudad empezamos a caminar hacia su punto más emblemático hasta que lo vimos.
El coliseo Romano estaba rodeado de una marea de turistas intentando sacar la clásica foto (cosa que nosotros también hicimos), del lado del tajito, del otro lado, que posando pal Instagram, que en videollamada, etc.
Lo que me dejó a mi un poco impactada no fue tanto eso, sino la desesperación al punto de rayar la falta de respeto de algunas personas, cosa que presencié en el arco de Constantino, que se encuentra al costado del Coliseo.
LA FOTO DE LA DISCORDIA
Mientras Wa me decía que me pusiera en frente para sacarme una foto, aproveché a mirar hacia arriba intentando leer las palabras en latín que figuraban en lo más alto del arco. Afortunadamente no escuché nada (o quizás el sonido constante de personas hablando estaba ya bloqueado en mi cabeza) pero luego que Wa me sacó la foto, es decir, más o menos un minuto después, me moví y seguimos caminando. Fue entonces cuando el me cuenta que mientras me sacaba la foto y yo intentaba leer la inscripción del arco, un grupo de turistas ubicados detrás de Wa empezaron a gritar en inglés cosas como “salí de ahí”, “nadie quiere sacarte foto a vos” y abuchearme, y cuando me moví, aplaudieron.
Agradecí a mis oídos distraídos no haber escuchado nada de eso porque me conozco y me habría generado culpa; al final me hubiera ido sin foto y sin intentar leer el texto del arco. El trato de estas personas me dejó indignada.
¿Es que tenían ellos más derecho que nosotros a sacar una foto? ¿Sacar una foto del arco está bien, pero intentar sacarse una foto delante del arco, admirarlo de cerca y leer sus inscripciones en un minuto es faltar el respeto a quienes quieren su foto?
Ahora, intentemos ponernos del otro lado y supongamos que ellos estuviesen sacando las fotos antes que nosotros y nosotros no nos dimos cuenta… ¿no era más amable acercarse a Wa o a mí y decírnoslo cordialmente en vez de burlarse desde lejos?
Me ha tocado estar al otro lado de la situación, ser la persona que saca la foto mientras alguien se pone delante, y aun así, le sonreí a la persona entendiendo que no lo hizo con maldad, le dejé sacar su foto y luego continué yo. Todo en son de paz.
Aunque creo que no era el caso de estas personas que me gritaban, entiendo que quienes viajan en tour deben ir más rápido, pero tampoco significa que debamos perdernos el respeto por eso. Unas palabras amables hubieran sido suficientes.
Bajo una llovizna que amenazaba con volverse lluvia continuamos caminando en los alrededores, hasta llegar a una zona cerrada por rejas que luego supimos es conocida como el Palatino por estar ubicada sobre el monte con el mismo nombre, dentro de la cual están las construcciones en las que vivieron varios emperadores romanos.
Esta zona era paga, por lo que nos conformamos con verla desde fuera.
Dentro de este lugar se encuentra también un arco con un nombre muy simpático: el arco de Tito, construido en honor al hermano de Domiciano (quien era el dueño original de este nombre). El hermano de Tito quiso rendirle buen homenaje cuando esté falleció, por lo que en los relieves del arco pueden verse representadas las hazañas de su hermano. Parece que además, este arco es importante porque fue de los primeros intentos esculturales en donde se intentó representar la ilusión del espacio, creando figuras de bordes más nítidos adelante, y mas pequeñas y difusas al fondo.
ACERCAMIENTO AFRICANO
Aunque ver todo esto en persona es impresionante, creo que la memoria más preciada de esta zona la tenemos de un par de días más adelante, cuando pasando nuevamente frente al Coliseo, un vendedor de rasgos africanos se acerca a intentar vendernos algo. Ante nuestra negativa, nos pregunta de qué país somos, a lo que respondemos “Uruguay” sin detenernos demasiado, pero el chico menciona a Cavani y Suarez y a decir algunas frases en español. Fue entonces cuando con una sonrisa gigante se acerca y nos da una de las pulseras que vendía a cada uno mientras nos saluda con choque de puños y apretones de manos, hablando en un español básico.
Cuando ya habíamos intercambiado algunas palabras, y el muchacho comenzó a alejarse, volvimos a sentir los pasos apresurados detrás nuestro, para encontrarlo nuevamente con una pequeña tortuga de cerámica, la cual dejó en mis manos. Para este punto algunos dirán que todo esto era un típico truco de marketing, pero no es el caso, ya que intentamos darle algo de dinero, pero no hubo manera de que el aceptara.
Esto no es algo nuevo para nosotros; varias veces sentimos esa hermandad que se da entre países latinos y también africanos, que no sucede ante personas de otras partes del planeta. No es nuevo, pero siempre es agradable experimentarla.
El chico se despidió con un “hakuna matata”, una frase en idioma suajili que significa “no hay problema”, más conocida por Timón y Pumba que por Kenia en sí, país del cual procede el muchacho que aquella tarde nos alegró el día con este gesto de hermandad.
En Roma no entramos a ningún lugar pago, e intentamos disfrutar de los trozos de historia que se desplegaban a nuestro alrededor de forma un tanto espontánea. Fue así como nos cruzamos con el Circo Massimo, un lugar que puede verse por fuera de las rejas o puede abonarse un importe para verlo desde dentro (cosa que realmente no parece cambiar demasiado). Aparentemente este era el lugar donde se celebrabran carreras de carros, y representaba uno de los principales entretenimientos de la civilización romana, algo así como nuestros teatros o incluso estadios.
Un poco a lo loco también y guiados muy rápidamente por un señor que conocimos estando en Roma y nos llevó a recorrer algunas partes de forma flash, fue como conocimos la cúpula más grande del mundo, superando apenas en 50 cms a la del Vaticano.
Durante la noche y ante el entusiasmo de esta persona por mostrarnos varias partes de la ciudad en poco tiempo no permanecimos mucho en su interior es verdad que genera una sensación de pequeñez bastante impresionante.
Se conoce también como el Panteón de Agripa porque este era el nombre que llevaba el panteón construido anteriormente en este mismo lugar, que fue destruido por un incendio en el año 80 d.C.
El Panteón de Roma es de la construcción romana mejor conservadas del mundo, y una de las que se puede entrar de forma completamente gratuita, cualquier día de la semana.
Tras ver un obelisco egipcio traído en partes, pasamos por la Piazza Navona donde se encuentra una fuente que en lo personal me gustó bastante, no solo por tener en ella representada una figura emblemática para los uruguayos (y argentinos) sino también por su arte.
La Fuente de los 4 Ríos lleva su nombre porque están en ella representadas 4 ríos importantes, uno por cada uno de los 4 continentes conocidos hasta ese entonces.
Cada figura humana de la fuente representa uno de estos ríos, y a su lado animales y plantas características de cada zona te dan pistas para adivinarlos.
Es así como la figura de un remero representa el Ganges por su navegabilidad, la figura de rostro cubierto representa el Nilo por la oscuridad de sus aguas y porque aun no se sabía hasta donde llegaba, el Danubio representado con escudos que representan la autoridad religiosa, y aunque no lo creas, el Río de la Plata representado con un saco de monedas de plata y un armadillo a su lado.
Esta fuente tiene muchos detalles que no pudimos apreciar en su momento por la rapidez con la que estábamos recorriendo los puntos emblemáticos de Roma y el desconocimiento de los mismos, pero sin duda va a mi lista de pendientes si algún día volvemos a Roma.
Pasamos también brevemente por una explanada llamada Campo de las Flores, en medio de la cual se levanta la estatua del famoso Giordano Bruno, quien fue quemado por orden de la Santa Inquisición debido a sus ideas, notablemente la de que la tierra gira alrededor del sol, que iban en contra de la iglesia.
Alrededor de esta explanada habían varios restaurantes con lámparas de fuego en su exterior, lo que nos pareció una especie de guiño tragicómico.
Uno de los lugares que visitamos especialmente y durante el día fue el Mausoleo de Vittorio Emanuelle, un lugar que no es tan antiguo como puede parecer (al menos en comparación con tantos otros lugares de Roma) aunque sus constructores, apenas poco más de cien años atrás, se cuidaron de que su estilo se camuflara un poco con las demás construcciones romanas de antaño.
Igual, ser el bebé de los lugares a visitar en Roma no lo hace consentido, porque muchas personas se quejaron del hecho de que para construirlo se tuvo que tirar abajo un barrio medieval muy antiguo, así que empezaron a burlarse de esta construcción llamándola “la máquina de escribir” por el parecido indiscutible.
Nosotros estuvimos subiendo escaleras y admirando la ciudad desde arriba hasta que tuve la idea de irme un poco más lejos de Wa y meterme por alguna puerta, luego de averiguar que el ascensor panorámico allí instalado tenía costo.
Afortunadamente entrar al mausoleo es gratis, aunque no así algunas salas de su interior que actúan a modo de museo.
De todas maneras, evitando los lugares pagos me perdí dentro de este lugar gigante, bajé muchas escaleras, en mi mente muchas más de las que había subido haciéndome creer que me estaba yendo a las entrañas mismas de la tierra, y cuando creía que me iba a quedar para siempre ahí adentro junto con los restos de Vittorio, encontré la puerta de salida, saliendo a la calle, a un costado del mausoleo.
Pero el museo que sí es -casi- gratuito y está siempre abierto es el del metro de Roma. El “casi” es porque tenés que tener un boleto de metro para poder pasar al otro lado de los tirabuzones de seguridad donde se encuentra el museo.
Alguien nos hizo notar que de hecho, a medida que vas subiendo los distintos niveles del metro, la exposición va también escalando en el tiempo (las pensaron todas).
Cabe mencionar, que toda la exposición se trata de objetos encontrados durante el proceso de construccion y excavación de la estación de metro San Giovanni.
Se ven artefactos antiguos utilizados por el imperio romano, asi como trozos de “caños” de los acueductos, monedas romanas antiguas, e incluso algunos artefactos como compases. A su vez algunas pantallas muestran como realizaban los romanos los conductos y demás.
La verdad es que si en algún momento pasan por la estación o parada San Giovanni, deben dedicarle unos 15 o 20 minutos a este «museo de pasada».
Para terminar con los atractivos que visitamos de Roma, no podemos no mencionar los acueductos, primero porque son parte importante de la historia romana, y segundo porque estaban por todos lados.
De hecho, si algo podemos destacar de Roma, es que si bien ser una ciudad donde el turismo juega un papel muy importante conlleva a sacar aspectos negativos de la sociedad (cosa que ya experimentamos en otras zonas muy turísticas anteriormente) es innegable el valor histórico que esta ciudad tiene, y el hecho de salir a caminar y encontrarte con un pedazo de historia a la vuelta de cualquier esquina es algo de lo que no muchos lugares pueden jactarse.
UNA VISITA NO TAN POPULAR
Es cierto, las antigüedades romanas son el principal atractivo de la ciudad, pero hay otra cosa digna de visitar, sobre todo si te interesa la historia en torno a la segunda guerra mundial y que además es gratis.
El Mausoleo de las Fosas Adreatinas se encuentra un poco alejado de la ciudad, para el cual caminamos alrededor de 2 horas con las mochilas a cuestas y rodeados de construcciones antiguas y más descuidadas que las que se encuentran en el centro.
El mausoleo como decíamos, es gratuito, y es allí donde descansan los restos de italianos que fueron enviados a matar como represalia por un ataque del grupo partisano GAP, en el que con bombas eliminaron a unos 31 soldados nazis.
Al enterarse, Hitler mismo ordenó aniquilar 10 civiles italianos por cada soldado muerto, cifra que terminó redondéandose en 335 personas.
Las personas eran llevadas a las minas abandonadas (las Fosas Andreatinas) y exterminados, para luego dejar allí sus cuerpos.
Estas fosas, así como el memorial con los sepulcros es lo que se encuentra hoy en exhibición, además de zonas en donde se pueden ver fotos y recortes de diarios de la época, así como indumentaria de las tropas nazis.
Quizás lo más impresionante es la placa en la que figura el nombre y las edades de los 335 difuntos, entre los cuales figuran niños de hasta 1 y 2 años.
Al salir de allí, pasamos por un lugar que creíamos sería un parque más interesante pero resultó ser una explanada verde que si bien con mucha naturaleza alrededor, no había demasiado más para ver, y como si una extraña fuerza hubiera quedado resonando luego de visitar el mausoleo, al volver a la zona citadina tomamos un camino que podía perfectamente representar el lado B de Roma.
Era imposible no establecer una suerte de extraña relación entre la masacre de las Fosas Andreatinas recién visitadas, donde la basura del ser humano salió a relucir, y la que los actuales humanos desperdigaron en las calles romanas.
OK, VIERON COSAS ANTIGUAS PERO… ¿QUÉ MAS HICIERON EN ROMA?
Caminar. Esa sería la respuesta rápida. Caminar, escapar de la lluvia.
Probablemente no estamos descubriendo nada nuevo si declaramos que la comida de Italia es de las más ricas que probamos en nuestros viajes.
Primero comenzamos a corroborarlo cuando un pesto comprado en el supermercado pasó a convertirse en el mejor pesto que probamos en la vida, y continuó cuando probamos la pizza, el aceite de oliva, las galletitas más baratas del supermercado (aunque en tema galletitas mantenemos la postura de que Uruguay es insuperable) y podría seguir.
Y aunque no la probamos (debíamos haberlo hecho), mientras caminábamos por la ciudad nos cruzamos con la mortadela más grande que nuestros ojos hayan visto jamás.
Sé que suena muy bizarro comentar esto entre medio de tanto monumento importante, pero es que una mortadela gigante es imposible de ignorar y en cierta manera una especie de monumento de Italia también (empieza el delire) siendo probablemente el fiambre más característico del país. Sepan entender.
Si bien Italia tiene precios bastante caros para el bolsillo mochilero, hay que reconocer que tomarte un café acompañado de un cornetto (la medialuna dulce de toda la vida) o un pedazo de bizcochuelo por 1 euro es bastante posible, hasta para los bolsillos más austeros.
Nosotros vivimos la experiencia local en un barcito alejado del centro, un día lluvioso en el que teníamos que hacer tiempo durante 2 horas con las mochilas a cuestas.
Con un poco de ayuda del traductor le pedimos a la única persona que atendía el lugar si pidiendo 2 café podíamos estar 2 horas dentro del lugar, a lo que el simpático señor que luego descubriríamos se llama Giorgio, sonrió y dijo algo así como que por supuesto.
Nos hizo sentar, nos dio la clave del wifi sin que se la pidiésemos, y nos hizo entender que podíamos pedir el café cuando quisiéramos, sin apuro.
Aunque la experiencia fue breve, y habiendo experimentado cierta antipatía en el trato por parte de algunas personas en Roma (algo que pasa mucho en las ciudades capitales), Giorgio y su bar fueron un grato recuerdo de nuestros días en la ciudad.
No conversamos, no intercambiamos más que palabras básicas, pero sentir cierta calidez en el trato nos quitó el mal sabor de boca de otros tratos más fríos y hasta bruscos, como aquellas personas que nos pidieron fuego sin decir nada más que “fuoco” repetidamente y de forma prepotente (nos pasó en más de una oportunidad), o la señora que pedía dinero y nos insultó al negarnos, o incluso las -varias- veces que las autoridades nos pidieron los pasaportes sin los mas básicos modales.
Pueden parecer tonterías, pero mantenemos en nuestra memoria la imagen de Giorgio agitando la mano y gritando “Buon Viaggio” cuando salíamos del lugar.
Algunas cosas más llamaron nuestra atención en la ciudad eterna, como por ejemplo las estaciones de servicio ubicadas sobre el cordón de la vereda, y consistentes únicamente en el dispensador de nafta y una caseta, donde nadie atiende sino que es autoservicio.
PLANTÓN IMPERIAL ROMANO
Después de caminar y caminar durante varias horas, se nos ocurrió la tan increíble idea de sentarnos, solo para descubrir lo difícil que es encontrar donde hacerlo en el centro de Roma. De hecho, tras estar un buen rato pateando la ciudad buscando asiento, empezamos a notar (y con mucha evidencia) ésta faceta.
Desde ver a cientas de personas paradas en plazas, plazas con no mas de 1 o 2 bancos donde sentarse, y por supuesto, ocupados.
También notamos que en todos los lugares donde era esperable encontrar un lugar donde sentarse, arquitectónicamente se habían diseñado de tal manera de que no se pudiese sentar o acomodar gente, ya sea rejas que ocupaban sospechosamente lugares donde sentarse, o «no muros» donde se prevee que los haya.
Al rato empezamos con las teorías sobre ésto, «¿será que no saben como disimular que hay gente viviendo en la calle?», «una forma de quitarse un turismo muy barato», etc..
Tras estar algo mas de un par de horas buscando, decidimos ir a la estación de metro que mas cerca teníamos, San Giovanni, y simplemente sentarnos en el piso, ya que con la lluvia que había ademas de asiento necesitábamos refugio. No pasaron 2 minutos, antes de que un policía viniera a decirnos que eso no se podía hacer: «párense, no se pueden sentar acá».
Salimos de allí, y encontramos una galería de comercios en la calle (de esas de varios pisos), y nos sentamos en una de las escaleras contra un costado, para otra vez volver a recibir la noticia «no se pueden sentar aquí chicos».
El hecho de que ambas veces fuésemos rápidamente advertidos de ésto, no hacía mas que reforzar alguna de nuestras teorías. Cuando nos pusimos a googlear esto, encontramos que en la escalera de la plaza España, no solo no se podía uno sentar, sino que además hay multas por sentarse que van desde los 150 a los 400 euros. Estamos hablando de una plaza construida en el siglo 18, tampoco algo que hicieron los antiguos romanos, o de el medioevo, y que ni aún así justificaría esa multa, ya que una escalera es algo hecho para ser pisado, o sea un maltrato peor que el de un asiento. Plaza España era una de las plazas donde vimos cientos de personas paradas y 2 o 3 asientos alrededor cuando buscábamos donde apoyar el traste.
Mas tarde, al entrar al metro (esta vez para usarlo) vimos como la ciudad se había tomado el trabajo y dinero en instalar asientos donde no te podes sentar, algo que jamás habíamos visto antes.
Él colmo de todo esto fue cuando, entrada la noche, conversando con Maurizio, un romano que nos invitó a tomar un café, entre charla y charla, nos suelta la frase que da título a éste post: «me gusta esta cafetería porque por solo uno o dos euros te podés sentar». Éste es uno de esos detalles «gourmet» de los viajes que solo un mochilero puede notar.