¡Bienvenidos a otro capítulo de «burlémonos de Joy»!
Resulta que hasta ahora yo creía que el «Dakar» era una marca de algo cool y de moda, como podrían ser skates (patinetas), motos, o esos triciclos motorizados, donde lo único que se había hecho masivamente conocido (incluso para mí) era el famoso logo del encapuchado.
Pero queridos amigos y amigas, el viaje nos abre las puertas al conocimiento, nos ilumina hasta niveles insospechados y de formas muy distintas.
Y ahora les cuento como aprendí que el Dakar no era una marca de patinetas cool, sino una carrera a nivel mundial, sobre dunas de arena, y en la cual participan todo tipo de vehículos motorizados.
LOS ENCAPUCHADOS DEL DAKAR
Resulta que, saliendo de Ica, nos levantó en la ruta un señor que estaba muy emocionado porque iba camino a quedarse en un pueblito, a pocos kilómetros de donde se estaba corriendo una de las competiciones más famosas de los últimos tiempos.
Después de varios kilómetros recorridos, muchos de los cuales eran desierto, con todas las letras, pasamos medio avanzando medio frenando por una parte en la cual las dunas eran atravesadas ferozmente por vehículos rodados, y muchísima gente a su alrededor alentaba a tal o cual.
Además, sobre la ruta había muchos autos extraños, cargados de pegotines y con gente de mamelucos llamativos a su lado.
Si bien al principio no entendía nada, entre el señor y Wa, tuvieron la bondad de explicarme que el Dakar era una carrera de magnitud universal, donde la gracia era ver diferentes vehículos surcando las dunas de arena, mientras competían entre ellos. Y este año, en ese preciso momento, se estaba desarrollando en Perú, justo por nuestra ruta.
Más adelante, este señor nos deja en un pueblito llamado «Concepción», desde donde seguiríamos haciendo dedo, bajo el inclemente sol que nos convertía en chinitos mientras nos cocinaba a fuego lento.
De vez en cuando, pasaba algún auto de forma extraña, claramente del Dakar.
En uno de mis arranques de inteligencia sobrehumanos, y mezclándose con mi naturaleza friki y cosplayer, veo a varias personas (en distintos momentos) caminando en dirección a donde se realizaba el Dakar, con una especie de turbante en la cabeza, que no era más que alguna prenda de vestir envuelta ahí arriba, y le digo con toda la emoción a Wa «¡mirá! ¡Van disfrazados! ¡Deben estar haciendo cosplay del Dakar!».
Wa me mira con esa cara que por un lado dice «no te puedo creer que lo estés diciendo en serio» y por otro lado dice «pero ya te conozco así que perfectamente puede ser» y finalmente me responde: «no es disfraz… se están cubriendo del sol».
Si me permiten usar un término millenial (aunque ya decir millenial es, paradójicamente, muy millenial) mi semblante pasó de la «poker face» a la decepción, y calladita, seguí haciendo dedo.
Haciendo dedo rumbo a Lima, nos pasaron varias cosas, como que nos parara un auto y su conductor nos dijera que nos llevaba pero por la «módica suma» de 200 soles (unos 70 dólares), siendo que por allí mismo pasaba un bus que cobraba 18 soles cada uno, y ante nuestra negativa, la señora que oficiaba de acompañante nos dice que «nadie los va a llevar gratis en Perú» a lo que le respondí que veníamos viajando así desde hacía rato.
Es curioso como toda la gente que nos lleva en la ruta (y a veces también los que no nos llevan, como fue este caso) siempre nos dicen cosas como «acá nadie lleva a dedo, solo yo«, afirmación claramente refutada después del tercer auto por día al que te subís. Y la misma historia que se repitió ayer, se repetirá mañana, pasado mañana, por los siglos de los siglos, amén.
LIMA – Esa Mega-Urbe
Nuestros planes en Lima eran muy humildes, por no decir nulos; al ser una ciudad por la que no habíamos pensado pasar (pero la Panamericana, que pasaba irremediablemente por ella, nos modificó el camino), tampoco nos sentíamos en la tentación de recorrerla completamente, así que esta no va a ser una especie de guía sobre «que hacer en Lima en 7 días» ni nada por el estilo, porque somos conscientes que es un lugar lleno de lugares para ver (para casi todos los gustos) así que sólo vamos a limitarnos a narrar sobre las cosas que nosotros hicimos, que pueden tener un atractivo para la mayoría de la gente. Claro que además de esos lugares también caminamos mucho por callecitas perdidas, pero eso lo dejamos como descubrimiento personal de cada viajero.
Primero que nada, es inevitable mencionar la diferencia que se encuentra entre esta ciudad y la mayoría de ciudades de Perú en las que habíamos estado. No solo el clima era diferente, también lo era su gente. En Lima ves todo tipo de rasgos, y hasta otro tipo de figuras, dando la certeza de que es una ciudad en la cual la gente cuida más su estética personal (o mejor dicho, la mantiene más acorde al estereotipo que nos muestran en los medios).
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La variedad de comida, si bien manteniendo los platos tradicionales, era también más amplia y «universal», y sin lugar a dudas, la limpieza de sus calles era mayor que en cualquier otro lugar del Perú que estuvimos.
Y ya que antes mencioné el clima, algo que nos llamó mucho la atención en Lima, es su capacidad de meter suspenso. Todos los días pensábamos que se iba a caer el cielo… mirábamos hacia afuera y estaba todo nublado, convirtiendo al calor, que ya de por sí era fuerte, en algo menos tolerante.
Error.
Nunca llueve en Lima. Bueno, casi nunca.
De hecho, nos contaron que cuando caen 3 gotas (ya que sólo podés esperar una llovizna una vez cada mil millones de años) la gente en las calles comienza a correr cubriéndose la cabeza al grito de «Noé Noé ¿dónde estás?», como si se tratara del diluvio universal… bueno, a lo mejor eso del grito me lo inventé, pero es que la gente de Lima no está acostumbrada a la lluvia.
Así que Wa improvisó una refrescada express
-Callao y Callao Histórico: Esta zona, si bien tiene partes peligrosas en la noche, hay otras que se han convertido en un atractivo turístico tan grande, que fue inevitable poner mucha seguridad y convertirla en una de las zonas más seguras de Lima; tal es el caso de la peatonal donde se encuentra el Museo de Arte Cubano, y en sus alrededores suelen desarrollarse distintas actividades.
Según nos contaron los locales, las casas antiguas que se ven alrededor, estuvieron dejadas de lado durante mucho tiempo, abandonadas a su suerte, ya que antes esa zona era sumamente peligrosa y los propietarios preferían irse, mudándose a partes más seguras. Pero, en algún momento dado, como la situación bajó mucho el precio de esas casas, se comenzaron a vender y a poner comercios en ellas. Con el tiempo, esto se convirtió en un atractivo turístico, y por eso se decidió reforzar la seguridad en la zona, convirtiéndola hoy en día en una zona muy cara y segura.
En la zona del Callao también encontramos grandes edificio con importancia histórica, ganándose la denominación de «Callao Histórico».
-Barranco: ubicada en el barrio de Miraflores, esta zona es también de gran atractivo turístico… de hecho cuando fuimos vimos más turistas que locales.
Para llegar hay que subir unas escaleritas y caminar por callejuelas angostas, que según nos dijeron, es conveniente hacerlo durante la luz del día porque en la noche se vuelve un poco peligroso. Nosotros comenzamos con luz solar pero a mitad de paseo nos descubrió la luna, y una vez estás allí, es decir, después que pasaste las escaleras, no nos pareció tan peligroso… de hecho, estamos tentados de recomendar permanecer allí durante la noche, porque hay muchas tiendas y locales de comida con luces bajas que combinados con las calles angostas y la arquitectura con decoraciones bohemias, hacen que sea un lugar encantador en la noche.
Y como broche de oro, tiene una zona desde donde se ve el muelle.
Eso sí, como paseo es lindo, pero si van a dejar su dinero allá, preparen el cofre… los precios son para turistas.
-Playa: y acá suponemos que la cosa va a variar dependiendo a la playa que deseen visitar de Lima, que son varias. Nosotros fuimos a una que se encontraba en el «circuito de playas», cerca de lo que llamaban «la punta», y para ser sinceros, no fue la mejor playa en la que hemos estado, ni mucho menos. En lugar de arena, eran piedras, y el agua era sumamente helada (me dijo Wa, porque yo ni me mojé las patitas). Además, si bien nosotros fuimos a una hora donde todavía no había demasiada gente, en la tarde ya se hacía imposible caminar sin pisar a alguien, porque el piso se cubría de cuerpos humanos que intentaban dorarse un poco, cual pollo al spiedo.
Retomando el tema del agua, no sólo era muy fría, sino que, además, mis fuentes me informan que al meterte, tenías más o menos un metro o dos en donde hacías pie, pero llegaba un momento en el que dabas un paso y ya quedabas flotando… o hundido, dependiendo tus habilidades natatorias.
En conclusión: no es una playa que recomendaría ni a la gente que le gustan las zonas poco multitudinarias (hola), ni a quienes les da miedo o no les gusta no hacer pie en el agua (hola), ni a quienes no les guste quemarse porque no hay nada de sombra a menos que alquiles una sombrilla (hola).
Sí, he de confesar que no era mi lugar ideal, pero luego de ahí nos llevaron a comer un ceviche, mariscos fritos y un plato riquísimo llamado «causa» y me olvidé de dónde había estado antes.
Como dato curioso, éramos un grupo de los más variopinto, que habíamos conocido allí mismo en Lima: tres peruanos, una colombiana, un español, una ecuatoriana, un hindú, y dos uruguayos.
Si yo les digo, que al viajar, de alguna forma, estás conociendo a todo el mundo.
Ah, y ya que estamos les cuento que disparando a unas botellas Wa se ganó unos tragos (justo nosotros que el alcohol ni mella) gracias a sus habilidades francotiradoras.
¿TRUJILLO? PUEDEN ENTRAR, PERO NO VAN A SALIR.
Nos llevó un camionero que nos dejó en un peaje a las 22:00 hs, para que pudiésemos armar la carpa allí, al costado en la ruta, y en donde el policía vino a decirnos que si queríamos nos podían dar agua caliente, y podíamos usar los baños.
A la mañana siguiente nos levantó una persona que, con sólo llevarnos 27 kilómetros, nos ofreció la casa de un amigo suyo, que vivía sobre la playa, al Norte. Nos dijo que si llegábamos hasta allí, seguramente nos podría hospedar por unos días.
Y así, juntando experiencias, nos acercábamos a aquella ciudad, de la cual todos nos decían que era la más peligrosa de todo Perú. La ciudad donde seguro nos iban a robar, y quizás hasta matar.
No podíamos olvidarnos del gesto de aquel camionero de Nazca que nos había dicho «¿Van a Trujillo?» y acto seguido, haciendo un silbido que simulaba el viento pasando sobre una hoja de cuchillo, deslizó el pulgar a través de su cuello, y luego llevándose el índice a la frente dijo «¡pum!».
No eran precisamente las referencias más alentadoras… pero allá nos esperaban las ruinas de Chan Chan y gente que nos recibiría en su hogar.
¿Y sabés cuales fueron los peligros más grandes de Trujillo?
Que nos costó salir, por la gente tan linda que encontramos.
De hecho, tuvimos que quedarnos unos días más de lo planeado, a invitación de ellos.
No queremos fomentar el descuido en los viajeros, o la incredulidad total… La idea no es que te regales cuando te advierten este tipo de cosas, de hecho, nosotros fuimos con mucho cuidado y preguntando bien por qué zonas no ir, pero tampoco te dejes acobardar por el rumor, porque si bien suelen estar fundados en realidad, como todo rumor, muchas veces adquiere forma de bola de nieve que se va haciendo más grande a medida que va de boca en boca, siendo que, muchas veces, cuando vos decidís comprobarlo por vos mismo, la bola resultó ser un adorable muñeco de nieve sonriente.
LAS RUINAS ALREDEDOR DE TRUJILLO
El principal atractivo turístico de Trujillo está dado por las Ruinas de Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de toda Sudamérica, perteneciente a la cultura Chimú y ubicadas en el Valle del Moche, tomada por los incas sobre el 1470 (pero por poco tiempo, ya que los españoles llegaron unos 50 años después). Además, tenés varias Huacas en la ciudad de Trujillo.
Para llegar a esta ciudad de adobe, Patrimonio de la Humanidad, tenés que caminar a través de toda la ciudad, o bien tomar un bus con el cartel de «H corazón» (es decir, una H con un corazon al lado) que te costará 1,20 soles (unos 0,30 centavos de dólar).
A la vuelta, es decir desde Chan Chan al centro de Trujillo, tomás un bus que solo dice «H», por eso una buena forma de acordarte del bus, es decir que dejás el corazón en Chan Chan, porque vas con corazón y volvés sin el. Lo mismo pasa para ir a Huanchaco.
Cuando llegás a Chan Chan, con lo primero que vas a encontrarte es con los guías que te intentarán vender el traslado, por unos 40 soles. Mucho cuidado con esto, porque lo que ellos suelen ofrecer es únicamente el traslado de una ruina a otra (ya vamos a ver por qué hay más de una) pero no ofrecen servicio de guía.
En boletería podés pagar con precio diferencial; si sos estudiante y mostrás tu carnet, te cuesta 5 soles ( 1,5 dólares), sino, 10 soles (3 dólares).
No te estreses con el carnet, con mostrar el de la biblioteca de la universidad (donde conste tu fotito y datos) ya es suficiente.
Ese boleto te va a servir para 4 lugares: Las ruinas de Chan Chan, La Huaca del dragón (o también llamada «Huaca Arcoíris»), la Huaca Esmeralda y el Museo de Chan Chan.
Nosotros pudimos hacer las Huacas, pero no así el museo, porque estaba cerrado por reformas.
Aún así, si después de eso te quedás con ganas de ver más Huacas, en la ciudad de Trujillo tenés también la Huaca del Sol y la Huaca de la Luna, pero esas tienen costo aparte, y no sabemos más al respecto ya que nosotros no las visitamos.
-Las ruinas de Chan Chan: sin lugar a dudas esta es la mejor de las 3 ruinas que ofrece el ticket.
Acá sí, cuando entrás a las ruinas, vas a encontrarte con guías que ofrecen tours guiados por unos 50 soles por grupo. Lo que se suele hacer es esperar a que se arme un grupo de unas 10 personas, para de esta forma pagar menos dinero cada uno.
Si van en modo económico y prefieren informarse por su cuenta, pueden entrar solitos, como nosotros.
Chan Chan consta de 9 ciudadelas, de las cuales no están todas desenterradas aún, de hecho, la que podemos visitar es una de ellas, y tuvo que ser restaurada para revivir el esplendor de su época.
Si bien entendemos lo necesario de la restauración, es imposible negar que es un poco chocante encontrarnos con pilares de madera y metal, chapas que no estaban ahí hace más de 500 años, y figuras talladas en la piedra, evidentemente retocadas.
Pero así con todo, las ruinas de Chan Chan son un lugar que vale la pena visitar, si andás por Perú.
***CONSEJO*** Si te querés volver caminando a la ciudad, podés hacerlo por una especie de camino alternativo, pensado originalmente para quienes iban en bicicleta.
Este camino se hizo bordeando las demás ciudadelas, para prevenir que los ciclistas pasasen por las dunas encima de las ruinas que estaban aun sin desenterrar del todo, evitando así su excesiva erosión.
Es un camino interesante, porque podés ver las paredes de otras ciudadelas como Chan Chan, que aun no terminaron de ser desenterradas. De hecho, nosotros pudimos incluso meternos en una de ellas que si bien había un pequeño campamento afuera, parecía estar abandonado, así que simplemente entramos para ver cómo era.
*Huaca del Dragón:
Su nombre está dado por los grabados que se ven en sus paredes, así como su nombre alternativo, ya que también puede verse algo similar a un arcoíris al costado de los dragones.
Si bien hay que caminar bastante para llegar a esta Huaca desde las ruinas de Chan Chan, es un paseo perfectamente realizable en una hora y algo de caminata.
*Huaca Esmeralda:
La más sencilla de las 3 ruinas es esta huaca, pero se encuentra en una parte de la ciudad muy cercana al centro, por lo que su visita se convierte en algo muy sencillo de realizar.
No se sabe con certeza cuales pudieron haber sido sus usos, pero la cosa oscila entre un palacio de un gran señor Chimú, o un centro de adoración y ceremonia.
HUANCHACO
Antes de irnos de Trujillo, nos llevaron a pasear a Huanchaco, el balneario pegadito a la ciudad.
Fuimos en la tarde, donde Wa se sumó a unos partidos de frontón, mientras yo lo miraba desde las gradas, dejando en evidencia mi timidez y falta de espíritu deportivo, una vez más.
Al caer la tarde, y luego de ver como el sol se caía al agua (literalmente, me miré los pies y cuando levanté la cabeza el sol ya se había ido) dimos unas vueltas por la playa, donde conocimos los típicos «caballitos de totora», que no, no eran caballos, sino pequeñas barcazas similares a una canoa, pero hecho completamente en totora, y en donde la persona se ubica, no en el medio, sino en la parte trasera de la barcaza, y de rodillas.
Estas barcazas se construían por las tribus mochicas y chimú, y trascendieron a través del tiempo, formando parte de la cultura moderna de Huanchaco.
A lo largo de toda la playa van a haber lugares donde se pueden alquilar estos caballitos de totora y salir a dar una vuelta por las aguas.
Les regreso a Trujillo estuvo lleno de emoción y adrenalina, no porque nos hayamos vuelto en barcaza ni nada, sino que porque viajar en el bus fue toda una odisea.
Acomodados donde podíamos, nos divertíamos escuchando al chofer gritar a los demás conductores por la ventana, mientras se metía en los recovecos automovilísticos más inverosímiles.
Dicen que eso al lado de India y Asia es un poroto… pero yo lo pondría en tela de juicio… ya les contaremos cuando estemos por allá.
Hola chicos, esta muy bueno el blog. Sobre todo esa dosis de humor jajaja. De manera que para alguien que no gusta de leer muchos lo atrapara fácilmente. 😉
Hola! Me alegro te gustase 🙂 . Y sí, esa dosis de humor es algo que no podemos evitar jaja. Saludos!