Valparaíso nos recibió con caos, música, baile, color y alegría.
También con un graffiti muy… humorísticamente protestante, que no viene a cuento con el resto de las cosas que les vamos a mostrar, pero es una foto tan genial que había que meterla de alguna forma.
Y eso sería lo que resumiría, no solo nuestra llegada, sino todo Valparaíso en sí.
Ah, y escaleras… muchas escaleras.
Si bien nosotros nos quedamos en un pueblo a unos 17 kms de la ciudad (Placilla), claro que fuimos varias veces, a la caza de los murales que convirtieron a esta ciudad en patrimonio de la humanidad.
Y déjenme decirles que encontramos muchos, montones, tantos que cada párrafo de este post se va a ver interrumpido hermosamente por alguna fotito (son tantas, y tan lindos los murales, que teníamos que meterlas de alguna forma). Según nos contaron, los murales van rotando, es decir, si bien algunos son tan clásicos que siempre los vas a encontrar, también hay otros que quizás dentro de unos meses no estén, y es que Valaparaíso va renovando su principal fuente de turismo, dando oportunidad a otros artistas a que exhiban sus dotes artísticos.
En el día, Valparaíso es todo caos y movimiento. Caminar por las calles principales no es muy diferente a cualquier otra ciudad grande; caos, tráfico, gente apurada yendo a trabajar, gente estresada volviendo de trabajar, shows callejeros basados en baile o canto, vendedores ambulantes, etc.
Al día siguiente que llegamos, nos fuimos hasta lo que llamaban una “feria de las pulgas”, que vendría a ser un espacio en donde se venden muchas antigüedades, artículos usados, algo de comida callejera, etc. Es uno de esos lugares donde algo que puede ser basura a los ojos de una persona, es un tesoro a los ojos de otra. Yo, por ejemplo, soy de las que ven más tesoros que basura.
De hecho, si bien muchos murales están representados en las paredes de hostels, restaurantes, u otros comercios (lo cual evidentemente funciona también como método de marketing) también hay muchas casas particulares que deciden sumarse a la alegría y hacer pintar un mural en sus paredes.
Otros, simplemente lo hacen a su manera, poniendole onda de otras maneras, pero igualmente muy lindas.
La magia comienza realmente cuando nos vamos metiendo por los callejones enredados, y vamos subiendo las montañas en los ascensores panorámicos.
Es entonces cuando los colores comienzan a aflorar, y prevalecer ante el gris típico de otras ciudades.
Y es que en Valparaíso, cualquier callejoncito perdido por el cual no darías dos pesos, puede convertirse en un éxtasis artístico. Y si lo hacés de noche, la “ambiance boheme” transforma el aire en magia.
Eso sí, como no nos gusta contarles sólo una cara de la moneda, tenemos que ser sinceros con ustedes: sí tuviésemos que decir algo que no nos gustara de Valparaíso, sería el uso del recurso tan repetido de utilizar stencils o grafitis que muestren la cultura yankee underground de moda.
Todo bien, a nosotros nos gustan muchas películas y formas de arte que entran en ese pequeño culto -ya no tan pequeño- y son representadas con originales formas de expresión artística en las paredes, pero nos cansaba un poquito ver tanto Taxi Driver, Kill Bill, etc… que independientemente de que nos hayan gustado o no las películas, es como que siempre sopa cansa. Si a esto le sumamos los vasos de Starbucks tirados en la calle, es como que la magia bohemia y toda la rebeldía que podía expresar el arte en algunos murales, quedaba irónicamente contrastado con un vaso de la famosa cadena de cafeterías tirado desprolijamente en el camino.
Y como cereza del postre, en una ciudad donde hay tanto arte para ver en las paredes de todos lados, si nosotros fuésemos alcaldes o intendentes, exigiríamos que los cables estuvieran fuera de la vista (por debajo de la vereda, como en Montevideo, por ejemplo) para poder apreciar mejor las obras de arte.
Pero, así como se pueden ver vasos de Starbucks en el piso, de repente te encontrás con cosas como estas:
Y no es sólo en forma de murales y pinturas que podés encontrar arte, sino también en otras expresiones artísticas, cmo por ejemplo, en una escultura en donde se entiende una persona sufriendo. Es un poco deprimente comparado con las demás cosas que se ven en la vuelta, sí, pero está muy bien logrado y no deja de ser un pedazo de arte admirable.
Además, podríamos incluir una de las Universidades de Valparaíso como algo artístico, porque de solo verla se te cae el alma al piso de lo impactante que es. Lo primero que pensé fue que era una universidad de Educación Física, porque subir esas escaleras todos los días debe ser parte de la carrera, algo así como una prueba diaria. No era, pero le pegué en una palabra, porque según nos contaron, es de “Física”, así a secas (que nada tiene que ver con Educación Física, pero déjenme sentirme semi triunfante en mi veredicto).
Y si bien, prácticamente todo Valparaíso está como pensada para el turista, hubieron cosas totalmente desinteresadas que nos parecieron muy lindas, como por ejemplo, este “cuadro” para compartir sueños que encontramos en la entrada de un local:
Y si bien esto forma un poco parte de esa cultura que se vé en todos lados, no pudimos evitar sacarle foto a este mural que nos toca la fibra friki en el alma:
¡Y no se olviden que Chile es el país natal de Condorito! Este pajarraco se ganó un pedacito de mi corazón por haber sido de las historietas que más leía de niña, así que ante mi plan frustrado de visitar “Cumpeo”, un pueblo que quedaba cerca de Talca camino a Valparaíso, y el único pueblo que aparece en las tiras cómicas de Condorito y que existe realmente en Chile, encontrar este mural, y una tienda donde vendían todas cosas de este condor en ojotas tan simpático fue para mí grandioso.
Y por último, les dejamos una muestra de que acá en Valparaíso, todo se expresa con arte. Incluso los pedidos que la gente hace a aquellos que tienen la vejiga débil.
Ahora vamos a tratar de contarles qué cosas pueden verse en Valparaíso, basándonos en nuestra experiencia, y cómo llegar a los murales más conocidos.
¿COMO MOVERSE EN VALPARAISO?
Hay 5 formas de moverse en la ciudad (que no sean a pie):
-Micro: dependiendo a donde te dirijas, el costo del boleto varía. En nuestro caso, el bus que nos llevaba y traía de Placilla costaba 490 pesos chilenos cada uno. Si tomás uno de esos micros en el centro para moverte unicamente allí mismo, el precio es algo menor.
-Trolebus (tranvía): viajar en trolebus es volver unos 60 años atrás en el tiempo, y sólo por eso deberíamos darle una oportunidad (la oportunidad que nosotros no le dimos). El costo es de 290 pesos chilenos, y según nos dijeron, se mueve unicamente dentro del centro de la ciudad.
-Ascensores: los ascensores es la forma más cómoda y rápida de moverse entre los cerros de Valaparaíso. Hay varios alrededor de la ciudad, algunos más turísticos que otros, y su costo es de 100 pesos chilenos (a excepcion de el ascensor «Espíritu Santo» que es gratuito) así que esta vez, la excusa para no hacer ejercicio, está servida en bandeja de plata.
-Tren: El tren atraviesa la ciudad y llega incluso hasta Viña del Mar.
-Colectivo: en Chile se le llama colectivo a los autos compartidos, algo asi como una variante del taxi. Son autos con destinos marcados, que van levantando gente en el camino. En nuestro caso, la tarifa desde Valparaíso hasta Placilla fue de 1000 pesos chilenos cada uno. Son una buena opción si saliste a conocer la noche de Valpo, y te agarró la madrugada en plena ciudad, porque los micro tienen servicio hasta ciertas horas de la noche (en nuestro caso, el último bus que iba a Placilla salía a eso de las 23:15 hs).
¿DONDE ESTÁN LOS GRAFFITIS MÁS EMBLEMÁTICOS DE VALPARAÍSO A DÍA DE HOY? (o al menos, los que llegamos a encontrar).
-Escalera de piano:
En nuestro caso, estuvimos buscándola bastante rato, hasta que finalmente, llegamos a un camino alto, donde había una escalera hacia abajo, y cansados, casi rendidos, nos apoyamos en la baranda a esperar que la gente que se estaba sacando fotos en esa escalera nos dejara bajar… cuando esto finalmente sucedió, se nos dio por mirar atrás para ver por qué todo el mundo se sacaba fotos ahí, y fue cuando lo vimos… el piano. Así que podríamos decir que la encontramos casi de casualidad. Aún así, había tanto turista, que nos fuimos sin sacarnos la foto. Días mas adelante, volveríamos por la revancha, donde, si bien seguían habiendo turistas, estos fueron más generosos y nos dieron unos segundos para nosotros, donde sí pudimos sacar la icónica fotito.
Está ubicada en …Ubicación
-Alitas de Ángel:
Las vedettes de la foto clásica. Encontrar estas alitas fue algo más sencillo, sobre todo porque son parte de la pared de un hostel, lo cual facilita las cosas. Creíamos que íba a estar, al igual que el piano, plagada de turistas y que iba a ser más difícil, porque a diferencia de la escalera donde entran varias personas, acá solo podés sacar una foto por humano. Pero para nuestra sorpresa, las alitas estaban libres, completamente. No había un alma. Así que las tuvimos todas para nosotros.
Las podés encontrar en… Ubicación
-We are not hippies, we are happies:
Otro clásico de la foto. No es que sea muy elaborado ni nada, comparado con otros murales, pero creo que la frase dice mucho en pocas palabras, y además, está convenientemente ubicada en un lugar donde te podés sentar al costadito para la foto.
Este podés encontrarlo en…Ubicación
EXTRAS
Acá les vamos a dejar algunos que, si bien no encontramos por ahí que fuesen los más “emblemáticos”, nos parecieron, a nivel personal, que deberían entrar en los más destacados, por un motivo u otro. Esta es una selección personal, así que no todo el mundo tiene que estar de acuerdo, es una opinión basada en nuestro criterio selectivo.
-El niño que toma la cerca:
Éste graffiti nos gustó, no sólo por el arte que tiene, sino también un poco por lo que interpretamos al verlo. Un niño, con una rosa en una mano, mientras con la otra esta intentando sacar un alambre de púa que asoma detrás de un muro… no sé que interpretan ustedes, pero para nosotros, esto es un canto a la paz. Vamos a dejarla por ahí, para no influenciar demasiado a quien quiera encontrarle una interpretación.
-El Resplandor:
Si bien este no es un graffiti que nos parezca especialmente logrado, y entraría en ese arte “yankee de moda” que nos cansamos de ver en todos lados mencionado anteriormente, quisimos incluir este en la lista porque sobre todo, está muy bien pensado, teniendo en cuenta la película que es, el hecho de haberlo pintado justo al lado de una puerta. Obviamente no me aguanté y me hice la Shelley Duvall en aquella icónica escena.
-Van Gogh:
Éste mural de Van Gogh, representado en su mismo estilo, es un homenaje directo al conocido pintor. Además, estuvimos investigando un poco, y la cosa no termina ahí; dá la casualidad que quien lo pintó es un artista llamado “Teo”, el mismo nombre que llevaba casualmente el hermano del famoso pintor, a quien éste le dedicó varias cartas a lo largo de su vida, las que fueron recopiladas en un libro llamado “Cartas a Theo”. Como vemos, la única diferencia, es una “H”. Además, el mural está pintado en un Hostel llamado “los Girasoles”, lo cual nos recuerda al famoso cuadro de Vincent, donde puede apreciarse un jarrón con varios girasoles en flor.
-Engrandece al mundo:
Éste mural nos gustó por la forma en la que está pintado, y por el mensaje que transmite con la frase ubicada justo debajo. No hay mucho más que acotar, es un tema de gustos personales.
-El niño nativo:
Le pusimos ese nombre muy abarcativo, porque en realidad no sabemos a qué nacionalidad podría pertenecer, pero queda claro que es un niño perteneciente a alguna comunidad indígena. Simplemente nos pareció sublime como está representado.
-La puerta espejo:
Pedimos disculpas por este nombre tan carente de originalidad, pero no sabíamos como representar semejante arte. Encontrarse con esta puerta, y tener el placer de acercarse a ella para descubrir que es una parte de Valparaíso representada como en un espejo, ver los detalles pintados en la madera, desde las letras de los carteles, hasta el cableado eléctrico fue un placer visual enorme. Nos hubiera gustado que alguien abriera la puerta para encontrarse con nuestra cara extasiada y reírnos un rato, pero eso no sucedió.
LA NOCHE DE VALPO, UNA REUNIÓN INESPERADA Y TANGO… MUCHO TANGO.
Alguien nos dijo una vez “Valparaíso es Valpo para los que estuvimos allá”. Nosotros le agregaríamos que se convierte en Valpo después que vivís la noche de Valparaíso… aunque para nosotros, vivir la noche fue tan emocionante como sería una vuelta en la calesita para una persona de 80 años. Pero eso es porque nosotros somos, como nos dijeran una vez, un alma vieja en un cuerpo joven.
Salímos de tarde a Valparaíso, y la idea era conocer la noche, pero no tuvimos mejor plan que hacerlo un día miércoles, que por mucha zona turística que sea, no dejaba de ser la mitad de la semana, y el movimiento era mas bien escaso.
Si a eso le sumamos que nuestro presupuesto es acotado, creo que entenderán cuando les contemos que en vez de terminar en un bar sucuchado en algún callejón oculto de la noche de Valpo, terminamos en un local de comidas de estos con sillas y mesas de jardín, exageradamente iluminado, y con promociones muy baratas de comida chatarra.
Olvidate de los tragos, del ambiente bohemio, de la música y las charlas filosóficas o artísticas.
Después de eso, nos fuimos a una plaza para ver si había movimiento, y lo más emocionante que encontramos, fue un chico que tocaba la canción de Star Wars “Cantina” en su saxo, cuando el semáforo estaba en rojo, a cambio de unas monedas, y un par de chicos que se sentaron a nuestro lado en la plaza, y al rato se pusieron a bailar capoeira, mientras nosotros tomábamos un juguito de naranja del pico y los mirábamos de cotelete. Sí, leyeron bien, dije juguito de naranja. ¡Madre mía, cómo rompímos la noche!
Pero ojo, que la noche de Valpo nos daría otra oportunidad.
Un sábado de noche, terminamos metidos en medio de una reunión de ex estudiantes de colegio que se celebró en la casa donde nos estábamos hospedando vía Couchsurfing, en Placilla. El organizador de la movida fue el dueño de casa, que contactó a sus compañeros a través de Facebook, y se estaban reuniendo por segunda vez, luego de más de 30 años sin verse.
Estábamos todos sentados alrededor de una mesa enorme, disfrutando de anécdotas liceales de hace muchos años atrás y manjares tales como queso de cabra y tarta de frutas, cuando de repente llega el chico con quien contactamos por Couchsurfing, y nos ofrece acompañarlo, a eso de las 23:30 hs, a un lugar en Valparaíso donde se baila tango. Como estamos abiertos a todas las experiencias que el destino quiera ofrecernos, marchamos con el, ahora sí, a la noche de Valpo.
Esta vez, las calles estaban atestadas de gente, mayormente joven, tomando, fumando, bailando, conversando, y todo lo que una noche de fiesta se les ocurra (y que sea permitido realizarlo en la calle).
Luego de un arreglo, nuestro anfitrión nos hizo entrar a mitad de precio, y con derecho a una consumisión en el local, que en nuestro caso fue un pisco sour (apodado luego por Wa “piscosaurio”). La otra consumisión se la regalamos a nuestro anfitrión, a fin de cuentas no somos gente muy alcohólica, y el se lo merecía por hacernos entrar más barato.
Tomamos esa bebida dulce mientras veíamos bailar una de las danzas más típicas de nuestro querido Rio de la Plata, pero en pleno Chile. De hecho, creo que aprendimos más de tango en Chile que en nuestros pagos.
Resultó muy lindo poder encontrar ese ambiente que parecía tan perdido en el siglo 21; señores de todas las edades, sacando a bailar a damas de todas las edades. Pero el siglo 21 irrumpía de buena manera cuando veíamos a chicas sacando a bailar a chicos, y también chicas a otras chicas. El ritmo era, 3 canciones de tango, 1 minuto abrupto donde sonaba una canción punchi punchi de golpe y porrazo, como para obligar a los bailadores a que vuelvan a sus mesas a tomar algo, y enseguida, otra oleada de tango.
Así, durante unas 3 horas, cuando finalmente nos fuimos a descansar… o eso creíamos, porque nos quedamos hasta las 5 de la madrugada, hablando de cosas de la vida en la casa de la hermana de nuestro anfitrión, que tenía la tarea de cuidarle el refugio esa noche ya que ella no estaba.
Finalmente, podemos decir con todas las letras, que conocímos la noche de Valparaíso, versión tanguera.
Así que oficialmente, para nosotros, se transformó en Valpo.
VIÑA DEL MAR
Y un día arrancamos caminando hacia Viña del Mar, proeza lograble desde la perspectiva que Valparaíso y Viña del Mar están pegados. Eso sí, hay que meterle a la patita como loco.
Fuimos bordeando la costa, donde nos encontramos con amigas emplumadas a quienes les gustaba que les sacaran fotos, y castillos sobre el agua que valían la pena admirar por un buen rato.
El castillo en cuestión es el Wulff, declarado “Monumento Histórico Nacional” por el Ministerio de Educación. Según averiguamos luego, el señor Wulff, oriundo de Alemania, tuvo que pedir un permiso especial para construir su caprichito de piedra sobre la costa, el cual le fue otorgado años después de pedirlo, allá por 1904.
La construcción comenzó un poco después y termino en 1906, pero no fue hasta 1910 donde se recubrió de piedra, quedando obviamente mucho más emblemática y coqueta. Pero no los voy a aburrir más con estos temas, solo decirles que entre pitos y flautas, años después, cuando fue adquirido por la Municipalidad de Viña y cedido luego a la Armada de Chile, el castillo ofició de Museo de la Cultura del Mar hasta 1999.
Después de idas y venidas, el castillo es a la fecha, la sede de la Unidad de Patrimonio de la Municipalidad de Viña del Mar y también oficia de centro de exposiciones. O también, una linda postal para aquellos transeúntes que pasan por la costa, como nosotros.
Si bien pudimos ver varias cosas, hablando luego con la familia que nos hospeda en Placilla, nos dimos cuenta que nos faltaron varias cosas emblemáticas, como por ejemplo, el reloj de flores, del cual según nos dijeron, los habitantes de Viña están orgullosos.
Así que lo que hicimos fue coordinar con las chicas de la casa, y salimos con ella una tarde a re-recorrer Viña del Mar, esta vez con ellas a modo de guías turísticas.
Si bien ya lo habíamos visto en nuestra primer ida, nos volvimos a encontrar con el Moai que nos sorprendió cuando llegamos a Viña, pero esta vez contábamos con una persona que oficiara de fotógrafa para poder estar los dos en la foto.
También intentamos visitar la casa presidencial, es decir, el lugar en el cual se queda el presidente cuando visita Viña del Mar, pero estaba cerrada la entrada al público, por lo cual nos conformamos con verla de afuera. Lo mismo nos sucedió con la Quinta Vergara, lugar que cobija en su interior el famoso escenario que da cuerpo al Festival de Viña conocido internacionalmente; cuando llegamos ya estaba cerrado, así que nos quedamos mirando desde afuera y llorándole un poco la milonga al guardia de turno, sin éxito.
Pasamos por la costa nuevamente, y una vez más, conseguimos una foto juntos con la ciudad de fondo.
Y nuestra noche culminó con una ida nocturna a la costa, y al lujoso casino de Viña del Mar, al cual nos dejaron entrar en calidad de visitantes, luego de un exhaustivo control y detectores de metales, y de advertirnos que no podíamos ir a la parte de juego, sino que solamente debíamos visitar la galería de arte que se encontraba en el segundo piso.
En resumen, Viña del Mar, sos muy coqueta y evidentemente tenés glamour, pero nosotros nos quedamos con el maquillaje desordenado y colorido de Valparaíso y los callejones escondidos.
BONUS TRACK – Los alrededores de Placilla (Las Docas)
Como nuestra estadía en Placilla duró una semana, no sólo tuvimos tiempo de visitar varias veces Valparaiso, sino también de recorrer los alrededores del pueblo. Ese fue el caso de Las Docas.
Las Docas es una playita super chiquita, cerca de Laguna Verde (otro sitio lindo para visitar, pero en el cual no nos detuvimos). Tiene forma de C (o de “U”, depende como tuerzan la cabeza) y entra en una foto, como pueden apreciar.
El camino lo hicimos medio caminando, medio en bus local, y medio a dedo. Una ensalada de transporte.
Un poco antes de llegar a la playa, se van a encontrar con una cascadita, a la cual, si se meten por un sendero, pueden llegar a su cumbre y ver la cascada justo desde arriba, desde donde comienza digamos. Un poco de vértigo puede dar sí, pero sino, lo van a re disfrutar.
A la vuelta, volvimos caminando por una especie de bosque, que si bien tiene sendero delimitado para humanos, no somos los únicos que se movilizan por esos lados, para desgracia de Wa.
Así con todo, cuando le arrimé la cámara del celular, ella posó para la foto como una campeona.
Dejamos Valparaíso para ir rumbo a las áridas tierras del norte.
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