-¿Seguro que quieren pasar por Honduras?
-Si los roban, denles todo sin pelear.
-En Honduras la vida no vale nada.
-Nicaragua es la barrera contra la violencia, más allá no hay seguridad de nada.
Esas fueron solamente algunas de las frases que íbamos escuchando a medida que subíamos por Centroamérica, así que era natural que el día anterior a cruzar la frontera nos preparásemos como quien va a la guerra (o al matadero).
Aplicamos todas las técnicas de seguridad para mochileros que conocíamos, dispersamos cosas de valor (para nosotros) por todos lados, escondímos todo… menos el miedo.
Nicaragua se despidió de la mejor manera, cuando un bus nos levantó en la ruta y nos llevó gratis hasta la frontera.
Honduras no es un país precisamente famoso por su flujo de turistas, sino más bien todo lo contrario, así que como era de esperarse, el trámite migratorio fue rápido y sencillo aunque si nos costó 3 usd la entrada y nos pidieron una dirección en Honduras. Como ya venímos acostumbrados nadie revisó nuestras mochilas.
Una vez terminado, y puesto el sello en el pasaporte, nos dieron un papelito que debíamos mostrar más adelante en una caseta de guardia donde dos uniformados con armas esperaban.
La curiosidad los pudo y comenzó el interrogatorio.
Las preguntas iban desde algo tan técnico como «¿Cómo es esto de tener nacionalidad europea y nunca haber pisado europa?» hasta algo tan existencialista como «¿Cuál es su propósito con este viaje?».
La desconfianza dió lugar a la curiosidad y finalmente a la advertencia: «tengan mucho cuidado en Honduras» dijo uno de ellos «hay mucha violencia y allá los matan para robarles algo».
El broche de oro vino dado cuando el mismo señor me mira y dice «sobre todo cuidado con ella… Le van a ver la cara y el físico y van a pensar que tiene plata, y ahí…» y acto seguido hace el ademán de cortarse el cuello con el dedo índice, mientras hace un sonido de cogote rebanado, algo así como un «kkkkjjjt», con la boca.
Y yo mientras, estrujandome los sesos pensando si daría la impresión de haberme inyectado botox en toda la cara, o haberme puesto implantes de nalgas o de talones (porque de pecho es evidente que no), para hacerle decir a este señor que mi cara y mi físico denotaban tener plata.
No. Seamos sinceros, eso lo pensé después, porque en ese momento no podía sacarme el «kkkkjjjt» de la cabeza con los dedos cortando el cuello.
Un guardia había conjeturado mi muerte en Honduras, así que si hacía apenas unos minutos estaba temerosa, ahora directamente estaba pensando dónde conseguir rápidamente un abogado para escribir mi testamento.
PERDIENDO EL MIEDO EN UN PAÍS DONDE TODOS LO ADQUIEREN
Unos metros más allá del puesto migratorio, comenzamos a hacer dedo, bajo la única sombra disponible, larga y fina, proyectada por un poste de cemento.
El camionero oriundo de Guatemala que puso el freno para dejarnos subir, no sólo nos aflojó los miedos, sino que además elevó muchísimo el listón de expectativa guatemalteca.
Por si eso fuera poco, la ruta de Honduras estaba impecable, y además los paisajes quitaban el aliento.
La banda sonora de Top Gun sonaba en mi cabeza… Take My breathe away paisaje, tómalo y llévatelo bien lejos nomás.
Y entre paisajes verdes llegamos al barrio de Iztoca en la ciudad de Choluteca, donde pasariamos nuestros días Hondureños.
El barrio era de contexto humilde, con casitas sencillas, algunas de chapa y madera, y mientras buscábamos el hogar donde aterrizaríamos por unos días, dos muchachos se unieron a nuestra caminata y entre explicaciones de viajes y menciones a Luis Suarez, llegamos a destino.
Hasta ahora lo únicos que percibíamos en las miradas de las personas era curiosidad, y sus sonrisas dibujaban sonrisas de bienvenida… pero ni rastros del peligro del que tanto nos habían advertido.
CHOLUTECA
El pueblo donde nos quedamos durante nuestros primeros días en Honduras, Iztoca, pertenece a la ciudad de Choluteca, pero está algo más alejado.
El puente Carías une este pueblo con la ciudad, y no puedo no mencionar lo divertido que resultaba cruzarlo; al ser un puente de suspensión (sostenido por cables de metal), caminar por la parte peatonal mientras los camiones pasaban por encima, lo convertía casi en un juego de parque de diversiones (pero mejor porque: gratis).
El puente se balancea levemente hacia arriba y hacia abajo y aunque para algunas personas pueda resultar motivo de vértigo, a nosotros nos divertía.
Hay quienes dicen que este puente se conoce como el más «lindo» de Centroamérica, pero no encontramos datos en internet que lo confirmasen, así que lo dejamos a criterio de cada uno. Lo que sí encontramos es que el es más importante a nivel nacional.
En Iztoca se respiraba barrio, casi pueblo.
La gente nos saludaba, incluso desde la acera de en frente, con un ya esperado «hello!».
Los niños que corrían por los caminos de tierra, al vernos venir, jugaban a hablarnos en inglés diciendo cosas como «wan chan shuan uats ior neim», mas o menos lo que hace uno cuando intenta imitar el mandarín y empieza a decir «chin chan chun».
Y si algo notamos en Choluteca, es que se acentúa mucho más eso de que la gente nos hable en inglés.
Quizás la cercanía con EE.UU. influye, pero lo cierto es que nos gritaron «gringos» tantas veces que perdimos la cuenta (ok, nunca las contamos en realidad, pero ya me entienden).
Algunas personas nos cruzaban en la calle y nos decían un tímido «hello», los adolescentes nos decían «hi» entre risitas, de los grupos de hombres salían los típicos «¡gringos!» o en en peor de los casos, un «gringuita» seguido de algún chiflido y risotadas, y hasta un señor que caminaba solo por la vereda y quería hacer evidente sus conocimientos en el idioma nos dijo el primer «good afternoon» del viaje.
Cuando recorrimos el mercado, una señora cuchicheaba con otra, tranquila pensando que no la entendíamos «ay, que lindos» y el mismo comentario salió de la boca de una guardia de seguridad del supermercado, que se acercó ante la llamada de un chico que reponía las botellas de refresco, sólamente para que nos venga a mirar.
Sí, los extranjeros son motivo de asombro en esta ciudad, y nuestras diferencias físicas son cuando menos exóticas.
Iztoca es un barrio de la ciudad, en donde los recursos de sus habitantes se notaban más escasos en general.
Nosotros tuvimos la oportunidad de convivir con 2 familias, y comprobar una vez más, que la humildad es sinónimo de generosidad.
Al otro lado del puente, la cosa cambiaba un poco.
Tuvimos el gusto de visitar la plaza del pueblo de noche y de día, y comprobamos que siempre se respira tranquilidad y esa vida que solo los pueblos o las pequeñas ciudades saben dar a sus espacios públicos.
En una de esas oportunidades permanecimos allí mientras los niños salían de la escuela y nos divertimos un rato con las miradas curiosas y las palabras en inglés dedicadas a estos dos «gringos» desubicados.
En Choluteca nunca sentímos que nos intentasen cobrar algo más caro por ser extranjeros.
Visitamos 2 iglesias como puntos arquitectónicos importantes de la ciudad, siendo la Iglesia de la Merced la más icónica… a pesar de permanecer siempre cerrada.
Ésta iglesia, que data del 1600, fue reformada por fuera, pero sus puertas nunca se abren por el gran deterioramiento de su interior, y así ha sido desde hace 30 años.
Y si caminás apenas unos pasos, justo al lado de la iglesia podés ver una fuente que sirve de hogar a muchísimas tortugas que sin verguenza posan para las fotos.
La iglesia se ubica en lo que se conoce como el Casco histórico de la ciudad, donde pueden verse además varias contrucciones de carácter colonial, algunas de ellas convertidas en bares que decoran sus paredes con grafitis para las fotos diurnas y abren sus puertas en la noche para las salidas nocturnas.
Y si algo me alarmó personalmente en Choluteca fue la cantidad de grafitis que pedían a gritos que me fuera del país.
Desde «fuera JOH» hasta un «JOH» tachado, dejé de tomarmelo personal cuando alguien nos explicó que estos grafitis iban dirigidos a un político que al parecer no tenía el amor de su pueblo (al menos no de los ciudadanos que tienen spray en su poder).
AGUA Y FUEGO
En Choluteca vimos dos cosas que nos llamaron mucho la atención, y según nos contaron, es algo que se dá a nivel nacional:
*No hay suministro de agua diariamente.
Esto significa que no siempre hay agua en las casas.
Cada zona tiene su cronograma donde indica que días en la semana va a llegar el agua al hogar (que, en teoría, deberían ser 2 o 3 días semanales), aunque de todas maneras no siempre se cumple fielmente y no es raro que las personas pasen ya sea 8 o 15 días (incluso 30 en alguna ocasión) sin abastecimiento de agua.
Es por esto que es común encontrar, ya sea en los patios o en las cocinas (y a veces en ambos lados) grandes construcciones rectangulares de cemento que son rellenadas con agua, el día que hay, y varios recipientes de todos los tamaños alrededor, los cuales se llenan y se reparten en la casa, uno para el baño, otro para la cocina, etc.
Generalmente, la ducha está construida justo al lado de este depósito de agua de cemento, y para bañarse se toma el agua directamente de allí con un pequeño recipiente plástico y te vas tirando el agua encima.
Algunas personas que hasta tienen pececitos en el agua con la que luego se utiliza para bañarse y lavar, así que puede oficiar de pecera gigante (solo hay que tener cuidado de no tirarse un pez en la cabeza cuando te estés bañando).
Es importante aclarar que el agua que llega a las casas (cuando llega) no es potable, por esto la venta de agua apta para consumo en bolsitas de medio litro es tan común en Honduras.
No es raro abrir la heladera de una casa y encontrarse con 10 o más bolsitas de agua potable.
Algunas marcas ofrecen precios más económicos que otras, oscilando entre 1 lémpira o 3 por bolsita de 500 ml.
*Muchos hogares cocinan con leña
Como el costo de la electricidad suele ser muy elevado, y las garrafas de gas no son particularmente económicas, en muchas casas prefieren cocinar directamente en cocinas a leña.
Aquellos que buscan economizar todavía más, van a cortar ellos mismo la madera al monte.
Ahora, cabe aclarar que estos dos factores se ven reducidos en ciudades más grandes como pueden ser Tegucigalpa o San Pedro Sula, donde la vida más citadina conlleva a tener cocinas eléctricas o a gas, y un suministro de agua más constante (cada 1 o 2 días) determinado por zonas.
DESAYUNO BALEADO
Esto decía el cartel que vimos en un puestito callejero cuando recién llegábamos a Honduras.
Nos habían asustado tanto con el país que nuestra imaginación inacabable visualizó que cuando te servían el plato de desayuno le pegaban 4 o 5 tiros sin piedad.
Obviamente, estábamos equivocados.
Baleadas es el nombre que llevan las tortillas que se comen a toda hora y con cualquier comida en Honduras.
Consisten en una tortilla de trigo bien fina, y blandita.
Por dentro se le suele poner frijoles (porotos) ya sea simplemente cocidos, o licuados, crema de leche, huevo revuelto, tomate, y en el mejor de los casos trozos de chorizo.
Se suelen acompañar de palta (aguacate) y un trocito de queso.
Y esto, señoras y señores, sería la comida típica de Honduras, la que te venden en todos lados y se come sobre todo al desayuno, pero es normal que también se coma al almuerzo y a la cena, lo que puede significar que en poco tiempo te canses un poco de ellas.
Y si lo que querés es convertir este plato en algo todavía más típico, lo mejor sería que gastes unas 30 lempiras en un vaso de pozol, la bebida a base de leche y canela oriunda únicamente de Choluteca.
Yo hasta aprendí a hacer mis propias baleadas, de lo cual dejamos prueba en el video.
¿Y por qué ese nombre tan bélico?
Eso nos preguntábamos nosotros, hasta que se nos ocurrió preguntarlo en voz alta, y la respuesta que obtuvimos fue la siguiente: hace varios años atrás, había una señora que tenía un puestito callejero donde vendía estas tortillas acompañadas con frijoles y demás ingredientes.
La señora era bastante conocida en la zona y representaba el medio de almuerzo de varias personas de la zona, así que su puestito de comidas era bastante conocido.
Un día, hubo un problema de pandillas, y se armó una balacera en la calle donde la señora vendía sus tortillas.
La desgracia quiso que algunas balas perdidas fueran a terminar en el cuerpo de la cocinera, matandola en el acto.
Desde ese día, esas tortillas son conocidas como baleadas, en recuerdo de la señora que fue baleada mientras vendía sus tortillas.
Desconocemos la veracidad de esta historia, pero es la que le cuentan a todos los Hondureños, y así nos la contaron a nosotros.
UN PAIS DONDE LAS ARMAS NO SOLO SE VEN EN LA TELE
Es cierto que en Nicaragua ya nos había sorprendido el hecho de que hubiese militares en las calles, armados hasta los dientes, sobre todo viniendo de Costa Rica, un país que ni siquiera tiene ejército.
Pero en Honduras, la cosa se iba a otro nivel.
No solo había muchísimos militares patrullando las calles, sino que además era común ver guardias de seguridad armados con rifles, metralletas, y en su mayoría, rifles.
Esto significa que tampoco era raro estar caminando por la calle y rozar distraídamente con el cuerpo algun arma cada dos por tres, porque en cada cuadra había alguien armado.
Esto traía consigo la aparición de carteles que rogaban «prohibido el ingreso al local con armas de fuego» en varias tiendas y restaurantes.
¿Y EL PELIGRO DÓNDE ESTÁ?
Así como el principal estigma de Colombia son los narcotraficantes, en el caso de Honduras (y algunos países más de centroamerica) el peligro principal tiene nombre y tatuajes en la cara; las «maras salvatruchas» son las pandillas de crimen organizado que controlan zonas del país, y de quienes, en teoría, hay que cuidarse mucho.
Es cierto que nosotros recorrimos apenas poco más de 100 kms de territorio Hondureño en 7 días, pero de todas maneras, el miedo que teníamos antes de cruzar la frontera nos pareció algo totalmente injustificado luego de vivir estos días en Choluteca.
No solo no es común ver estas pandillas en la zona de Choluteca, sino que además, mucha gente nos explicó que los que tenemos menos motivos de temor somos precisamente los turistas, ya que las pandillas no se meten con personas de fuera del país, porque lo que menos quieren es llamar la atención para mal fuera de su país.
El turista debe tener especial cuidado con la delincuencia común, el ratero que te puede sacar el teléfono o lo que lleves encima.
Pero estos se encuentran más concentrados en zonas como la capital (Tegucigalpa) y San Pedro Sula, zonas donde sí es conveniente andarse con un poco más de precaución de lo normal, porque además, según nos contaron, estos delincuentes no tienen piedad ni escrúpulos… y ésta combinación no es buena cuando además de todo, van armados.
Nosotros no pasamos ni por Tegucigalpa ni por San Pedro Sula, pero podemos asegurar que en ninguno de los 100 kms que recorrimos desde Amatillo hasta El Salvador nos resultaron peligrosos, de hecho, en Choluteca nos sentímos más seguros que en muchos otros lados, incluso saliendo a caminar a las 22:00 hs.
EL DEDO EN HONDURAS
A diferencia de lo que uno imaginaba, tomando en cuenta que Honduras tenía esa fama de país peligroso y de pandillas pululando por doquier, fue el país que encabezó el ranking en facilidad para hacer dedo.
«Pedir jalón», como se dice por allá, no solo es utilizado por aquellos viajeros que deciden tomar el riesgo a pesar de la fama del país, sino que también puede ser utilizado por algunos locales que necesitan moverse distancias cortas dentro de la ciudad.
En nuestro caso, ya sea con o sin mochila, nunca demoramos más de 10 minutos, y en más de una oportunidad, menos de 1.
Además, ir en la caja de la camioneta es algo completamente legal en este país, asi que a la facilidad de hacer dedo se le suma la diversión de viajar con el cabello al viento y la vista panoramica del paisaje sin ventanillas que lo recuadren.
Claro, llegás a destino con los pelos como Bart Simpson, pero son gajes del oficio.
Además, haciendo dedo en Honduras, ocurrió el milagro:
Ibamos en la caja de una camioneta y al bajarnos, cuando nos acercamos a la ventanilla del conductor para agradecerle, el señor nos preguntó, sin titubear, si veníamos de Uruguay.
Nuestra suposición es que vio la bandera en la mochila, pero un así no deja de ser algo llamativo, nuevo y agradable… Era la primera vez en mucho tiempo que alguien reconocía nuestra nacionalidad. La primera vez que no éramos gringos.
Claro que cuando le dijimos que si, enseguida imitó el acento argentino bonaerense, que nada tiene que ver con el uruguayo, pero igual valió el reconocimiento.
De hecho, para salir de Honduras, fueron 2 los autos que nos transportaron.
El primero iba conducido por una pareja muy simpática que luego de escuchar algunas de nuestras anécdotas viajeras, sin dudarlo y con la excusa de «nosotros también queremos ayudarlos en su viaje», se desviaron varios kilómetros de su camino para dejarnos en una mejor zona para seguir «pidiendo jalón».
Y el segundo auto fue un jeep que sirvió de lobby para El Salvador, ya que sus conductores eran Salvadoreños y se dirigían a San Salvador, la capital de su país.
Al otro lado de la frontera, nuevamente acechaba el peligro.
El país en donde se originaba la Mara Salvatrucha, la pandilla más peligrosa de Centroamérica.
El país donde los tiroteos eran cosa de todos los días.
Todos nos hablaban de eso, pero nadie nos habló de todo lo demás.
Que raro que los tomara por sorpresa, digo es bastante conocido y sabido el tema de este tipo de carencias en muchas partes hasta el día de hoy en nuestro continente.
Obviamente no tienen que saber todo, pero ta, es raro, es un tema bastante sabido y conocido e incluso hasta en islas del Caribe es algo que puedan llegar a ver si en algún momento cruzan a alguna.
No, sinceramente no sabíamos de eso.
Quizás es una de esas informaciones que no salen mucho para afuera.
Tampoco le encontramos la explicación, ya que no es zona de desierto ni nada… claro, probablemente el tema vaya más allá que algo puramente geográfico.
Pero bueno, fue una de esas cosas que nos tomó por sorpresa si.
Tampoco nos imaginamos que en las islas del Caribe pudiera suceder.
Apuntado para cuando nos toque conocer alguna 🙂 .
Un abrazo, gracias por comentar siempre 🙂 .
Hola muchachos, como se encuentran?
Siguen por tierras mexicanas?
Yo por aca, de vuelta poniendome al dia con sus post, que justo me di cuenta que este no lo habia leido bien, jeje…
Uy los re entiendo con eso de las nacionalidades europeas sin haber estado en el viejo mundo,me paso a mi en Cuba (solamente a mi porque mi esposo tiene el uruguayo) con mi pasaporte portugues, he estado en paises de aca de latinoamerica pero sigo sin cruzar al viejo mundo aun que espero que no me tome mucho hacerlo en algun momento, jeje…
Lo tipico, los extranjeros y encima con rasgos medio europeizados somos focos de muchisima atencion, a mi me ha pasado hasta aca en Uruguay, jeje…
Triste realidad, pero cierta, en muchos paises de nuestro propio continente pasa estas situaciones de la falta de cosas basicas, como en este caso algo tan importante como el agua, no en todo un pais entero, pero justo se da en las zonas mas carenciadas.
«Mara Salvatrucha», mas que a grupo mafioso, suena mas al nombre de algun pez…
Bueno, me despido de momento chicos y como siempre gracias por compartir sus historias de viaje!
Hola!!!
Si, el tema del agua no esperábamos verlo tan acentuado en Latinoamérica, nos tomó por sorpresa (pero no una buena sorpresa, claro).
Pero bueno, está en nosotros tomar estás situaciones que vemos y utilizarlas para aprender a valorar lo que uno tiene.
Si, Mara Salvatrucha suena a pez, pero por si acaso no le digamos eso a ninguna mara si alguna vez los vemos jeje.
¡Gracias a vos por leernos!