Avistando ballenas
Dormimos hasta las 10:30 hs. Lo necesitábamos.
Luego de desayunar con nuestro Host, quien casualmente estaba en su día libre, nos decidimos a dar unas vueltas para ver cuán lindo era Puerto Madryn.
Germán nos dejó una copia de las llaves de su casa, ya que el se iba a hacer unos mandados.
Descubrimos que este pueblito costero vivía de las oportunidades que su costa le daba, siendo las ballenas la más característica del lugar.
Muchos comercios tenían como logo la colita de ballena, ¡incluso una chocolatería hacía chocolates con forma de cola de ballena!
También nos encontramos con algunas obras de arte talladas en troncos.
Caminar por la rambla, con el agua a nuestra izquierda fue muy relajante, es como si esta pequeña ciudad hubiese llegado en el momento justo.
Pasamos por un almacén a comprar algo de tomar, una flauta y un poco de fiambre, los cuales convertimos en almuerzo, y el murito de la rambla fue nuestra mesa.
No necesitábamos nada más. Estábamos en el lugar que queríamos, cómo queríamos.
No pasaba nada, porque sabíamos que Don Quijote y Sancho Panza estaban cerca para cuidarnos, de ser necesario (que por la tranquilidad que emanaba ese pueblo, no lo era).
Sobre las 17:30 hs, volvímos a la casa de Germán, donde nos relajamos un rato. La idea era seguir viaje ese mismo día, pero el nos convenció de que nos quedásemos un día más porque quería llevarnos a ver las ballenas.
¿Ver ballenas? ¡Claro que nos quedamos!
Al rato estábamos en “El Doradillo”, esperando atentos la aparición de estos colosos del mar.
Germán era un experto en el tema. Sabía dónde iban a aparecer sólo con ver la estela de agua que dejaban en el manto celeste, y cuando veía un vapor que salía a la superficie teníamos que enderezar nuestras antenitas porque seguro aparecía una ballena. Ese soplo de vapor era nada menos que la respiración, ese típico chorrito de agua que nos muestran en los dibujitos cuando aparece una ballena, solo que en realidad no es agua en estado líquido lo que sale, sino que vapor.
Otra técnica para saber dónde podía haber una ballena, era seguir a los pájaros. Germán nos contó, que cuando los vemos revoloteando sobre una zona específica del agua, es porque allí, a escasa distancia de la superficie, hay una ballena, y el pájaro espera a que esta salga, para picotearla, ya que si logra perforar alguna parte de su piel, puede llegar a la grasa de la misma, con la cual puede alimentarse.
Finalmente, las vimos.
Una cola que emergía, gloriosa, y caía aplastando el agua. Una aleta que asomaba, dando la sensación de ser un tiburón, la superficie de un lomo gigante.
Al fin estábamos avistando ballenas por primera vez en al vida y de forma inesperada.
Gracias a Germán pudimos ver hasta una ballena con su cría.
Intentamos capturar estos momentos en fotografías, pero ninguna se asimila a la imagen que quedó en nuestras retinas.
No tengo la experiencia (not yet) de verlas, cosa que muero por hacerlo alguna vez o mas en mi vida y ya puedo imaginar y sentir que la experiencia debe ser extraordinaria y unica.